Mónica Ritacca
mritacca@ellitoral.com
Atahualpa Larrea tiene 12 años y es todo un referente en Santa Rosa de Lima. Quienes lo conocen admiran su manera de ser y, sobre todo, su interés por ver el barrio en mejores condiciones y evitar que otros chicos estén en la calle. Es que “Ata”, como le dicen, fue el creador de una escuelita de ajedrez que nació en el año 2005 para brindar a los más pequeños un espacio de contención, cuya iniciativa se extendió a otros barrios de la ciudad, como Arenales y Villa María Selva, de la mano de otros chicos que aprendieron a jugar ajedrez y ahora lo enseñan.
La inundación de 2003 marcó un antes y un después en la vida de Atahualpa. Es que las aguas del Salado barrieron con todas las pertenencias de su familia pero también derivaron en la llegada de momentos de felicidad, como la apertura de la escuelita de ajedrez en el edificio del ex Hogar Belgrano sobre calle Mendoza al 4200, dos años más tarde.
“Descubrí el ajedrez en la inundación. Me había quedado sin ningún juguete y entonces le pregunté a mis padres si me podían comprar alguno. Me llevaron a una juguetería y en la vidriera vi una caja que tenía un caballo. La elegí pensando que era un rompecabezas, hasta que la abrí y me encontré con que era el juego del ajedrez”, contó Ata a El Litoral en una recorrida por su escuelita. Y agregó: “No tenía idea de cómo se jugaba, hasta que leí las instrucciones y no pude parar de jugar”.
Para Atahualpa, el ajedrez es mucho más que un juego de mesa. Lo define como lo que le permitió conocer distintos lugares, diferentes culturas y también “personas buenas y malas”.
Como cualquier chico de su edad, Ata tiene sueños. Entre ellos, jugar alguna vez un campeonato mundial de ajedrez. Sin embargo, su deseo principal tiene que ver con el presente: con ver crecer la escuelita. “La escuelita es para mí mucho más importante que ganar un campeonato argentino o mundial. Me gustaría que en cien años, llegue a ser como Unión o Colón”, dijo sonriendo.
Pensar en otros
“Que le presten atención a los chicos que van subiendo de nivel y deben atravesar el límite del barrio para ir a competir a otros lugares” fue la respuesta de este niño sobre qué le diría a quienes gobiernan y a quienes están interesados en una sociedad mejor. Está convencido de que Tomás Fornillo, su amigo, “va a ser el mejor ajedrecista del país si puede seguir practicando”. Además, solicitó donaciones de leche, facturas y pan, ya que al estar cerrados los comedores escolares en la escuelita, también les dan la leche a los chicos.
Atahualpa tuvo la posibilidad, años atrás, de ir al Mundial de Ajedrez organizado en Francia, pero no pudo viajar. Tras ello comenzaron a aparecerles piedras en el camino, como la desafiliación de la Federación Santafesina de Ajedrez y la imposibilidad de jugar torneos argentinos.
El esfuerzo de los vecinos que colaboran fue destacado por el niño, ya que sin ellos sería imposible llevar adelante la escuela. “Osvaldo Silva, el profesor de ajedrez, tiene 75 años, y en lugar de quedarse tranquilo en su casa viene a enseñar. Lo mismo que Alcides, el señor que nos hace la leche”, refirió.
Todo un desafío
Marcela Faraone y Juan Larrea son los padres de Atahualpa. Comentaron que la idea de la escuelita surgió de su hijo cuando iba a aprender ajedrez al centro y se le ocurrió que el juego llegara al barrio gratuitamente con él como profesor.
“Recién nos estábamos recuperando de 2003. Escuchamos su propuesta y al principio no sabíamos qué hacer, cómo empezar... Hasta que lo hablamos con una vecina y nos dijo que lo intentáramos entre todos. Se nos ocurrió utilizar las instalaciones del ex Hogar Belgrano, y para que la provincia nos lo prestara tuvimos que formar una ONG; así nació Lugar Barrial de Ajedrez, contó Marcela. Y agregó: “Lo primero que hubo fue ajedrez. Después se crearon talleres de tango, manualidades y cocina. Es un trabajo a pulmón el que hacemos un grupo de vecinos para que los chicos no estén en la calle”.
Marcela y Juan definen a Ata como “un gran hijo”. La familia lleva sangre nativa, y ésa es la razón de los nombres de los tres chicos: Atahualpa (12), Huerquén (5) y Nehuén (3). Sobre el nombre del mayor de sus hijos, Juan explicó que Atahualpa fue el último cacique inca y significa “La voz o el mensaje que viene de lo más profundo de la tierra”. Tal vez por ese motivo, y por intuir que el fruto sería bueno, los padres respondieron al pedido del niño en 2005.
+ Información: para contactarse con los padres de Atahualpa Larrea, los interesados pueden llamar al 154-301666.