La abuela del caso Baraldo rompió el silencio: "El abuso no existió"
Nidia Morandini cumple una condena de 20 años en la Unidad Correccional Nº 4 de Mujeres de la ciudad de Santa Fe por un caso que fue noticia nacional: abusar sexualmente de su nieto junto a su marido y su hijo en la ciudad de Esperanza. Está privada de su libertad hace 7 años. Desde la cárcel, dice no estar arrepentida de nada y que es inocente.
La abuela del caso Baraldo rompió el silencio: "El abuso no existió"
Nidia Noemí Morandini tiene un perfil bajo dentro de la cárcel de mujeres de la capital provincial. No suele estar en el patio con otras internas. Tampoco es de conversar demasiado con ellas. Se limita a charlar con muy pocas "amigas" que, dice, son contadas con los dedos de una mano pese a que lleva allí 7 años.
A Nidia se la puede encontrar en el lavadero, donde pasa todas las mañanas y algunas tardes, o en el taller de calzado. También realizando alguna tarea de limpieza de los espacios en común que comparte con otras internas. Y su actitud tiene una explicación: dice que la única manera de sobrellevar la vida en prisión es haciendo cosas para mantener la cabeza ocupada.
El caso Baraldo fue -y sigue siendo- de gran resonancia en la provincia de Santa Fe. Se trata del matrimonio de Esperanza y un hijo que fueron denunciados en 2014 por su propia hija y hermana respectivamente de haber abusado sexualmente de su primogénito. Una foto almacenada en el teléfono celular del niño, en la que se podía ver los genitales de una persona mayor y muebles que permitieron identificar que se trataba de la casa de sus abuelos, fue el disparador de la denuncia.
Hoy, Nidia Morandini atraviesa los días en prisión en carácter de condenada. La Justicia la encontró responsable de ser promotora de corrupción de menores agravado y partícipe de los abusos contra el menor -entre sus 5 y 9 años de edad- y por ello le dio 20 años.
Esta es la segunda vez desde que fue acusada por su hija que Nidia decide hablar con un medio de comunicación. Antes lo había hecho con un medio esperancino. Y si bien su intención primaria no era hablar de la causa por la que está en la cárcel, se fue soltando y habló con El Litoral por más de 20 minutos.
El lavadero, uno de sus espacios habituales
Nidia está todas las mañana en el lavadero que funciona dentro penal. Allí lava, plancha y acondiciona prendas que llegan de afuera.
"Hace más de 3 años que trabajo en el lavadero. Hacemos lavado, planchado, desmanchado… Lavamos todo tipo de prenda. También acolchados y cubrecamas. El cupo laboral es para 4 mujeres", dice mientras plancha una camisa a cuadros. Y agrega: "Ahora no estamos haciendo almidonado; y si lo hacemos es para clientes muy puntuales que lo piden. Reemplazamos esa técnica por el apresto".
Ninguna de las 4 internas del lavadero tiene contacto con gente del exterior. A ellas, una persona del servicio penitenciario que se encuentra controlando les entrega boletas donde consta qué quiere el cliente que hagan con esa prenda. "Lavado y planchado, lavado con un poco de almidón… o lo que sea", agrega Nidia mientras de fondo se escucha una música que viene del patio donde están las otras internas. Es Gilda, y el tema que se oye "No me arrepiento de este amor".
Nidia está en el lavadero de 7.30 a 14 de lunes a viernes, actividad que comparte junto con un taller de calzado donde aprende el oficio de zapatera. Al mediodía hace un corte para almorzar y a media mañana para tomar unos mates. Si queda trabajo, tiene la posibilidad de regresar para continuarlo. Pero el tope de horario es a las 18. A esa hora el lavadero cierra y ella se va a su pabellón, el Nº 1 y uno de los más numerosos.
Mientras la plancha va y viene por vigésima vez sobre la misma camisa, Nidia cuenta que nunca había lavado ni planchado de esa manera. Afuera su vida era completamente diferente y muy lejos estaba de los quehaceres domésticos. Pero "las chicas" – por sus compañeras – le fueron enseñando.
Tampoco sabe cuánto cuesta puertas afuera el servicio que brinda. Y no es un dato que le interesa. Si bien por hacerlo recibe un porcentaje en forma de peculio, la razón de estar allí no es económica.
Sobre la vida en la cárcel, Morandini reconoce que "hay buena convivencia". Ella, a diferencia de otras internas que bailan en el patio y escuchan música, prefiere el silencio, y por eso se refugia en actividades como el lavadero o el taller de calzado. Su tono de voz es bajo y calmo y va en sintonía con ese perfil que tiene dentro del penal, según las propias autoridades.
"En el tiempo que llevo acá adentro nunca tuve un inconveniente con nadie. La llevo… Es verdad que estoy por cumplir 60 años. Soy una persona mayor que quiere momentos de silencio. Pero comparto pabellón con mujeres más jóvenes. En total somos casi 30. La convivencia es bastante llevadera. Eso no quita que ocurran peleas o discusiones. Pero por suerte el horario de descanso se respeta", dice.
Los tres condenados . Nidia Noemí Morandini, Víctor Hugo y Juan Pablo Baraldo en Tribunales. Esta fotografía es del 8 de octubre de 2018, en unas de las tantas instancias del juicio. Crédito: Luis Cetraro
Primer quiebre emocional
La charla va entrando a un lugar que no estaba previsto. Pero es ella misma quien decide abrir la puerta. "Y bueno lo que gano de acá, del lavadero, es para ayudar a la familia o para comprarme algo puntual para mi como unas masitas o elementos de higiene, aunque acá no nos hacen faltar nada", afirma.
Al mencionar a su familia, Morandini da a entender que mantiene vínculos con ella. O mejor dicho con parte de ella ya que por la misma causa su esposo fue detenido y falleció en prisión y uno de sus hijos está en condición de condenado en la cárcel de Piñero.
Y lo que era una conjetura periodística fue confirmada por ella misma. Dijo que todos los domingos alguien la visita. Sino es su hermana y su cuñado, es su hija menor o su otro hijo o alguna amiga o amigo. Y ahí, al nombrarlos, su mirada se transforma. Sus ojos se transforman. Se ponen vidriosos y está a punto de llorar.
"Tengo 4 hijos y 4 nietos que amo profundamente. Solamente tengo vínculo con dos de ellos. A Juan Pablo, que está detenido en Piñero, lo veo cada seis meses en lo que se denominan visitas de acercamiento. Pero noticias de él me llegan por mi hermana. Se que está estudiando y trabajando en talleres para mantener su cabeza ocupada en algo, como hago yo", dice.
Caso resonante. Esta fue la tapa de El Litoral del 8 de marzo de 2019. Días más tarde, falleció en prisión Víctor Hugo Baraldo, el abuelo.
Segundo quiebre emocional
Otra vez Nidia tiene la posibilidad de no responder si así lo desea. Pero no lo hace y elige contestar. En esta oportunidad la pregunta fue sobre su marido Víctor Hugo Baraldo, quien falleció el 21 de marzo de 2019 en la cárcel de Las Flores luego de una descompensación a la madrugada en la celda que compartía con otros tres presos. Cumplía una condena a 18 años de prisión por el abuso sexual contra su nieto menor de edad.
"Nosotros entramos, salimos… Volvimos a entrar. Así varias veces. La última vez fue el 7 de marzo de 2019. Y el 21 de ese mes fallece él. Fue duro porque uno siempre desea que la persona siga estando. Pero cuando me enteré de su muerte me sentí aliviada porque sabía que él no iba a volver a soportar todo ésto. Él, tanto como yo y mi hijo, ya habíamos estado en prisión. Y regresar fue muy duro. Morir fue lo mejor que le pudo haber pasado. Puede sonar egoísta, duro, lo que digo… pero por su forma de ser y sabiendo cómo estaba padeciendo estar en prisión para mi fue un alivio porque era una gran preocupación".
Consultada si hubiese deseado lo mismo, Nidia Morandini dijo ser muy creyente. En sus palabras: "Se que en algún momento se va a hacer justicia y todo va a salir a la luz. Yo quiero salir de acá. Tengo a mi familia que me espera".
¿Te arrepentís de algo?, preguntó El Litoral siempre bajo condición de que la entrevistada no se sienta obligada a responder. Pero también esta vez, como en las anteriores, quiso contestar: "vinculado al caso no me arrepiento de nada porque no ocurrió. Yo siempre voy a decir que somos inocentes. Yo y mi familia. Sí me arrepiento de no haberme dado cuenta de ciertas cosas. Cargo con el sentimiento de culpa de no haber sido una buena madre y no haber sabido poner límites. Capaz por eso sucedieron las cosas. Pero también aprendí que no hay un manual para ser madre. Uno hace lo mejor que puede para que ellos – los hijos- estén bien".
¿Y sobre la Justicia qué opinión tenés? "La justicia me decepcionó. Yo siempre pensaba, cuando estaba del otro lado, que si alguno estaba preso era porque se lo merecía. Hasta que me tocó a mi y me di cuenta que estaba equivocada. La Justicia no funciona como tendría que funcionar. Me dieron 20 años. Nunca apelamos por una reducción de la condena, pero sí por nuestra inocencia. Y lo seguimos haciendo pero son trámites muy largos… Mientras tanto el tiempo va pasando y cuando se cumplan las tres cuartas partes de la condena empezaré a salir".
¿Tenés ganas de decirle algo a tu hija? "Que la amo. A ella y a mi nieto, que fue el primero. También que tenga por seguro que sus padres y su hermano somos inocentes. Pero yo la he perdonado y rezo por ellos todas las noches".
La camisa a cuadros que Nidia planchó durante la charla -la segunda por cierto- ya está lista. Quedó impecable, como para embolsar y vender en una tienda. Es hora de salir del lavadero. Nidia se despide agradeciendo la charla y va en busca de otra camisa de hombres para planchar.
Esta nota forma parte de una serie de entrevistas que EL Litoral realizó en la Unidad Correccional Nº 4 de Mujeres de Santa Fe y que se irán compartiendo con la audiencia en próximas entregas.
"En prisión aprendí a vivir el día a día. Cuando estaba afuera yo siempre pensaba en el mañana, previéndolo todo el tiempo. Calmar la ansiedad es lo que mas cuesta".