Martes 17.8.2021
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Organismos públicos manchados por la desidia, transiciones dificultosas en el poder político y decisiones que se toman en despachos sin medir el impacto, son moneda corriente de nuestro tiempo. Pero, al parecer, no son patrimonio exclusivo del siglo XXI, sino que en cada época adquieren fisonomías diferentes. Basta observar el archivo de los diarios de Santa Fe para encontrar ejemplos de esto, como el “cementerio de camiones” que descansaba hace 90 años en un local de calle Santiago del Estero y San Luis, sobre el trazado de la primera.
De eso da cuenta El Orden, en su edición del día 11 de marzo del año 1932. Bajo un gran titular que dice “Un cementerio de camiones duerme en la paz de un extraño abandono”, señala que en el punto antes mencionado del macrocentro santafesino, existía un local que había sido contratado “en la suma de 250 pesos mensuales” para darle un destino como depósito de camiones, automóviles y otros elementos de trabajo, entre los cuales figuran grandes baldes, palas, carros volcadores y herramientas para obras camineras.
Hemeroteca digital Castañeda / Archivo Diario El OrdenFoto: Hemeroteca digital Castañeda / Archivo Diario El Orden
El cronista, sorprendido probablemente ante aquel escenario, elige una metáfora dantesca: “a primera vista, se advierte que aquello es lo que se llama un cementerio”. Un espacio, añade, “que le ha sido obsequiado a la ciudad por administraciones comunales anteriores y forma parte de los muchos problemas que la actual intendencia ha recibido por herencia y que tendrá que resolver, sobreponiéndose a la fatiga y al desaliento, con ánimo realmente patriótico”.
Cabe recordar que en ese año, el Dr. Agustín Zapata Gollán fue designado en el cargo de intendente de Santa Fe por el gobernador demócrata progresista Luciano Molinas. De modo que este era uno de los inconvenientes que debía resolver. Previamente, desde 1930, habían estado al frente de la administración municipal Abel Furno, Juan Maciel y Raúl Cruz.
Hemeroteca digital Castañeda / Archivo Diario El OrdenFoto: Hemeroteca digital Castañeda / Archivo Diario El Orden
La crónica del diario El Orden es lapidaria en su cómputo de los vehículos y herramientas alojados en el solar de Santiago del Estero y San Luis. “Nada de lo que está allí sirve absolutamente para nada dentro de tal abandono. Sin embargo, hay un enorme capital que podría utilizarse si se quisiera hacer una obra oportuna”, describe. Y apunta que “los camiones, en su mayor parte, están parados por carecer de una rueda, de un neumático o algo de menor importancia”.
Llegado este punto, el periodista introduce algunas opiniones y cuestionamientos a las anteriores gestiones municipales. “Un rápido cálculo sobre el costo de todo ese material, indicaría una cifra elevada. Y es sorprendente pensar que dicha cifra haya podido ser abandonada allí, a la intemperie en algunos casos como si el dinero estuviera sobrando. Anteriores administraciones, cuyo interés por los caudales públicos era nulo, no han creído del caso corregir esta anomalía”, dice.
Una vez terminada la descripción del “cementerio de camiones" (que se ubicaba en inmediaciones al terreno que actualmente es usado por Cablevision Fibertel) el cronista de El Orden pasa al punto siguiente. ¿Qué destino dar a herramientas y maquinarias detenidas, sin uso, que solo generan gastos?. “Son muchas las comunas del interior que reclaman en estos momentos útiles de trabajo para la conservación de sus caminos o la apertura de sus calles”, asevera en letras de molde.
GoogleEn este punto, quien escribe la hoy amarillenta crónica se pregunta, con fundamento: “¿Qué es más útil y conveniente al Estado?”. Y ensaya dos respuestas posibles. La primera, el mantenimiento de ese cementerio allí donde se encuentra, “inutilizando cada día más todo ese material”. La segunda, “su distribución adecuada entre las comunas del interior, de acuerdo a las necesidades de cada una y cuidando siempre de que el destino que se les de sea de contribución al progreso de las poblaciones”.
Y hace una propuesta concreta: “en todo caso, podrían las comisiones de fomento pagar el costo actual de ese material, descontándoseles moderadamente de las asignaciones provinciales que les corresponden”. Lo cierto es que, más allá de toda interpretación, sus descripciones permanecen como un documento incontestable del “cementerio con muertos de metal” que alguna vez formó parte del entramado urbano.