Los mosquitos son una plaga. También aparecieron ratas y víboras. Otro problema: hay cuatro baños químicos para 28 familias.
Luciano Andreychuk
Twitter: @landreychuk
Producción fotográfica: Mauricio Garín
En el refugio de evacuados frente a la ruta 168, la situación de las familias evacuadas no ha mejorado. El Litoral relevó la zona y se encontró con los mismos problemas antes registrados, y otros nuevos. A la permanente presencia de moscas, mosquitos, jejenes e insectos de todo tipo, se le sumaron pichones de ratas y culebras.
Además, hay insectos en el piso: nenes y adultos tienen ronchas, constató este medio. Las canillas de agua potable pierden porque están “mal sellados los caños”, dijo Miguel Ángel, un evacuado que trató de arreglarlas. Sólo hay 4 baños químicos para 28 familias. Una mujer evacuada se encarga de la limpieza, tres veces por día. Hay dos duchas.
“De día moscas, de noche mosquitos y jejenes. A eso, el calor insoportable. Pero agradezco a Dios tener un techo (el módulo) porque mi casa quedó bajo agua”, dijo Andrés Rodríguez, evacuado junto a su familia, papá de Luna, la niña que fue operada del corazón y tiene una cardiopatía (El Litoral contó esta historia la semana pasada).
Desde abajo. Un evacuado levanta una placa del piso del módulo para mostrar a El Litoral cómo salen los insectos.
“Puse un aire acondicionado viejo para Lunita. No puedo hacerlo andar porque no tengo todavía autorización de la EPE para conectarlo. Necesitamos que ella por su condición esté bien, que no sufra tanto el calor. Lo mismo para mis otras dos hijas (Azul y Agustina): estamos abombados por la temperatura”, dijo Rodríguez.
El hombre perdió su trabajo de transportista y ahora hacen unos viajes que le ofrecieron unos amigos. “Con eso junto una moneda y tironeamos”, contó. Otros vecinos que estaban cerca de ese módulo pidieron, casi con desesperación, “que por favor el municipio fumigue”.
Florencia Ramírez no dejaba de mojar a su hija en una de las canillas de agua: “Tengo miedo por los golpes de calor”. El sol ardía con todo. María Godoy y otra mamá bañaban a sus niñitos en un piletín y en un fuentón. “Es lo mejor que tenemos para que ellos aguanten de la mejor manera esta temperatura”.
Don Ramón Pérez, hombre mayor, sudaba la gota gorda sentado en la entrada de su módulo: “Lo peor es que la emergencia hídrica será larga. Esto recién empieza para nosotros”. Y tiene razón. Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.
Piletín. Las mamás apelan a cualquier recurso para que sus niños y bebés no sufran tanto el calor.
Una microhistoria: mudó su despensa con los evacuados
Comerciante. Ponce de León en su despensa improvisada.
Sale a primera hora a comprar los alimentos básicos, desde lácteos hasta pan, fiambre, queso. Vuelve a eso de las 9, abre y vende. Vende a precio muy económico, “ajustado a la situación de emergencia en la que estamos”, dice a El Litoral. Con los clientes de confianza se maneja con libreta, a la vieja escuela.
Daniel espera que el río baje para volver a su despensa. “Me esperan bajo el agua los 5 freezers, que no los pude sacar. Trataré de repararlos”. Para él y para el resto de las personas que están allí, todo será un volver a empezar.