La historia de la ONG santafesina que viaja 900km. para asistir al Chaco profundo y olvidado
Se llama Tierra Latente. Desde 2014 trabaja con comunidades rurales de esa provincia que viven en condiciones de pobreza, en medio del monte. Han remodelado escuelas, equipado los comedores y envían alimentos, kits de higiene y útiles escolares.
Todos juntos. Los voluntarios, en una de las tantas recorridas a la región noreste del Chaco.
Desde la ciudad de Santa Fe hasta la inhóspita región cercana a Pampa del Indio, en el Chaco profundo, hay unos 900 kilómetros de distancia. Además, para acceder hasta las poblaciones rurales hay que hacer unos 50 kilómetros bien monte adentro, de los cuales 30 son caminos de tierra. Pero las largas métricas geográficas no importan cuando la causa es noble y pesan más las ganas de transformar la vida de personas que viven en condiciones de extrema pobreza.
En los hombros de esa gesta solidaria se encaramó la Asociación Civil "Tierra Latente", que reúne a unos 50 voluntarios activos, la mayoría jóvenes de entre 19 y 33 años. La ONG empezó a trabajar desde 2014, y obtuvo personería jurídica en 2021. Unas cinco veces por año juntan todo lo que pudieron reunir de donaciones y parten hacia esa inhóspita latitud. Y las comunidades rurales los reciben como si fuesen sus hermanos.
En sus viajes al Chaco, los voluntarios se pusieron manos a la obra y remodelaron escuelas y equiparon comedores. También ofrecen clases de apoyo escolar y proveen alimentos básicos, kits de higiene, útiles escolares y ropa para esas comunidades rurales (la mayoría son Qom) que no tienen acceso a agua potable y viven en ranchos de adobe -en algunos casos en condiciones de hacinamiento-. Incluso han viajado con médicos para hacer un relevamiento sanitario.
Manos a la obra. Una de las principales actividades fue el arreglo y la remodelación de las escuelas y de sus baños.
"Desde la ciudad de Santa Fe son entre 850 y 900 los kilómetros, unas 10 horas que recorremos hasta esa región chaqueña, al menos cinco veces por año", le cuenta a El Litoral Francisco Olcese, presidente de Tierra Latente. El próximo viaje será este mes de noviembre. Y como el gasto en combustible es muy grande, los voluntarios tratan de que sean cuatro camionetas, con 20 voluntarios máximo.
También hacen viajes en los que va una sola camioneta con provisiones y uno o dos voluntarios. Esto se hace para aceitar la coordinación logística del trabajo con los referentes de las comunidades: es que allí no hay internet ni teléfonos inteligentes (muchas veces ni siquiera hay luz), y la comunicación con ellos se complica.
Cómo empezó todo
"Muchos de nosotros somos egresados del Inmaculada. El colegio tenía un proyecto de visitas al Chaco, empezó con ex alumnos y nos sumamos. Las primeras visitas eran de aproximación, para conocer las comunidades y compartir momentos con las personas. Con el paso del tiempo nos dimos cuenta de las enormes necesidades que padecen. Y la pandemia nos hizo dar cuenta de que había que dar un paso más", recuerda el referente.
Así, cuando llegó el Covid-19, en 2020, la ONG hizo el primer envío de kits sanitarios y de limpieza. Lo que para Santa Fe era algo cotidiano, en las comunidades rurales del noreste chaqueño -un bidoncito con lavandina, por ejemplo- se tornaba inaccesible. Fue allí cuando se definió un enfoque bien social: los voluntarios empezaron a gestionar donaciones de alimentos y otros enseres de primera necesidad.
Todo empieza en la escuela
"En Tierra Latente trabajamos por el desarrollo integral de las comunidades rurales, abarcando desde los niños que empiezan la escolaridad hasta las personas más ancianas. Son poblaciones que necesitan ayuda y contención humana. Entonces, nos enfocamos en las escuelas, que son el lugar donde todo empieza. Porque muchas comunidades no tienen agua potable, y se acercan con sus baldes a las escuelas a buscar el agua de las cisternas", cuenta Olcese.
Siguiendo ese enfoque, los voluntarios comenzaron a remodelar las escuelas, con albañilería y pintura, y los baños, colocando lo que no había y lo más elemental: inodoros. También impulsan clases de apoyo escolar a los niños. Y mejoraron el estado edilicio de los comedores escolares, donde se trabaja a destajo con la copa de leche y el plato de comida diario.
También ofrecen clases de apoyo escolar a niños. "En la escuela pasa todo", dice el referente de Tierra Latente, Francisco Olcese.
¿Y cómo es la recepción de las comunidades rurales cuando los voluntarios de la ONG llegan? "Ya que hay un camino construido, no nos deja de sorprender tanto amor con el que nos reciben. A su manera demuestran el cariño y la gratitud, no sólo por lo material sino por el sólo hecho de estar con ellos, de compartir un mate, una torta asada, de charlar… Tienen mucha necesidad de ser escuchados, y eso de prestarles el oído también es parte de nuestro trabajo social", narra el referente.
El abandono que sufren desde hace tantos años esas poblaciones rurales hizo que sus habitantes dejen de esperar que alguien vaya a estar con ellos y a ayudarlos. "Por eso quizás, toda vez que vamos a visitarlos ofrecen sus sillas para que nos sentemos nosotros y ellos se quedan parados; nos ofrecen cosas que son valiosas para ellos, nos abrazan. No hay palabras para describir el ida y vuelta que se genera", enfatiza Olcese.
La cruda realidad
Las comunidades rurales de esa zona del noreste del monte chaqueño no tienen acceso a la salud primaria, ni al agua potable, ni a la conectividad tecnológica. "Aquella realidad no tiene punto de comparación con nuestra realidad, aquí en Santa Fe. Son comunidades que sufren mucho abandono; para ir a un centro de salud tienen que viajar al pueblo más cercano, y en algunos casos recorrer 100 kilómetros. Y no llegan a cubrir la alimentación básica. Hay desnutrición y malnutrición, sobre todo de los chicos, porque comen lo que pueden, si pueden comer", relata Olcese.
Los caminos son de tierra. La mayoría de las familias son numerosas, con cinco o seis chicos, y viven en ranchos de adobe; hay sólo algunas de material. En los ranchos de adobe aparece el problema de la vinchuca, que está muy presente. Entonces emerge amenazante la enfermedad del Chagas, algo muy común. Eso sumado a que se toma agua no apta para su consumo, lo cual provoca otras enfermedades gastrointestinales.
En uno de los últimos viajes, los chicos de la ONG fueron con médicos para hacer un relevamiento sanitario general de los habitantes de las comunidades.
"En abril fuimos con médicos: ellos relevaron a unas 300 personas. Eso nos dio un panorama de enfermedades que provienen del consumo de un agua no apta, de la falta de higiene, del hacinamiento (hay familias numerosas que viven juntas; 8 personas durmiendo en una misma habitación), de la mala alimentación", explica el referente.
Tierra Latente adquiere a un proveedor de Chaco agua potable para llevarle a las comunidades; la única agua potable es la recolectada de lluvias y la que carga el municipio en los tanques cisternas que están en las escuelas, y que no alcanza.
La ONG se autofinancia principalmente por el aporte de los socios. También, por las generosas donaciones de empresas (pinturerías para reparar las escuelas); otros comercios del rubro alimenticio les acercan leche, arroz, fideos, yerba, etcétera. "Esto es ciento por ciento voluntario, a pulmón, y el dinero que reunimos es para costear los viajes, el combustible, y los sueldos de los docentes que dan apoyo escolar", dice Olcese.
"Esta es nuestra causa, lo que nos gusta, y lo hacemos con amor", concluye. Hay algo de cierto en aquella frase popular que dice: "Gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo". Y los voluntarios de Tierra Latente lo saben.
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