Jueves 18.3.2021
/Última actualización 22:52
El 20 de marzo de 2020 lo encontró a Carlos Piña, actual director del Conicet Santa Fe, en San Pablo (Brasil). No de vacaciones, sino en misión académica en la universidad del país vecino. Era el primer día de vigencia del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio dispuesto por el gobierno nacional en razón de la pandemia por Covid-19. Hacía allí había volado el 9 de marzo y pudo volver recién un mes después, en auto y luego de evaluar todas las alternativas posibles para cruzar fronteras y sortear controles.
Un año después de aquel vuelo, Piña se dispone a hacer un balance del lugar central que pasaron a ocupar la ciencia y la tecnología en las políticas públicas y en los medios pero, sobre todo, en la vida cotidiana. Y lo hace desde su oficina, con puertas y ventanas abiertas -como recomienda el protocolo sanitario- con muy poca gente circulando por esas casi 30 hectáreas ubicadas a la vera de la ruta 168 -mucho trabajo sigue siendo remoto- y con barbijo; por supuesto, el fabricado por Conicet.
Desde ese lugar reconoce que, sin dudas, "la ciencia se puso a disposición de resolver los problemas; muchas investigadoras e investigadores, cambiaron sus ejes principales de trabajo para atender esta problemática. Y, tanto desde las ciencias sociales hasta el mayor desarrollo tecnológico de punta, todos trataron de acomodarse a esta nueva realidad. Y también hubo una respuesta a nivel ministerial y del Conicet en armar la Unidad Covid y generar proyectos específicos de investigación".
Como para el resto del país y del mundo, el arranque del Aspo fue complicado: "Pensamos que iban a ser esos 15 días y pasaban 15 más; hoy estamos a un año y nos cambió la vida", dice Piña para referirse a ese primer tramo de protocolos muy estrictos y limitaciones para todas las actividades, que desde la dirección habrá tenido que afrontar su antecesor, Ulises Sedrán, pero que afectó a la totalidad de los equipos: "El Aspo nos encontró con trabajos en el campo y sin poder buscar el equipamiento instalado", reconoce ahora, pero aclara: "Defiendo la decisión de anteponer la salud de la gente a cualquier otro interés".
Antes de referirse a todos los desarrollos que, tal vez como nunca antes, permitieron volcar la atención sobre el organismo de investigación, aporta un buen dato: ninguna de las 2000 personas que integran las distintas unidades se contagiaron de Covid en sus espacios de trabajo. "Los protocolos que teníamos fueron efectivos y en ciencia estamos acostumbrados a trabajar así".
Al Centro Científico Tecnológico lo componen 20 institutos. Hubo grupos que trabajaron sobre la circulación del virus en el espacio y aportaron datos para la toma de decisiones; hay reportes semanales de la evolución del Covid.
Guillermo Di Salvatore Visibilidad. El Centro Científico y Tecnológico ocupa casi 30 hectáreas. Su director Carlos Piña muestra el sitio donde se encuentra la dirección que ocupa desde septiembre de 2020.Visibilidad. El Centro Científico y Tecnológico ocupa casi 30 hectáreas. Su director Carlos Piña muestra el sitio donde se encuentra la dirección que ocupa desde septiembre de 2020.Foto: Guillermo Di Salvatore
- Todos esos estudios fueron noticias, muchas de primera plana, pero también hubo una notable apertura del ámbito científico hacia la comunicación.
- Te subo la apuesta: hace tiempo que se observa un cambio. Aumentó mucho la participación y el interés ciudadano y, por otro lado, la apertura de investigadoras e investigadores a empezar a hablar con los medios. Este año se hizo muy evidente por una cuestión de necesidad y de novedad: nos estábamos enfrentando a algo desconocido y por eso fue tanta la necesidad de información. Y términos como fases y validación pasaron a ser parte del vocabulario común y del debate en cualquier asado.
- ¿Qué avances capitaliza el Conicet después de este año?
- Hace unos meses salió la noticia de que el Conicet es la institución de ciencia y técnica más reconocida de Latinoamérica. Teníamos mucho en producción científica y un estándar no tan bueno en transferencia, es decir, en vinculación con problemas reales. Esa ecuación cambió desde todos los campos: con las ciencias sociales, la tecnología de punta, la nanotecnología para generar telas que repelen virus, el desarrollo de respiradores; los test similares a los de PCR que no necesitan un termociclador; los test de antígenos en el Instituto Leloir a cargo del equipo de Andrea Gamarnik, el Cimec que desarrolló un sistema para atender a dos personas con un respirador.
En Santa Fe se hicieron estudios para transporte público, modelos matemáticos a nivel de población y ciudades, informes semanales sobre la evolución de la pandemia. En Rafaela, el Instituto de Investigación de la Cadena Láctea (Idical) realizó la secuenciación de más de 150 genomas del virus para analizar su trazabilidad. En Esperanza, el Incivet desarrolló un respirador y lo probó con éxito; el Intec propuso el ozono como herramienta de purificación de espacios. Personal del Conicet colaboró con el Laboratorio Central de la provincia para acelerar los diagnósticos. Y también en Santa fe está en marcha, de manera incipiente, el desarrollo de una vacuna (el de la UNL, uno de los dos proyectos financiados por el gobierno nacional).
- En un año en que todo fue Covid, ¿qué otros proyectos debieron postergar?
- Ahí estuvo el altruismo y el reconocimiento de la importancia de esta pandemia, porque mucha gente dejó de lado sus líneas troncales de investigación para asumir esta prioridad. Eso generó que otros trabajos queden en una impasse hasta cuando fuera posible continuar. A la vez, hay experimentos que no se pueden suspender y hubo que sacrificar fines de semana y sortear complicaciones para poder funcionar. Ahora estamos en un proceso gradual de reapertura pero al comienzo se priorizó a esenciales que son, por ejemplo, los equipos que necesitaban atender una colonia o un bioterio, es decir, proyectos que involucran a seres vivos.
Mientras todo esto ocurre, "estamos en el comienzo de entender cómo podemos llevar adelante: sabemos que ventilar sirve, que el barbijo sirve, y tenemos la posibilidad de la vacuna, pero hay que llegar a todo el mundo".
En las redes sociales, un recordatorio devuelve la foto de la bienvenida que compartió Piña al llegar a San Pablo aquel 9 de marzo de 2020. Un año después estamos aquí, en una oficina casi vacía, conversando a través del barbijo, con buena parte del equipo trabajando aún desde una conexión remota, y reeditando con cada paso y acción el sentido de la palabra "protocolo".
Pasó un año y, también para la ciencia y quienes hacen ciencia "no va a ser fácil volver de cero a cien". Porque la única certeza que está dejando este virus es que, en un año, el mundo es otro.