El tramo de 7,5 kilómetros de la Ruta 1, desde donde comienza Colastiné -en el kilómetro 0- hasta la ciudad de Rincón, presenta varias situaciones de peligro para conductores y peatones.
Las inconductas al volante son un riesgo constante. Los conductores transitan por esos carriles a la misma velocidad que traen desde la arteria principal. Faltan controles y educación vial.
El tramo de 7,5 kilómetros de la Ruta 1, desde donde comienza Colastiné -en el kilómetro 0- hasta la ciudad de Rincón, presenta varias situaciones de peligro para conductores y peatones.
La zona está densamente poblada, pero faltan servicios. Es por esto que la mayoría de sus habitantes se traslada a diario a Santa Fe para trabajar o estudiar. Y en horarios picos, el tránsito es muy intenso, aunque fluido.
Cuando se hizo la ampliación de carriles se incorporaron colectoras, semáforos, bicisendas y algunas veredas peatonales, convirtiendo esa ruta provincial en una avenida urbana.
Sin embargo, hay varios puntos de conflicto, muchos de ellos ocasionados por las inconductas de los conductores que, ante la ausencia total de inspectores, hacen lo que les parece.
Este martes a primera hora de la mañana, se produjo un nuevo accidente de tránsito.
Por las dos vías principales, tanto de ida como de vuelta, no hay mayores inconvenientes. Si bien hay algunos semáforos que no funcionan, los que están alcanzan para que el tránsito fluya, y por lo general se respetan.
El mayor problema se da en las colectoras, donde confluyen al mismo tiempo quien sale de las calles internas del barrio, el que ya viene transitando por la colectora y quien se incorpora desde la vía principal. Y muchos lo hacen casi a la misma velocidad que traen desde la ruta. Allí hay una posibilidad de choque, que quizás podría disminuirse colocando algunos lomos de burro que obliguen a transitarlas con más calma. Además, falta cartelería que indique la velocidad máxima permitida; todavía no fue colocada y, según el proyecto, es parte de una tarea posterior porque la ruta aún está en construcción. Esta obra de ampliación de unos 7 kilómetros lleva ya 15 años.
Entre los conductores desaprensivos que siempre están, en este sector de la ciudad se destacan los que usan la colectora para evitar los semáforos, y van zigzagueando a toda velocidad entre la ruta y el camino alternativo. Otra posibilidad de colisión, que se agrava porque por allí también circulan los colectivos.
Bordeando la colectora, en la mano que va hacia Rincón, se construyó una ciclovía. El problema es que se hizo junto a la entrada y salida de las viviendas, pegada a la línea de frentistas. Esto suma otro punto de conflicto, bastante peligroso para los ciclistas que deben estar atentos al encontronazo repentino con un vehículo. Para los vecinos que salen de sus casas no resulta fácil incorporarse, dada la velocidad que traen quienes ya están transitando por la colectora.
Mientras esperan que se terminen de instalar y poner en funcionamiento los semáforos peatonales, quienes circulan a pie merecen especial atención. Hay algunos cruces demarcados, y con semáforos que permiten un cruce seguro. Pero las riesgosas maniobras automovilísticas los ponen en riesgo constante. Basta con pararse a observar un rato cómo se comporta el tránsito: es frecuente observar autos que pasan a toda velocidad por la colectora, incluso con el semáforo en rojo.
Las inconductas que adoptaron muchos automovilistas ya están afianzadas. Es que las modificaciones a la ruta se habilitaron a medida que se terminaba una etapa y cada uno se fue apropiando del espacio público con sus propias normas. Una presencia más permanente de inspectores, con el rol de bajar a la comunidad normas claras de educación vial y de un correcto uso de esta avenida urbana, podría ayudar a revertir esta tendencia.