En el comedor del Hogar Puertas Abiertas "María Auxiliadora", del barrio Belgrano, norte de la ciudad, las ollas trabajan sin parar. Esa institución da de comer por día a 321 personas: es el “tope” de raciones que tienen autorizados. Pese al buen volumen de porciones que se preparan -gracias al trabajo incansable de sus voluntarios-, sigue quedando gente afuera, esperando por un plato de comida que no llegará.
La dramática crisis social que viene de hace años se acentuó en los últimos meses. Ahora se suma otro agravante: según su referente, Marcelo Olivares, hay al menos una treintena de comedores comunitarios que están cerrando en la ciudad y zona de influencia.
“Esto nos indica a priori que se nos vendría una ‘avalancha’ de nuevos comensales, de barrios cercanos como Pompeya. Entonces, estamos trabajando en la contención social, para que no se generen situaciones de violencia. Es lo último que queremos”, cuenta en diálogo con El Litoral.
El limpio: el problema del comedor Hogar María Auxiliadora es que allí se pueda generar un “cuello de botella”, con un incremento exponencial de la demanda (gente que pide comer) por el cierre de otros comedores barriales. Pero a esa nueva demanda no se le podrá hacer frente lamentablemente.
Los voluntarios sociales que allí trabajan no dan abasto. “Eso sumado a la ayuda de los vecinos que desinteresadamente nos dan una mano”, pondera el referente.
¿Y enero?
“Hasta el 29 de diciembre, tenemos materia prima como para ‘bancar’, es decir, completar el tope de 321 raciones: carne, verduras, fideos, arroz, etcétera. Pero en enero, sinceramente no sé qué va a pasar...”, dice Olivares con un tono de preocupación.
El ingreso a la institución social. Hay gente que lamentablemente queda afuera, esperando su ración. Archivo El Litoral / Flavio Raina
Durante el primer mes de 2024, el comedor cierra sus puertas, pero no del todo. “Cerramos porque acá funciona el voluntariado, y se les da descanso a la gente que trabaja cocinando todo el año. Lo que hacemos habitualmente es una guardia”, explica Olivares.
Es simple: “Si nos siguen depositando los dineros del Programa Social al que pertenecemos, se la cita dos veces al mes a la gente y se le da un bolsón con verduras y artículos secos (fideos, arroz, por ejemplo). Pero aún no tenemos confirmación de que esos fondos llegarán. Es por eso que no sabemos qué pasará el mes próximo”.
Angustia e incertidumbre
-¿Cómo percibe el termómetro de la crisis social hoy en los barrios?, preguntó El Litoral a Marcelo Olivares.
-Lo que noto es que la paciencia social es lo más difícil de contener hoy. Nosotros podemos encontrar un pedazo de pan, algo para comer aunque sea, porque hay. Se da al prójimo todo lo que se puede. Pero hay una angustia muy profunda en la gente, que tiene relación con la incertidumbre.
Preocupa también la situación de los adultos mayores. La foto es sólo ilustrativa. Archivo El Litoral / Manuel Fabatía
Atendemos a mucha pibada que hace changas, que tiene una pala, una cortadora de pasto, pero que no llega a comprar su comida y tiene que venir a buscar su ración. Y nos ruegan que nos demos algún trabajito. Hay mucha desesperación por trabajar; acá les damos para que limpien la cuneta, o para vaciar la cámara séptica… Esa desesperación por trabajar para poder comer se nota mucho.