La idea popular y recurrente de que la pandemia del coronavirus ha sido beneficiosa para el medio ambiente resultó muy atractiva para quienes buscaban el lado positivo de la tragedia global. Sin embargo, esta noción se desmorona a la luz de nuevos datos científicos.
Resulta innegable que durante el confinamiento global más estricto, el tráfico aéreo y vehicular se redujo más de la mitad, lo cual originó una disminución en la contaminación atmosférica, por primera vez visible desde el espacio. Por ejemplo, en China las emisiones atmosféricas cayeron un 25% a principios del 2020, en Nueva York un 50%, mientras que, en el norte de Italia, las imágenes satelitales mostraron concentraciones de dióxido de nitrógeno notoriamente mitigadas. Algo similar se registró en España y Reino Unido. Argentina no fue la excepción. De acuerdo a la Secretaría de Ambiente de la ciudad de Buenos Aires, las emisiones atmosféricas de monóxido de carbono, óxido de nitrógeno (gas de efecto invernadero) y dióxido de nitrógeno se redujeron a la mitad en 2020, en relación al mismo período en 2019.
En este sentido, para muchos científicos la situación de confinamiento resultó en un buen experimento global de cómo sería el mundo sin los combustibles fósiles y animó a muchas personas a ver "el lado positivo" de la desgracia. Además, se registraron notorias disminuciones de la contaminación acústica en las distintas ciudades que se sumaban a la cuarentena. El bullicio de bocinas, motores y artefactos decreció repentinamente, animando a muchas especies de aves y mamíferos a acercarse a poblados y ciudades en busca de oportunidades alimenticias y territoriales.
Sin embargo, esos beneficios ambientales siempre fueron temporales y con la relajación del confinamiento han comenzado a disiparse. Ahora, algunos expertos temen que el mundo se adentre a un futuro con aun más tráfico, más contaminación, más urbanización y un cambio climático que empeora. Es demasiado pronto para saber si ese escenario sombrío se desarrollará completamente, pero las señales preocupantes parecen estar creciendo en todo el mundo.
Emisiones y cambio climático
De acuerdo a la Dra. Corinne Le Quéré (directora del Centro Tyndall para la Investigación del Cambio Climático, Reino Unido) a principios de abril de 2020, con los cierres generalizados, las emisiones globales diarias de carbono se redujeron en un 17% en comparación con el 2019. Sin embargo, para principios de junio las emisiones eran tan solo un 5% más bajas, a pesar de que la actividad normal aun no se había reiniciado por completo.
En su reciente estudio titulado "Tan pronto como se liberen las restricciones, volvemos a donde estábamos", la Dra. Le Quéré afirma que "seguimos teniendo los mismos coches, las mismas carreteras, las mismas industrias, las mismas casas y seguimos usando mayormente combustibles fósiles", y agrega "el riesgo de que la producción de carbono incluso pueda superar los niveles previos a la pandemia es muy alto". De hecho, durante la crisis financiera de 2007-08, las emisiones también se redujeron, aunque luego se recuperaron rápidamente.
La cantidad drásticamente creciente de desechos sanitarios es otro de los resultados negativos del Covid-19. Estos desechos se convirtieron en una nueva forma de contaminación global. Se registró un aumento significativo en la generación de desechos sanitarios en las instituciones de salud (de 10 a 20 veces) en todo el mundo, particularmente de barbijos y guantes. El aumento de basura producto del coronavirus también afectó a los sistemas de gestión de residuos domésticos. La reducción de empleo/trabajadores aminoró los esfuerzos de reciclaje, lo que agravó aún más los desafíos en la recolección y eliminación de desechos generales.
El sentido común sugiere que sería paradójico que la pandemia pueda aparejar ciertas consecuencias ambientales positivas, siendo que su propio origen sería consecuencia de la continua degradación de los ambientes naturales (deforestación, expansión de la frontera agrícola y urbana u otras actividades humanas). Degradación que propicia el contacto entre humanos y animales silvestres, potencialmente hospedadores de virus patógenos.
Este fue el caso del SARS y probablemente también lo sea de este coronavirus emergente. Salud y ambiente van codo a codo, un medioambiente degradado directa o indirectamente reduce el bienestar y la salud de las personas. Un confinamiento forzado no deja de ser tan solo un alivio momentáneo de la presión antrópica sobre el ambiente, presión que lamentablemente parece renovarse con más fuerza al liberarse las restricciones paulatinamente.