Durante la inundación de 2003 el Ejercito Argentino jugó un papel crucial. Las tropas del Liceo Militar "Grl. Belgrano", del destacamento de vigilancia "Guadalupe", del Batallón de Ingenieros Anfibios 121 y del Batallón de Ingenieros 1 -estos dos últimos en Santo Tomé- dieron apoyo a una comunidad desesperada. Además de las dependencias locales, el Comando de la Brigada Blindada II y la Compañía de Ingenieros Blindados II (Entre Ríos), junto a ingenieros de Buenos Aires, viajaron hasta Santa Fe para sumarse a los esfuerzos. 20 años después, dos suboficiales que participaron de esa labor rememoran aquellos días.
Hugo Garbeza es suboficial mayor retirado y con ese grado, aunque en actividad, estaba destinado en el Batallón de Ingenieros 1. Como el 27 de abril había elecciones, estaba camino a San Cristóbal para ser auxiliar del jefe de seguridad de ese sector. "Recuerdo que cuando íbamos hacia el noreste, llovía copiosamente y desde hacía varios días, nos entristecía ver el ganado sobre las vías del tren o amontonados en pequeñas alturas, todo era agua al costado de la ruta e imaginábamos que todo ese caudal se vertería sobre el Salado", dice y agrega que "en los campos se había perdido todo y era tema de conversación". También menciona lo difícil que se tornaba ingresar a las localidades.
Apenas finalizada la misión electoral, Garbeza recuerda que les ordenaron ir a Santa Fe. "Cuando llegaros al batallón, el día 28, se nos ordenó preparar rápidamente el material, lanchas de asalto y vehículos, porque ya se preveía que el agua iba a traer problemas y nuestra gente de eso sabe mucho", debido a que ya habían participado de evacuaciones en las zonas de La Guardia, Colastiné y Alto Verde, al margen de las capacidades propias de los militares del arma de ingenieros".
"Ante esa orden y pese a que recién llegábamos, nos liberaron para constatar que nuestras familias se encontraban bien y regresar para el alistamiento", rememora Garbeza. En su caso, los suyos estaban bien porque vivían en una zona muy elevada. Aprovechó aquellos momentos para ir a ver el río con sus hijos y reconoció que "daba miedo como el agua movía el puente carretero y temíamos por las defensas de Santo Tomé". Sin embargo, comenta que "hubo muchos camaradas a los que el agua les destruyó todo, así como también familiares de soldados que pertenecían a nuestro batallón".
Mirá tambiénLo que el Salado no se llevó: el relato de 26 días de terrorAnte el desastre desatado por el agua que ingresó en un sector de defensa inconcluso, los militares "salieron rápidamente a evacuar a la gente que estaba atrapada en los techos de sus casas, uno de los lugares más complicados fue el Hospital de Niños, por el cuidado que había que tener con los internados", recuerda hoy Garbeza.
"La gente a la que asistíamos con alimento o abrigo nos agradecía enormemente y nos pedían que no los abandonáramos", recuerda el militar. "Muchos botes llevaban el único alimento del día y agua para los que no habían salido por quedarse a cuidar lo poco que tenían sobre los techos".
Así como algunos colaboraban, había pícaros. En ese sentido, Garbeza recuerda que "la gente estaba desesperada". Por ese motivo "en algunas casas siempre se quedaba alguien de custodia, porque durante la noche había gente que aprovechaba el desastre para robar". También recuerda que había "una especie de estado de alerta a cargo de las fuerzas de seguridad, quienes patrullaban con botes y reflectores durante la noche para mantener el orden".
El suboficial nacido en Paraná dice: "Lo más duro para mí fue durante los repartos de raciones frente al distrito militar". Esa labor la llevó a cabo "durante más de un mes y después de que la evacuación terminó". Sobre aquellas imágenes cuenta que "se veía a padres y madres con sus hijos prendidos, haciendo fila para recibir las cajas de alimentos que nuestra gente traía del Puerto a los lugares de entrega". Y agrega: "Nos causaba mucha pena e impotencia de no poder hacer más por ellos".
Mirá tambiénFalleció Ana María Salgado, una de las mujeres protagonistas de la inundación de 2003La emergencia forzó una comunión entre las Fuerzas Armadas y la sociedad civil, ya que para el despliegue militar "la ayuda civil fue muy importante: todos los que tenían una embarcación salieron a rescatar gente, fueron momentos muy dolorosos, el ver familias llorando por sus hogares bajo el agua", rememora Garbeza, y cuenta que "los medios utilizados eran camiones, todo tipo de embarcaciones como lanchones de asalto, lantanas, botes de goma, maquinas viales utilizadas en las defensas del sur para abrir brechas y tratar de drenar hacía el río toda el agua posible ya que la defensa del sur era una trampa y solo salía el agua a la altura del puerto, zona baja del parque Sur; donde se nos hacía difícil pasar con los vehículos".
Ante la consulta sobre si volvería a exponerse de esa forma, el suboficial mayor Garbeza es contundente: "Al igual que todos los oficiales, suboficiales y soldados en la evacuación y asistencia a inundados en Santa Fe, volvería a hacerlo porque para ello estamos preparados".
"Casi me olvidé de mi familia"
Roberto Fusse también es suboficial mayor retirado del Ejército Argentino. En 2003 era sargento ayudante y comenta que se enteró de las actividades a desarrollar cuando le llegó la orden de despliegue desde la guardia de prevención del Liceo Militar "Grl. Belgrano", donde estaba destinado. Como conductor motorista, realizó actividades casi sin descanso durante 48 horas para evacuar a los vecinos más complicados y retirar sus pertenencias hasta los centros de evacuación.
Recordando aquellas horas, quiso resaltar "la camaradería", dice, "porque casi me olvidé de familia en la voracidad de las actividades". Sucede que Fusse pasaba cada cierta cantidad de horas a revisar cómo estaba la situación en su propia casa, lo hizo a la tarde del día de mayor caos y aún el agua no había ingresado. Cuando notó que hacía rato que no pasaba nuevamente, ya había pasado la medianoche. Entonces el agua ya había ingresado, por lo que trasladó a los suyos a los alojamientos del Liceo Militar. En ese trajín es que menciona la llegada de un sargento y dos soldados, que no estaban convocados, para ayudarlo "de corazón" a poder retirar también parte de sus pertenencias que, sólo y con sus niños, le hubiera sido imposible.
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