El curioso adiós al último farol a kerosén de Santa Fe: entre la nostalgia y la modernidad
El Litoral publicó en 1962 un artículo "de despedida" a un farol que estaba ubicado en la esquina de Urquiza y calle Corrientes. Fue el último que estuvo en pie en esta ciudad. Se venía la pavimentación de la transitada avenida, símbolo de la llegada de una nueva época moderna.
El curioso adiós al último farol a kerosén de Santa Fe: entre la nostalgia y la modernidad
Hurgando en las centenarias páginas de este diario, uno puede encontrarse con una especie de elegía, de responso, algo así como una oración fúnebre de despedida. Se trata de un artículo literario donde se rememora al último farol a kerosén que quedó en pie en la ciudad de Santa Fe.
El artículo se publicó un martes 3 de abril de 1962, y llevaba por título: "Retorno por un instante al pasado en una vieja esquina de la ciudad". Era la intersección de Urquiza y Corrientes donde se encontraba la antigua luminaria, definida en la nota como "el último testimonio vivo de una época que fue definitivamente hacia un pasado romántico, que duerme rodeado del suave perfume de la evocación".
En la foto que acompaña el artículo, se ve una mujer de espaldas, cruzando por esa esquina donde estuvo ese "simple pedazo de hierro forjado, que alguna vez sostuvo un farol a kerosén, y que alumbró débilmente" esa intersección urbana. Es la imagen del pasado, dice el epígrafe, y refuerza ese concepto: el dolor de ya no ser.
En el imaginario popular hay toda una mitología alrededor de la figura del farol, y que proviene de la porteñidad. La iconografía cultural más recordada es la del compadrito de los arrabales apoyado contra farol a kerosén, el sombrero recaído sobre un costado de la cabeza, las manos en los bolsillos y un pucho a un lado de la boca, apenas sostenido por la comisura de sus labios. Desde arriba, la tenue sombra recayendo sobre su figura y haciendo sombra sobre la calle de adoquines.
También, vale repasar algunas letras de antiguos tangos: "Farol, las cosas que ahora se ven; farol, ya no es lo mismo que ayer (…) Tu luz, con olor a cigarrillo, fue perdiendo luz y brillo, y es una cruz", escribieron Homero y Virgilio Expósito. Es una suerte la elíptica resistencia a la llegada de la modernidad y de reivindicación del pasado.
Además, el farol aparece como un subrepticio lugar de encuentro amoroso, y como el único "compañero" del enamorado que siempre está esperando, solitario, a su amada: "Farolito de papel, que alumbraste mi bulín, con la luz amiga y fiel, de amoroso berretín. Otro lado alumbrás hoy, te apagaste para mí, Y yo a oscuras aquí estoy, solo, 'pato' y hecho un gil".
En Santa Fe, los viejos faroles eran acaso lugares de encuentro social en aquel entonces: de amigos que se preparaban para salir de curda, incluso de amantes furtivos quienes no debían ser vistos por nadie. La nota de este diario narra, en términos narrativos y literarios, además de la melancolía por el pasado que representó ese farol, la tensión con el presente, con la llegada de la modernidad.
"Sudábamos curioseando por las obras de remodelación de la Av. Urquiza, cuando al levantar la vista ya no lo vimos. Un montón de escombros era todo lo que quedaba de aquella esquina sin ochava y entre ellos, tirado, estaba el viejo sostén. Recordamos entonces que alguna vez hicimos tornar una foto para perpetuar lo que algún día el progreso habría de llevarse para siempre. Y es por eso que hoy, renunciando a la otra foto, a la actual, damos (en el artículo) la que sólo representa el recuerdo de aquel Santa Fe que se va arrinconando en los suburbios, que vive aún en alguna vieja casona del sur".
Archivo El Litoral El artículo aludido, publicado por el diario El Litoral el 3 de abril de 1962.
El artículo aludido, publicado por el diario El Litoral el 3 de abril de 1962.Foto: Archivo El Litoral
Sombra y contraste
Y ahora, el artículo reconoce la llegada de la modernidad, arrumbado en el "hondo pesar" de aquel farol que ya no está y no volverá. "Y cuando la nueva avenida (Urquiza) tenga su pulcro asfalto, sus veredas uniformes, sus altas columnas desde donde parten los blanquísimos chorros de la nueva luz, tal vez una sombra irreal proyecte las formas de un hombre y una escalera (es que así se cargaban, con trabajo humano, los faroles a kerosén de otrora) que al llegar debajo de un radiante foco de gas de mercurio (…) es posible que un destello de luz fugaz se lleve a esas vagas formas hacia un sitio muy lejano", es decir, el pasado total e inexorable.
Y quizás, de ocurrir eso, -prosigue la crónica-, "la sombra errante de un viejo farolero ascienda lentamente por la escalera, sin final hacia las brumas definitivas del olvido", culmina.
Entre el ayer y el hoy, donde las luces de la luminarias son de led, que tienen una tecnología de punta y que permite ahorros en los consumos del alumbrado público, la recuperación de un tiempo que ya no existe permite entender que ese pasado no deja de interpelar y de constituir el acervo de una historia bien santafesina, propia e íntima.