¿Déficit o deuda? El concepto de hábitat en el trasfondo del acceso al techo propio
Dónde construimos, qué construimos, con qué materiales e insumos, con qué servicios completamos la edificación. Una especialista aporta respuestas a estas preguntas para redondear el concepto de vivienda y hábitat y más aún, de deuda habitacional, distinto y bastante más complejo que el déficit.
Flavio Raina Desafíos: Casi el 100 por ciento de la población de la ciudad capital es urbana.
De afuera hacia adentro, de la aldea global al barrio, de mayor a menor pero sólo en términos cuantitativos y no de valoración. Así plantea Sara Lauría el complejo tema de la vivienda pero desde un contexto más amplio del hábitat, y el déficit habitacional asociado a la pobreza urbana. Porque esa última condición, la urbana, es la que atraviesa buena parte de la problemática: en el mundo, el 56% de la población vive en ciudades; en la ciudad de Santa Fe, el 99,9%.
Lauría es, para resumir, Docente extensionista e investigadora de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad Nacional del Litoral (UNL). Y suma su perspectiva sobre un tema que en forma periódica abordamos desde El Litoral, como es el acceso a la vivienda. Hay respuestas a preguntas simples, sí, pero también un diagnóstico sobre los factores que conducen a la situación actual y un buen contexto geográfico y social para comprender por qué pasa lo que pasa.
Gentileza: Juan Martín Alfieri Sara Lauría, docente e investigadora de la UNL.
Sara Lauría, docente e investigadora de la UNL. Foto: Gentileza: Juan Martín Alfieri
-¿Qué aportes puede hacer la universidad a la problemática del déficit de viviendas?
-Es difícil pensar o intentar explicar el problema de la vivienda separado del contexto más amplio que la contiene que es el hábitat, entendido como el lugar donde vivimos y desarrollamos todas nuestras actividades. Preferimos entonces hablar de deuda habitacional, que es un problema más complejo que el déficit medido sólo en términos cuantitativos, porque se relaciona con las posibilidades de acceso a una serie de bienes y servicios elementales que necesitan las personas para vivir y desarrollarse en sociedad. Nos referimos a la vivienda adecuada y asequible con tenencia segura; al suelo urbano, porque éste es el soporte y base de toda construcción; y a las condiciones de localización en términos de accesibilidad a infraestructura, movilidad, transporte, conectividad, educación, salud, espacios públicos, de trabajo, de sociabilidad y comercios.
Desde esta perspectiva, la vivienda es un elemento fundamental en la creación de ciudad y comunidad, que adquiere dimensión real en la complejidad y multidimensionalidad de la estructura sociocultural y urbana y las posibilidades de acceso justo a bienes y servicios básicos de calidad para el "buen vivir".
En nuestro país, al igual que en el resto de Latinoamérica, las ciudades han crecido y se han desarrollado en un contexto caracterizado por la pobreza y la exclusión de los sectores populares, de ingresos bajos y medios para acceder a los mercados formales de la tierra y la vivienda, con la consecuente ocupación informal en áreas marginales o no aptas para residencia, aumentando el riesgo por desastres naturales producto del cambio climático. Además, la persistencia de políticas de entrega de viviendas por sobre lógicas de planificación del crecimiento de la ciudad, así como malas decisiones tales como la construcción de casas en áreas desprovistas de servicios -donde los terrenos son más baratos- alejadas de las áreas comerciales y los lugares de trabajo agravan las condiciones de movilidad. Como resultado se ha producido un territorio económicamente desigual, socialmente excluyente, espacialmente segregado y ambientalmente insostenible.
Nos definimos entonces por un enfoque interdisciplinar del hábitat en sus múltiples dimensiones: social, cultural, económica, ambiental y de derecho. La diversidad y complejidad del habitar y de la dinámica de los fenómenos urbanos y territoriales confirman el valor del conocimiento como instrumento para explicar y comprender la ciudad desde una perspectiva integral. La universidad puede aportar a la construcción de un hábitat inclusivo con mejores condiciones para el buen vivir, contribuyendo a partir del conocimiento y el pensamiento crítico, al diseño de soluciones creativas e innovadoras a las problemáticas habitacionales.
La UNL cuenta con masa crítica para colaborar en la formulación, monitoreo y evaluación de políticas públicas, realizar estudios especializados, establecer criterios ambientales para el diseño y la construcción, aplicar investigación a la resolución de problemas concretos en temas vinculados a la gestión del hábitat, el suelo, la vivienda, la planificación, el ordenamiento y desarrollo urbano-territorial sustentable.
-¿Cómo podrían adaptarse las construcciones a las nuevas realidades sociales y familiares? Hogares uniparentales, familias ensambladas, jóvenes, personas que viven solas.
-Somos diversos todo el tiempo y durante toda la vida… Recuperando la idea de Josep Montaner de que "cada uno de nosotros y cada una de nosotras tenemos muchas identidades a lo largo de nuestras vidas y la vivienda nos ha de albergar en nuestras diferencias", la cada vez más diversa y menos jerárquica sociedad del SXXI nos impone el desafío de hacer casas inclusivas, no condicionantes de los roles de género, posibilitantes de relaciones de igualdad, con menos barreras y más flexibilidad funcional, que permitan realizar modificaciones o adecuaciones a una enorme variedad de modos de vida y formas de convivencia.
La evolución del concepto de "familia tipo", los hábitos de las nuevas generaciones, los avances de las TIC, como así también la urgencia de la crisis climática y de salud, nos exige el replanteo a fondo de los modelos de urbanización y vivienda.
En esta línea, la incorporación de criterios de flexibilidad, adaptabilidad, transfuncionalidad y desjerarquización de los espacios es clave para la adaptación del proyecto de hábitat y vivienda a las nuevas realidades sociales y familiares que, en congruencia, debe hacerse desde un enfoque integral, centrado en el derecho, en el marco de un modelo de inclusión y con perspectiva de género y sustentabilidad ambiental.
Re-pensar y re-definir lineamientos programáticos hacia el diseño de soluciones habitacionales más adecuadas a las necesidades, diversidad y dinámica de la gente, implicará el replanteo de los esquemas rígidos de organización formal, espacial y funcional en congruencia con los nuevos modos de habitar, como así también la reformulación de los estándares de calidad de los espacios, incorporando criterios de economía y sostenibilidad de recursos, materiales y tecnologías de construcción alternativas.
-¿Cómo incorporar el tema ambiental en el diseño de viviendas? ¿Es una estrategia económicamente accesible?
-La cuestión de la sustentabilidad urbana y habitacional no nos deja margen para no hacer los esfuerzos que sean necesarios a fin de incorporar la dimensión ambiental a los principios de diseño en las distintas escalas y etapas de producción del espacio construido. Para que nos demos una idea, en las ciudades aproximadamente el 70% del suelo se destina a vivienda; la construcción utiliza más del 70% del consumo eléctrico, casi el 50% de la energía y emite un 47% de dióxido de carbono, que sumado a la creciente demanda de recursos y producción de desechos, nos permite dimensionar la magnitud del impacto ambiental de la construcción.
En este panorama, el desarrollo urbano enfrenta grandes desafíos en términos de igualdad social y sustentabilidad ambiental. Por eso, la incorporación de pautas, lineamientos y criterios ambientales al diseño urbano, la construcción de viviendas y edificios es motivo de búsqueda permanente de alternativas, principalmente aplicadas al uso del suelo, el ahorro de energía, el agua, los materiales, tecnologías y procesos constructivos, con el fin de reducir el consumo desmedido de recursos.
A escala urbana y territorial, la incorporación de las reservas naturales urbanas y los corredores verdes al sistema de parques y espacios verdes públicos; carriles exclusivos, bicisendas, iluminación led; cintas verdes en veredas, retardadores pluviales; separación diferenciada de residuos, huertas urbanas, mercados barriales, economía verde y azul, barrios o distritos autoabastecidos, son algunos buenos ejemplos para contribuir a la sostenibilidad ambiental y el mejoramiento de la calidad de vida y del hábitat urbano.
En el proyecto y construcción de la vivienda, los ejemplos de arquitectura bioclimática son el punto de partida hacia una variedad de posibilidades a favor de la sustentabilidad ambiental sin perder calidad, confort y salubridad. Entre los principales criterios y dispositivos están la adecuada conformación del espacio habitable a partir de la ocupación eficiente del terreno, la consideración de los recursos climáticos (sol, lluvia, vientos, vegetación) en el diseño, disposición y orientación de la casa o edificio, aprovechando la iluminación y ventilación natural; la incorporación de techos/terrazas verdes, jardines verticales; la utilización de materiales disponibles localmente, reciclables y aptos para la bioconstrucción (madera, piedra, tierra); el uso de dispositivos que favorezcan la eficiencia energética (paneles solares, artefactos de bajo consumo), el ahorro en el consumo de agua mediante el almacenamiento y reutilización del agua de lluvia (tanque recolector); entre otros.
"Construir sobre lo construido"
"Hoy el mayor desafío está planteado en términos de 'construir sobre lo construido', desde el sentido del habitar contemporáneo y la función social y ambiental que tiene la vivienda en el proceso de producción de la ciudad y construcción sostenible del hábitat", concluye Sara Lauría. E indica que "para la consecución de tales objetivos resulta clave la planificación urbana integral y participativa, de modo de orientar buenas prácticas y soluciones alternativas que no queden sólo en el plano de lo técnico, sino que puedan alcanzar apropiación social y, consecuentemente, sostenibilidad".
La ciudad, los espacios públicos, el patrimonio cultural, urbano y arquitectónico, el paisaje de sus barrios, calles, plazas, casas y edificios, las arquitecturas, los diseños, todos conforman un abanico amplio y diverso de conocimientos e instrumentos proyectuales para explorar y diseñar alternativas a la problemática habitacional.
Tenemos que pensar la crisis como una oportunidad para re-construir espacios, ciudades y territorios resilientes y a escala humana, con entornos físicos accesibles, seguros y sustentables, y casas con capacidad para adecuarse a las diferentes etapas y diversas formas de vida y convivencia.
Perfil
Sara Lauría es docente extensionista e investigadora de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad Nacional del Litoral. Codirectora del proyecto de investigación "Territorios Creativos - Oportunidades de Aprendizaje. Diseño, Arte y Tecnología para un desarrollo sostenible" (CAI+D 2020, FADU, UNL). Directora del Observatorio de Cooperación Ciudad-Universidad (AUGM-Mercociudades). Directora del proyecto de extensión "Munigestión" (SPU 2018, UNL). Profesora de la cátedra Tesis de Graduación. Secretaria de Fortalecimiento Territorial de la UNL
La vida (y la obra) post pandemia
- ¿La pandemia dejó en evidencia nuevas necesidades en materia habitacional?
- En las ciudades, las consecuencias sanitarias, económicas y sociales producto de la covid agravaron el problema habitacional, porque sin una vivienda adecuada y unas condiciones mínimas de habitabilidad no es posible cumplir con las medidas de bioseguridad, distanciamiento y buenas prácticas de higiene. En primer lugar, la pandemia ha impactado con mayor crudeza en los sectores de ingresos bajos y medios, aumentando la demanda y urgencia de soluciones integrales, como así también el riesgo de la población más vulnerable: pobres, mujeres, niñas, niños, ancianas, ancianos y personas con discapacidad son quienes sufren las peores consecuencias.
Por otro lado, la obligación de quedarse en casa y el temor al contagio han puesto en crisis las relaciones de convivencia y la vida urbana, evidenciando las limitaciones tanto de los edificios y espacios públicos como del ámbito doméstico para responder a una variedad de actividades, necesidades, formas de vida y modos de relación de las personas en el espacio físico.
La casa pasó a ser ámbito de trabajo, estudio, realización de ejercicios físicos, juegos o prácticas ociosas que no encuentran aire, luz ni espacio adecuado en las superficies mínimas de los lugares de estar, dormitorios, cocinas, baños, pasillos, patios, balcones y terrazas; peor aún para quienes viven en asentamientos informales en condiciones de hacinamiento, precariedad urbana y edilicia.
Los primeros meses de convivencia con el virus el déficit de espacios verdes y las veredas angostas vieron desbordada su capacidad para responder a una variadisima superposición de usos en contraste con calles y avenidas vacías; la ciudad extendida en barrios de casas bajas, generalmente alejadas de las áreas que concentran las actividades de producción, consumo y culturales; la falta de equipamiento urbano y comercio de cercanía, entre otras tantas necesidades urbanas no satisfechas advierten sobre el agotamiento de un modelo de ciudad que, en la actual coyuntura, no ha hecho más que intensificar condiciones preexistentes, reclamando una vez más un cambio de paradigma en la configuración de la ciudad de acuerdo a los nuevos modos de habitar.
En esta línea, la Agenda 2030 y los ODS de Naciones Unidas, así como los lineamientos de Hábitat III y la Nueva Agenda Urbana constituyen los marcos de referencia para el desarrollo urbano sostenible y el logro de una vivienda adecuada para todos, mediante la construcción de ciudades compactas, conectadas, integradas e incluyentes:
En definitiva, ciudades resilientes, producto de una planificación espacial integral y participativa de distintos actores (estatales, sociales, territoriales y académicos), mediante un abordaje orientado a la demanda de sectores que no pueden acceder a una solución habitacional a través del mercado inmobiliario, con soluciones que atiendan a la diversidad y particularidades locales y regionales; la generación de espacios públicos de calidad que favorezcan la salud e higiene comunitaria; la incorporación de criterios de sustentabilidad ambiental a los procesos productivos de la construcción, el impulso de las economías locales y generación de empleo; la construcción de infraestructuras de calidad y promoción del uso de dispositivos de recuperación de energías renovables para la reducción del riesgo de desastres ante el cambio climático.