Cuando Juan Ignacio Bergamasco tenía dos meses, sus papás Cecilia y Francisco recibieron la noticia de que iba a necesitar un trasplante de hígado. “Fue un desconcierto total. Nos dijeron ‘trasplante’ y se nos vino el mundo abajo. Juani era un bebito indefenso”, recordó su mamá, Cecilia Carrieres.
El miedo y las dudas invadieron al matrimonio. “No conocíamos del tema y teníamos mucho miedo al trasplante, a la cirugía, al posible rechazo del órgano, a las complicaciones”, contó Cecilia.
Los padres se informaron por Internet y consultaron a los médicos. Pero lo que más los ayudó fueron las experiencias de otras familias que ya habían pasado por lo mismo. “En la sala de espera del hospital Italiano hablamos con otros papás y vimos chicos de 8 años, que fueron trasplantados de bebitos y que hacen una vida normal. Eso nos cambió la cabeza”, reconoció.
Además, la seriedad y profesionalismo de los médicos y del Incucai contribuyeron a disipar las dudas. “Cuando vas conociendo que una persona trasplantada puede tener una buena calidad de vida, los temores empiezan a diluirse”, explicó Carrieres.
Después de 10 meses de espera, apareció el hígado que Juan Ignacio necesitaba. “Nos llamaron a las 23:30 y nos pidieron estar en Buenos Aires a las seis de la mañana. Viajamos y Juan Ignacio recibió un órgano completo. A partir de ese momento, empezamos una nueva vida”, relató.
Con sólo un año y cinco meses, Juani fue trasplantado y su crecimiento repuntó. “Antes no dormía, casi ni comía, no hablaba ni gateaba. Ahora camina, come, habla... todo su crecimiento lo hizo post trasplante”, comparó su mamá.
Cecilia perdió su trabajo y se instaló en Buenos Aires. “Mi marido trabaja en Santa Fe y viaja todas las semanas. No es fácil llevar adelante lo económico y, además, estamos solos y lejos de nuestros afectos”, lamentó.
Por complicaciones en la irrigación del hígado -entre otras-, Juan Ignacio necesita un retrasplante y hace seis meses que está en lista de espera. Pero ahora la familia ve las cosas de otra manera. “Cuando fue el primer trasplante, queríamos demorarlo porque teníamos miedo. Ahora estamos desesperados porque llegue el día porque sabemos que va a mejorar la calidad de vida de nuestro hijo”.
Por último, Cecilia expresó su agradecimiento a los médicos y personal del hospital Italiano, a todos los que apoyaron a Juani y, sobre todo, al donante y su familia. “Quiero agradecer la valentía de los padres de ese nene o esa nena de desprenderse, aceptar y dar tanto amor al prójimo, porque de eso depende la vida de nuestro hijo”, concluyó emocionada.