Nicolás Loyarte
En la mayoría de los casos, la víctima sufre secuelas de por vida. Los más vulnerables son niños menores de 5 años atacados en cabeza, rostro y cuello.
Nicolás Loyarte
nloyarte@ellitoral.com
@nicoloyarte
Las siguientes cifras son marcas, huellas de tarascones, secuelas para toda la vida y en algunos casos, ataques que provocaron la muerte de niños de nuestra ciudad y zona.
Desde principios de año hasta el 31 de octubre, 257 menores de edad ingresaron a la Guardia del Hospital de Niños heridos por ataques de perros. A estas cifras, se deben sumar los casos todavía no cuantificados por las estadísticas del hospital, como el de una niña de 2 años atacada por un pitbull el domingo pasado.
La nómina es aún más escalofriante si se mira hacia atrás. El año pasado fueron 372 los niños lesionados por perros, los que fueron atendidos en el Hospital Alassia. En 2014, 422 víctimas indefensas. Y en 2013, 391 niños que pasaron por el hospital tras ser atacados por perros. Estos datos demuestran que pese a las campañas de concientización de la población, el problema sigue latente, crece, y las estadísticas no se reducen.
“No hay que ser médico o estadista para saber que son números preocupantes”, expresó esta mañana la doctora Mariela Allassia, directora asociada del Hospital Alassia. “Estamos hablando de estadísticas de niños que recibe este hospital, a las que se deben sumar los casos de pequeños que concurren al Hospital Mira y López, que atiende muchísimos de estos casos ocurridos en el norte de la ciudad”, agregó.
Una de las principales características que se repite en los casos cuantificados por el Alassia es que “la mayoría de los niños atendidos fueron atacados por perros de la familia”, explicó la doctora Allassia, y agregó luego: “Por ello es muy importante que este mensaje le llegue a los padres, para que reflexionen que los niños son los más susceptibles de sufrir heridas de consideración”.
Blanco de ataques
“Está visto que los más vulnerables son los menores de 5 años, que por sus características anatómicas sufren ataques en la cabeza, rostro y cuello. En consecuencia, en la mayoría de los casos requieren intervenciones quirúrgicas y sufren traumatismos”, detalló la directora del hospital.
—¿Cuánto le cuesta al Estado curar a los niños que llegan al hospital mordidos por perros peligrosos?
—Es difícil dimensionar el costo de lo que significa la atención de estos pacientes. Sabemos que muchos requieren asistencia traumatológica, de cirugía, y el hospital tiene guardia permanente de estas especialidades, por lo que los pacientes concurren aquí. Esos servicios, entre otros, tienen altísimos costos, porque hay especialistas las 24 horas, además de los pediatras de urgencias, que son los que los reciben y derivan. Hay niños que quedan con marcas para toda la vida y, en muchos casos, requieren atención psicológica.
>>> “Ayúdennos”
(Mariela Allassia, directora asociada del Hospital O. Alassia)
Pese a que hay una ordenanza que regula la tenencia de perros de razas peligrosas en la ciudad de Santa Fe, sabemos que en muchos casos no se cumple. Nosotros, como efector de salud, podemos llegar a la población con este mensaje, pero es necesario que todos los actores sociales se involucren.
Los veterinarios manejan mucha información acerca de las razas peligrosas y creo que hay gente muy responsable que asesora a las familias a la hora de elegir una mascota, además hoy existe un gran acceso a la información para que se investigue antes de tomar esa decisión. Invitamos a que antes de tener una mascota, antes de llevar un animal a su casa que puede llegar a ser potencialmente mortal en su ataque, la gente se informe.
Con el objetivo de hacer prevención, debemos decir esto y llamar la atención a la población y a los demás actores sociales, ayúdennos.
La primera acción del pediatra es concientizar a la familia. Lo primero que les decimos es que si tienen un perro de raza peligrosa, los niños deben jugar siempre ante la presencia de un adulto, y esto no será suficiente, porque puede atacar.
Es una problemática social compleja en la que no hay un solo responsable. Es el Estado, la sociedad (las familias), los profesionales veterinarios y nosotros como efectores de salud, que podemos alertar —como lo estoy haciendo— y realizar campañas de concientización social.
A quienes nos dicen que conviven, que duermen y comen con las mascotas, les decimos que la conducta del animal es impredecible. Es como subir al auto, no colocarse el cinturón y circular a toda velocidad por la ciudad. Estoy jugando al azar.