Diego Golombek: "En la ciencia no existen preguntas disparatadas"
La investigación profesional pero también el pensamiento científico como un juego y sin solemnidad, los condicionamientos educativos, la pandemia, comunicación como requisito y hasta la cocina como centro experimental, en esta charla.
Diego Golombek: "En la ciencia no existen preguntas disparatadas"
Diego Golombek es Biólogo, divulgador científico y, como tal, autor de numerosos libros; especialista en Cronobiología, profesor de la Universidad Nacional de Quilmes e investigador superior del Conicet. Todo esto figura en un currículum acotado que se puede rastrear en cualquier sitio web.
Quienes fueron a escucharlo hablar en pleno bulevar Gálvez, el viernes, en el marco de La Noche de las Ideas, ya sabían todo eso y también que podrían encontrar algunas respuestas o, mejor, nuevas preguntas acerca de la ciencia. De la ciencia y lo lúdico porque la conferencia fue compartida con "Chiqui" González con la consigna "El juego como descubrimiento".
De todo esto y de la pandemia, del (poco) espacio que tiene la ciencia en los grandes medios de comunicación, de las propuestas electorales en una materia que a veces se desconoce pero que puede marcar el pulso del desarrollo de un país, va esta charla con El Litoral. Que termina, de alguna manera, con un juego.
- Qué desafío unir juego y ciencia, que parecen conceptos tan distintos.
- No te creas.
Diego Golombek junto con "Chiqui" González el viernes en La Noche de las Ideas, organizada por la Municipalidad y la Embajada de Francia. Aquí, junto al moderador, Paulo Ricci. Créditos: Pablo Aguirre
- ¿Será que hay que perderle el miedo a la ciencia?
- Sin dudas. Lo que pasa es que confundimos ciencia con investigación. La investigación es la ciencia profesional, es lo que hago en mi laboratorio, lo que hacen mis estudiantes, lo que hace el sistema científico. Y es seria pero no solemne; tiene que alejarse de la solemnidad para encontrar esos huecos donde hay nuevas ideas y formas de mirar el mundo. Pero así como está la investigación, está la ciencia como una mirada lúdica y curiosa sobre el mundo, que no es privativa de científicos y científicas; que enriquece la manera de enfrentarse a los problemas, de buscar soluciones y relacionarse con otras personas. Esa parte de la ciencia no profesional es absolutamente lúdica, se trata de robarle secretos a la naturaleza y preguntarnos "qué pasaría si...". Lo hacemos permanentemente, pero nos avergüenza un poco porque pensamos: "mirá si pregunto un disparate". Y no hay preguntas disparatadas en ciencia, son todas válidas y vienen con su cuota de juego.
- La pregunta dispara nuevas ideas.
- Sin duda, la ciencia se hace de preguntas. Una buena pregunta científica es aquella que no se cierra con respuestas, sino que abre nuevos interrogantes. Por eso es un camino que nunca termina.
- ¿Por qué creés que la gente tiene un respeto exagerado por la ciencia?
- Tiene que ver con la educación formal seguramente. Posiblemente la etapa educativa más científica es la inicial, cuando la maestra se tira en el piso con los pibes en el jardín de infantes a conocer el mundo, a entenderlo a través de los sentidos. En la primaria el asunto cambia radicalmente porque casi no hay horas de ciencias naturales que, salvo excepciones, están relegadas a un lugar muy menor.
En la secundaria vuelve la ciencia, pero totalmente compartimentalizada. Ahora es la hora de Física, ahora de Química, ahora Matemática. Son todos mundos distintos, y no es así, porque la forma de mirar al mundo es única. Cada disciplina va a tener sus metodologías pero al ir mucho al dato, a lo técnico en lugar del pensamiento científico generamos fobia. La gente recuerda de la ciencia un pizarrón lleno de fórmulas o, en el mejor de los casos, un laboratorio de Química donde algo explotó alguna vez. Y eso no es la ciencia. El problema está en el recuerdo tan marcado de la ciencia como algo solemne, difícil y sólo para genios. Y la ciencia no es para genios, es para personas apasionadas. Tenés que dedicarte mucho y obsesionarte con alguna pregunta.
- ¿Cuál fue la pregunta que te obsesionó en tu momento para elegir la ciencia como campo de trabajo?
- Mi camino es más bien atípico. Yo no era un joven naturalista que perseguía mariposas; venía por el arte, la comunicación, la música. No sé cómo aparecí en una carrera científica; tal era así que no me iba bien porque no me terminaba de gustar, hasta que algo hizo clic. Claramente algo me empezó a apasionar: en mi caso fue el cerebro, sus funciones y particularmente la noción de que hay tiempos dentro del cerebro. Como a todos, la noción del tiempo siempre me fascinó: hay tiempo para atrás, para adelante, es eterno, no es eterno. Y de pronto, también era parte de la biología; desde entonces me dedico a buscar ese tiempo perdido en el cerebro con distintas perspectivas y metodologías.
- ¿Encontraste la respuesta a esa pregunta que te obsesionaba?
- No, ni ahí, porque es una pregunta científica que nunca se acaba.
- ¿Y a la divulgación científica cómo llegaste?
- En cierta forma es una conclusión lógica de esa vida pasada. Empecé a trabajar en periodismo a los 15 años cuando contesté un aviso en un diario y me tomaron. A partir de entonces trabajé mucho en comunicación no científica sino cultural, deportiva, general, lo que fuera. Con el estudio de ciencias pude reunir los dos mundos en el mismo lugar para hacer ciencia y contarla desde esta perspectiva más humanista, con mucho arte, literatura, música, teatro. En este momento me sentiría incompleto si hiciera ciencia sin contarla o si la contara sin hacerla.
- ¿Qué es primero: la idea o la palabra para contarla?
- Tienen que ir en simultáneo. Pero antes de la idea y de la palabra sin duda viene la rutina, el trabajo obsesivo. Si tuviera que resumir cómo aparecen las ideas diría que es trabajo-trabajo-trabajo-disrupción. El trabajo, esa obsesión de dedicarte mucho a algo y mirarlo desde todos lados es necesario, aunque no garantiza que se te ocurran ideas nuevas. La disrupción sola tampoco: esa disrupción puede ser ir a pasear, dormir, tomar algo con los amigos, lo que fuera que hace que esos conceptos que tenés dispersos y aislados en distintas áreas del cerebro por haber estado obsesionado trabajando se asocian y generan una idea nueva. Sin embargo, ¿qué validez tiene esa idea si no se cuenta? Me parece que muy poca. La ciencia no es ciencia hasta que no se comunica: profesionalmente en los artículos científicos, los papers y congresos, pero también públicamente.
- Públicamente y de manera que se entienda. A veces los papers llegan a ser una carga para los científicos.
- Es nuestra carta de presentación, un modelo que funciona razonablemente bien, hace que avancen las cosas, pero no es comunicación pública. En términos guevaristas diría "hay que endurecerse para no perder la ternura". Es decir, hay que cortar con rigor, pero una vez que está asegurado, que está bien lo que decís porque sos experto en el tema o consultaste a expertos, todo recurso vale. Y hay que usar al máximo los recursos de acuerdo al formato. Si estás haciendo un libro de ciencia, tenés que hacer literatura, analogías, metáforas, personajes. Si estás haciendo un programa de tele, tenés que usar los recursos de la tele. Es, un poco, meter ciencia de contrabando, ciencia donde la gente no se la espera: en el deporte, en los sueños, en la cocina.
- La cocina es un buen lugar para hacer ciencia y mientras cocinás surgen ideas también.
- La cocina claramente es un laboratorio de química, física y un poco de biología que pasa frente a tus ojos: cuando te hacés un té, le echas un chorrito de jugo de limón y el té se aclara, es porque tenes una reacción ácido-base. O te hacés una tostada y se pone de ese color por una reacción química complejísima. La cocina es una gran ventana para contar ciencia porque nos interesa a todos y puede ayudar que la pifiés menos, a que te vaya mejor en las recetas, que te diviertas más. Me gusta mucho la cocina como vehículo para contar ciencia.
- La pandemia posibilitó un acercamiento de la gente a la ciencia; era inevitable, había que saber cuándo estaba la vacuna, cómo se llegaba a tener esa vacuna.
- Con la pandemia todo lo que nos pasó fue extraordinario en el marco de una tragedia donde murió gente y muchas personas la pasaron mal. Pero, de pronto, se le dio cierta visibilidad y gracias a que teníamos un sistema científico sólido salieron muchas cosas en la Argentina. Ahora vamos a hacer una vacuna por primera vez desarrollada acá, pero en ese momento fueron o los kits de diagnóstico, los medidores de CO2, los barbijos.
Pero así como todavía no dimensionamos lo que hizo la ciencia en estos tres años, como secuenciar un genoma en pocas semanas o tener una vacuna en los hospitales en menos de un año, al mismo tiempo se exigió que lo contara de una manera inteligible. De pronto tuvieron más visibilidad inmunólogas, virólogos, bioquímicas, médicos para contar, desde un lugar de conocimiento, qué estaba pasando.
Y algo fascinante que ocurrió es que se estaba contando la naturaleza de la ciencia en tiempo real. Esto tiene ciertas contradicciones porque, tal vez. venía este virólogo y decía lo que se sabía hasta el momento del virus y de cómo se transmitía y tres semanas después decía "ahora sabemos un poco más y no es como te había dicho". Tal vez eso generaba incredulidad pero así funciona la ciencia. Pudimos contar eso en tiempo real y fue extraordinario, incluso para científicos y científicas que tuvieron que esforzarse para contarlo, para usar metáforas, porque hay un fino límite entre usar analogías y decir algo que no es lo que querías decir. Y estuvo muy bien.
- ¿Fue el germen para que esa comunicación entre la gente y la ciencia exista con mayor fluidez?
- Tengo mis dudas en ese aspecto, pero también es responsabilidad de los científicos. No podemos lavarnos las manos y decir "a la gente no le interesa". Si no contamos lo que hacemos, si no colaboramos con los medios ni participamos de actividades comunitarias, no podemos quejarnos demasiado. Contar lo que hacemos como parte de lo que hacemos no es algo en lo que todo el mundo esté de acuerdo. Por otro lado, la lógica de los medios tampoco es muy benévola: en la Argentina tenemos desde hace un tiempo periodistas científicos profesionales extraordinarios, pero no tienen lugar en los medios; en los noticieros de la tele no hay periodismo científico salvo excepciones. Eso ocurre aún frente a la evidencia de que hay interés en el público por la ciencia, de que a veces son las noticias más leídas y figuran en primera plana porque generan interés.
También es cierto que los científicos no tienen por qué saber cuál es la lógica de los medios; entonces dan una nota que después sale con cualquier título o con un pie de foto que dice cualquier cosa. Con periodistas científicos eso no ocurre porque generan una mayor confianza, pero no tienen lugar en los medios.
Mientras tanto tenemos otros temas que van a "explotar": seguimos hablando del cambio climático como una curiosidad, pero la sequía que sufre la Argentina, los cambios de temperatura nos están diciendo algo. Y ahí hay una oportunidad para hablar de ciencia, lamentablemente ligada a tragedias cuando tenemos buenas noticias en la Argentina que no llegan al público.
- Te propongo un juego, ¿qué idea te hubiese gustado que se te ocurriera a vos?
- La mayoría van a ser cosas muy técnicas de cronobiología, que es lo que trabajo. Tenemos una que me gustó que se nos ocurriera: nuestro laboratorio (de Cronobiología de la Universidad Nacional de Quilmes) se hizo famoso hace muchos años cuando demostramos que un excelente tratamiento para el jet lag es el Viagra: salimos en la Playboy, nos dieron premios (en la Universidad de Harvard).
Una de las grandes ideas de la humanidad en términos científicos fue lo que se llamó la revolución verde del siglo XX que refiere a la rotación de cultivos y a que éstos dependen de lo que tengan alrededor para fijar nitrógeno. Esa idea le dio de comer al mundo.
Y en cuanto a lo que hago, que es neuroconciencia y cronobiología, claramente me parece que la idea que está germinando, y no participo ni mucho menos de esto, es que no necesitamos nada extra, nada mágico ni sobrenatural para entender algo tan complejo como la conciencia; nos bastan las leyes fundamentales de la naturaleza. Lo que pasa es que todavía no tenemos las preguntas adecuadas. La conciencia nos queda lejos porque no sabemos qué preguntarle.
Candidaturas y propuestas
- En un año electoral, ¿tendríamos que pedir a las y los candidatos que expliquen sus propuestas en materia de ciencia?
- Sin duda y por muchos motivos. En principio porque algunos jamás han hablado del tema y, más allá de la posición ideológica de cada uno, tienen una postura de bastante desinterés. Sin ir más lejos, el gobierno anterior degradó el ministerio a secretaría y tener un Ministerio de Ciencia es decir que para el Estado esta tiene el mismo rango que educación, salud o economía.
Entonces, hay que preguntar eso y cuáles serían las diez políticas científicas que su gobierno llevaría a cabo. Porque cualquier ejemplo de desarrollo en un país industrializado tiene una base científico tecnológica. Argentina tiene algunos brotes, justamente en áreas donde nos va bien como agrotecnología. Ahí, Argentina destaca.