Buena estudiante, "rockera" y humanista: un perfil de vida sobre "Chuchi" Molina
La precandidata a intendenta de Santa Fe recorrió junto a El Litoral la Facultad de Derecho de la UNL, lugar central en su vida académica: se recibió a los 21 años. Sensible, habló emocionada de su familia, de sus aficiones musicales y literarias. Y de su sueño de desembarcar en el Palacio Municipal.
En los pasillos de la "facu" de Derecho. Fue allí donde Molina decidió empezar a militar en política para "transformar realidades", dice. Crédito: Pablo Aguirre
Una chica de tan sólo 17 años llegó en la década de los '80 desde San Luis, su provincia natal, a la ciudad de Santa Fe. Desde la terminal de ómnibus, algo asustada, se tomó un taxi que la dejó en la vereda de la Facultad de Derecho de la UNL. Traía un bolso "real" con ropa, libros y cosas personales, y otro bolso "imaginario" lleno de sueños. Llovía y llovía. Su madre la acompañaba.
Ocurre que Molina, antes de ser "Chuchi", desembarcó en esta capital cuando cundían épocas oscuras. En ese entonces, la dictadura militar se dedicaba a amordazar y adoctrinar a las universidades, se decía que la mítica facultad que da a Cándido Pujato era "El Silencio de los Cementerios": no había un solo cartel de ninguna agrupación política. Molina muestra un enorme cuadro colocado en la hall de entrada de la facu, en recordación a la Reforma Universitaria de 1918.
La recorrida con El Litoral es, claro, en los pasillos de la Facultad de Derecho, donde la precandidata a la intendencia capitalina se recibió muy rápido de Abogada y, luego, dio clases. En el patio, las mesitas con los estudiantes, sus apuntes subrayados con marcadores flúor, sus celulares, el acné en sus rostros: son ingresantes en su mayoría, estudiantes recién iniciados. "Chuchi" Molina sale de su zona de confort, del cassette que se aguarda de cualquier persona pública, y empieza a develar su costado más humano.
Nació en San Luis y vivió dos años en Buenos Aires, para luego desembarcar en esta capital, la cual la tomó como hija adoptiva y ella, claro, aceptó la invitación con los brazos abiertos. "Al poco tiempo de estar acá me enamoré de esta ciudad y bueno, creo que nos elegimos mutuamente. Me gusta decir que yo elegí para vivir a esta ciudad, y la elegí para tener mi proyecto de vida", cuenta.
Hija única, de familia de clase laburante, su madre estudiaba la carrera de farmacéutica (y por su trabajo nómade vivió dos años en Capital Federal) y su papá, maestro rural. Él se enfermó cuando Molina era muy chica, y luego falleció. Al hablar de su padre, se emociona hasta el llanto. Su mamá se convirtió en jefa de familia.
"Más allá de mis lágrimas, fui una niña muy amada: tenía la figura paterna de mis abuelos, que me ayudaron mucho. Mi infancia fue muy linda por el apoyo que recibí". Es de lágrima fácil, admite. La conmueven muchas cosas, desde las simples hasta las complejas, como las injusticias.
Y luego revelará, en diálogo con El Litoral, que tuvo sus "desencuentros", sus "épocas" con Dios. Fue muy creyente, y misionera del Colegio de Monjas al que asistió. Pero tuvo "sus crisis" con la religión, y hoy se autodefine como "mujer de ciencia" y "profundamente humanista".
Ante la cámara y en el Patio de la Reforma, donde hay mesitas de estudio. Ese patio también es el lugar de peñas y encuentros estudiantiles. Crédito: Pablo Aguirre
Dice sin dudar el nombre de su libro de cabecera ("Mujeres que corren con los Lobos", de Clarissa Pinkola). Cuando tiene un rato libre, se engancha con las series policiales y de suspenso, aunque su favorita es Borgen (que trata sobre el ascenso de una mujer a la presidencia de Dinamarca, y cuya protagonista rompe varios moldes del poder). Le encanta la música: escucha a Las Pelotas, a Spinetta, e incluso fue a ver a Los Caballeros de la Quema, que hace poco tocaron en esta capital. "Sí, soy rockera", revela.
Dice con orgullo que el mejor acierto en su vida fue ser madre (tiene una hija y un hijo), y el hecho de haber elegido la maternidad. Y respecto de qué cosas corregiría si pudiese volver en el tiempo, Molina admite que es muy autocrítica consigo misma, pero desde un lugar proactivo, sin llorar sobre la leche derramada. Hace terapia y asegura que no tendría "ningún problema" en tomar unos mates o un café con los precandidatos que figuran como ella en la carrera a la intendencia.
La militancia
-¿Cuándo decidiste empezar a militar en política? ¿Hubo algún factor desencadenante?
-En mi familia no se hablaba de política, nadie había sido político. Pero creo que quienes tuvimos la gran oportunidad de entrar en una "Universidad del Silencio", en aquellas épocas, fue movilizante. (Hace una pausa y señala.) Mirá, esa es la mítica Aula Alberdi, el aula de las asambleas y las movilizaciones. El Centro de Estudiantes es lo que me movilizó para meterme en la política.
Me recibí a los 21 años. Creo que fui muy buena estudiante, y eso tiene relación con haber nacido en una familia de clase media; es esa conciencia de que hay que esforzarse, sacrificarse. Yo, siendo tan joven, sabía que tenía que esforzarme para retribuir lo que ellos (sus padres) estaban haciendo por mí, que era pagar mi carrera, mis estudios.
A esa edad ya tenía el título de Abogada, y empecé a dar clases. Entonces, entendí desde un primer momento a la política como una herramienta de transformación: no la política desde lo partidario, aunque militaba en Franja Morada (la agrupación estudiantil radical), que además ganaba siempre el Centro de Estudiantes de Derecho. Es una labor noble de servicio, que sirve para transformar para bien.
El género
-¿Te estimula pensar en que de llegar al Palacio Municipal, serías la primera mujer en ser intendenta de Santa Fe? ¿O no ponderás el género como un antecedente histórico en este caso?
-En lo personal no lo veo desde el lugar del sexo porque no tengo una visión esencialista de que "por ser mujer"… Pero sí creo que históricamente tendría un peso relevante. Cuando las mujeres llegamos a determinados espacios de toma de decisiones y de poder, inspiramos a otras mujeres para que también lo hagan. Pensemos en las mujeres escritoras, historiadoras, deportistas, que son fuente de inspiración. En este sentido, ¡cómo una mujer no puede llegar a ser intendenta de una ciudad como Santa Fe!
-Hoy, ¿qué es lo mejor y qué es lo peor de nuestra ciudad?
-Lo mejor es la gente. El santafesino. Yo amo al santafesino y a la santafesina, creo que la comunidad tiene esa historia de emprendedores, de inmigrantes, eso que nos da el crisol, la pluralidad. Pienso que eso es lo que hace que Santa Fe tenga también tanta historia. Y lo peor, creo que siempre es circunstancial, es lo coyuntural. Y lo coyuntural pasa siempre.
La charla se traslada al Patio de la Reforma, que es el lugar de la facu donde hay mesitas llenas de estudiantes, la mayoría del primer año de Derecho, y donde a veces se hacen las peñas estudiantiles, del encuentro entre los chicos.
Los competidores
-¿A qué precandidato o precandidata a la intendencia invitarías a tomar unos mates, o a tomar unos lisos?
-A todos, a cualquiera. Me parece que la política es eso que los vecinos y las vecinas nos piden, y que es el diálogo. Si algo me enseñó de verdad la universidad es que la pluralidad es el diálogo. Quizás después te paso el listado más dividido de con quién me tomaría el café, con quién el liso y con quién los mates (risas). Pero con todos lo haría sin problemas, porque además hay algunos precandidatos que no conozco.
-¿Y hay algún precandidato o precandidata a la intendencia con quien no te tomarías ni un mate ni un café?
-No, para nada. Al contrario. A mí me gusta mucho debatir, y por ahí terminaríamos discutiendo: pero todo debate siempre debe ser con fundamentos y, sobre todas las cosas, con respeto. Con todos y todas mis contrincantes en estas elecciones me tomaría algo, como excusa para dialogar. ¡Ellos pueden invitar también! (risas).
Chuchi Molina en la Facultad de Derecho de la UNL. Crédito: Pablo Aguirre
-Pensemos que hay un espejo imaginario delante tuyo. ¿Cómo te definirías delante de ese espejo, que te reprocharías, en qué aspecto te felicitarías como persona?
-Hoy me felicitaría por haber tomado la decisión de querer ser la primera intendenta mujer de Santa Fe en toda su historia. Creo que ha sido una muy buena decisión, una decisión valiente de parte mía y de parte de todos quienes formamos el equipo de trabajo. Estoy convencida de lo que se necesita en la ciudad no sólo por mi persona, sino por quienes represento y por lo que somos.
Me veo firme y decidida. Con muchas ganas de transformar desigualdades, de poner esa mirada de "cuidadora" que creo que es tan importante también tenerla. Es la mirada transformadora en definitiva. Siempre digo que estudié Derecho porque para mí, esta profesión (la política) siempre fue una herramienta que transforma la sociedad para bien, con mayor igualdad, con menos violencia… Hoy me veo sentada en el Palacio Municipal.
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