"En casa mis viejos me miraban el boletín de notas, pero luego espiaban el de estampillas"
El Litoral recogió tres testimonios de personas que usaron la ya antigua libreta de ahorro postal. Algunos recuerdan aquello como una "decepción" o una "estafa", pero otros desde la añoranza de que el ahorro era la base de las aspiraciones de ascenso social.
Foto de una libreta de ahorro postal original cedida por una vecina. Allí se ve el sello de "saldo convertido" y las "pegatinas" de distintos colores y valores. Crédito: El Litoral
Y como recolectar historias del pasado a veces sirve para entender las complejas partes del presente, El Litoral recogió tres testimonios de personas que utilizaron en la escuela primaria la libreta de ahorro postal (un mecanismo de ahorro en pesos moneda nacional impulsado por la entonces Caja Nacional de Ahorro y Seguro) para, justamente, ahorrar.
Néstor (59 años) rememora aquella experiencia y la comparte. "Recuerdo muy claro que, en mi escuelita de la localidad de Providencia, yo estaba en tercero y mi hermana en segundo grado. Ella era un año menor que yo, y teníamos cada uno esa libreta de ahorro. Comprábamos estampillas en la propia escuela".
En la familia, cuando te daban algún dinero, esa entrega venía con una suerte de "sana advertencia": "Algo así como: 'Ojalá que a esto que te damos no lo gastes todo, sino que lo uses para ahorrar. Y había un beneplácito de nuestros padres cuando nosotros, en lugar de comprarnos golosinas o chocolates, teníamos estampillas en la libreta".
Al final de tercer grado, Néstor tenía casi completa la libreta: "Se sentía cierta satisfacción. Porque mis viejos me miraban el boletín de calificaciones pero también me espiaban la libreta de ahorro postal", sonríe ante el asalto del recuerdo el vecino.
Foto de una libreta de ahorro postal original cedida por una vecina. Allí se ve el sello de "saldo convertido" y las "pegatinas" de distintos colores y valores. Crédito: El Litoral
Pero después, "fue una lección brutal" -subrayó- respecto de lo que transcurrió en la historia política y económica del país. "Lo digo ahora como adulto: una vez más, el Estado Nacional nos mintió, nos estafó, pues nunca pude cobrar el dinero de la libreta postal. Y luego vinieron estafas sucesivas a lo largo del tiempo, pero esa es otra larga historia...", apunta.
Más allá de eso, había cierta idea familiar establecida sobre la necesidad de ahorrar, de ser previsor para el mañana. "Hoy no estoy tan seguro de eso, al menos en nuestro país y mirando cómo está la economía. Pero el concepto de ahorro y resguardo con la mirada en el futuro me sigue pareciendo importante, más allá de la inflación", consideró el entrevistado.
"Y a mi hija siempre le digo que en la medida que pueda tenga sus ahorritos; pero debo explicarle que vivimos en un país con una inflación de 100% anual, y que con lo que vale hoy el peso nacional no va a comprar lo mismo dentro de 10 ó 15 días".
Néstor todavía conserva su libreta de ahorro postal, sólo como la prueba documental de un lejano recuerdo. "A veces la miro y pienso: '¡Cuántos chocolates y cuántos helados hemos dejado en esa libreta y en esas estampillas, sin ninguna devolución!", sonríe.
Rubén (68 años) también escarba en su memoria, vuelve sobre sus décadas vividas y mira aquella experiencia con cierta grata añoranza: "Pegábamos las estampillas que podíamos comprar, creo que era en la dirección o en la secretaría de la escuela, y las maestras nos ayudaban. Era un método de ahorro. Se compraban con un vuelto que te quedaba de un mandado, o con lo que te daban tus padres", dijo.
Foto de una libreta de ahorro postal original cedida por una vecina. Allí se ve el sello de "saldo convertido" y las "pegatinas" de distintos colores y valores. Crédito: El Litoral
"Era algo muy lindo, porque sentías que tenías tu plata. El ahorro es la base de cualquier economía doméstica o personal, en condiciones normales", agregó Rubén, y dio su opinión: "Si se suprimiría el deseo de querer comprar dólares todo el tiempo, creo que el peso recuperaría su valor, la moneda estadounidense caería y volveríamos a confiar en nuestra moneda, que sería lo ideal", sostuvo.
Y Elizabeth ("Eli", para sus afectos más caros), docente jubilada, un poco mayor que los anteriores entrevistados, dio su pequeño aporte. "Cada maestra hacía una lista con los alumnos que querían comprar estampillas, y una portera o algún encargado de la escuela iba hasta el Correo y compraba las estampillas correspondientes para los chicos que habían puesto sus pesitos en la escuela. Era toda una ceremonia: cada uno ponía esas pegatinas donde correspondía en la libreta de ahorro postal".
Al querer ir a sacar el dinero ahorrado, se volvía al Correo, te ponían un sello con lo retirado y con el saldo restante. "La idea era fomentar el ahorro, que no era otra cosa que fomentar la calidad de vida para la clase media, sobre todo. Y era enseñarles a los chicos el valor del ahorro, porque así debería ser", concluyó.
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