Mons. Fenoy: “No podemos vivir en una ciudad de Santa Fe que se empobrece cada día más”
“Es una ciudad humana, vivible, pero crece la pobreza como un fantasma y devora la vida, el futuro y las ilusiones”, señala quien está al frente de la Iglesia Católica local. En una entrevista a fondo a modo de balance de año expone sus preocupaciones de manera categórica, e interpela puertas adentro y hacia afuera.
“En nuestra ciudad la pobreza es alarmante”, sentencia el arzobispo.
Guillermo Di Salvatore (archivo).
Monseñor Sergio Fenoy acaba de ofrecer su mensaje de Navidad. Está parado junto al pesebre montado junto al altar del convento de San Francisco, esa atmósfera que remonta a la Santa Fe antigua recién mudada desde Cayastá, emplazada en el corazón del casco histórico de la ciudad. El templo levantado entre 1673 y 1688 está casi intacto, bien preservado. Sus anchas paredes de barro mantienen el fresco en su interior en este caluroso fin de año. Es media mañana y la prensa se acerca a escuchar y transmitir las palabras del arzobispo que, como es de esperar, citará pasajes bíblicos para decir luego que en esta fecha “Dios enciende la chispa revolucionaria de su ternura”.
Luego contará Fenoy que convocó a la prensa en el convento ubicado en San Martín 1326 “porque fue a San Francisco a quien se le ocurrió el pesebre”, y porque el próximo 29 de diciembre partirá desde allí la procesión por la apertura del Año Santo del Jubileo 2025 hacia la Catedral. El arzobispo aprovecha la oportunidad para invitar a participar de la misma a toda la comunidad de fieles católicos.
Tras el mensaje navideño, monseñor camina junto a este cronista la galería del convento que rodea el patio central lleno de plantas hacia un rustico y antiguo sillón de madera con vista al aljibe y a los pájaros que revolotean las hojas verdes y floridas del jardín. Mantendrá una entrevista a agenda abierta en la que verterá conceptos que antes no se le escuchaban. Una suerte de balance de fin de año en el que, a diferencia de ocasiones anteriores, Fenoy enfatizará sobre la cuestión social y la pobreza, con frases firmes que piden “en una ciudad tan empobrecida, seguir eligiendo como prioridad a los que más nos necesitan”.
Archivo.
El banco en el que se desplegará la conversación está junto a la puerta de la sacristía del convento, a metros del claustro que guarda los restos del brigadier general Estanislao López, gobernador de Santa Fe entre 1818 y 1838. Por esa rústica puerta de madera ancha ingresó en la mañana del 18 de abril del año 1825 un yaguareté que viajaba corriente abajo trepado a un embalsado durante una creciente del río, el que descendió embravecido en estas barrancas en busca de alimento. “Por acá entró el puma”, lo recuerda Fenoy antes de hablar de los temas del año. La historia a la que hace mención cuenta que el animal pasó por la huerta, ingresó por la ventana de la sacristía y atacó aquella vez al padre Miguel Magallanes, al sacristán José Curamí y laico andaluz Juan Galvá, dando muerte a Curamí y Galvá, mientras que Magallanes falleció ocho días más tarde, dejando el yaguareté la huella de sus garras para siempre sobre una rústica mesa.
El pedido de Fenoy
Fenoy se sienta sobre el banco y dice: “En nuestra ciudad la pobreza es alarmante”, y amplía: “La pobreza y la inequidad”.
“Nunca las personas se pueden simplificar en números, pero la Encuesta Permanente de Hogares ha dado porcentajes altísimos: casi 6 de cada 10 santafesinos están bajo el límite de la pobreza; y de 0 a 14 años, son casi 9 de 10. ¿Si eso no es pobreza y no debería alarmarnos, qué es?”, se pregunta el religioso que hoy viste como cualquier otro sacerdote, con un pantalón de jean, una camisa gris de mangas cortas y unos zapatos gastados, con una gran cruz que cuelga de su cuello (pectoral), su anillo y el clériman.
“En nuestra ciudad la pobreza es alarmante”, sentencia el arzobispo.
Guillermo Di Salvatore (archivo).
“Yo hablo siempre en primera persona. Me parece que siempre tengo que moverme más y trabajar más. Pero también me gustaría que hubiera una respuesta de toda la sociedad santafesina”, interpela Fenoy, y dice luego que “la pobreza es como una pandemia y como en la pandemia (de coronavirus), de esto no salimos solos. Es una situación alarmante”, califica, en sintonía con lo que pensó el gobernador Maximiliano Pullaro en este fin de año, al declarar la prórroga por 6 meses más de la ley de emergencia social, educativa y sanitaria en Santa Fe.
El decreto de Pullaro se funda en el informe del INDEC correspondiente al primer semestre de 2024 sobre pobreza e indigencia, cuyas cifras en el Gran Santa Fe alcanzan el 48,4% y el 59,8%, respectivamente, con un crecimiento interanual de 17 puntos.
Archivo.
“Las cifras significan personas y hogares -insiste el arzobispo-, y pareciera que no nos conmueve, cuando debería alarmarnos, unirnos, potenciarnos, para buscar alguna estrategia entre todos”, porque “no podemos vivir en una ciudad que se empobrece cada día más”, ya que “Santa Fe es una ciudad humana, vivible, pero crece la pobreza como un fantasma y devora la vida, el futuro y las ilusiones”.
Los postergados
Monseñor Sergio Fenoy hace seis años que vive en Santa Fe. En ese tiempo caminó de forma silenciosa la ciudad y conoció sus problemas y desigualdades. “Aprendo mucho del diálogo con los sacerdotes y las comunidades”, dice. “Vos lo sabés porque sos periodista y El Litoral está presente en los barrios, entonces no podemos mirar para otro lado”, apela. “El otro día fui a Los Hornos. Había agua estancada, pozos, basura. Eso impacta en la salud de los más vulnerables y cuando pasamos por ahí pareciera que lo vemos como una curiosidad. La pobreza no puede ser una curiosidad”, advierte.
Un recuerdo de su encuentro con el papa Francisco. Archivo
También menciona Fenoy “la inequidad entre unos barrios y otros” y dice que es “el famoso norte y sur”. En relación a ello indica el arzobispo la falta de acceso a los servicios que tienen los barrios más postergados, “al agua, a la luz, con mucha gente ‘colgada’ que quiere pagar, pero si no llega el servicio a su hogar ¿cómo hace? -se pregunta-; o la falta de cloacas en el oeste, con lo que significa para los niños, con las enfermedades respiratorias o intestinales; los micro o no tan micro basurales al aire libre, ubicados el 70 por ciento en el norte de la ciudad, lo que significa un foco permanente de infección; y la inequidad que genera la falta de escuelas en el norte de la ciudad, lo que impacta en el acceso a la educación de calidad”.
-¿Han solicitado desde la Iglesia alguna audiencia con las autoridades para dialogar sobre estas preocupaciones?
-Bueno, yo se lo digo a usted. No hemos tenido un contacto con el poder político ni provincial ni municipal para dialogar expresamente sobre este tema. Estamos, como siempre, abiertos a ello. Somos unos ciudadanos más. No nos creemos con ningún privilegio. Nos tienen que escuchar a nosotros al igual que a usted o a cualquier vecino.
-¿Se van a sentar en una mesa de diálogo con distintos actores para abordar esta situación?
-Yo lo estoy pensando cada vez más. Para ello está la Mesa del Diálogo Santafesino, que cumple 20 años en estos días (lo celebraron el jueves). No es una mesa política sino que está conformada por actores sociales. Pero creo que llegó el momento de tomar un rol más activo nosotros y, quizá, que le pidamos respuestas a las autoridades, porque quien es responsable del bien común es quien debe tomar la iniciativa. La situación es tan grave que no importa quien lo empiece. Tenemos que hacerlo entre todos. Es un compromiso urgente.
Monseñor Fenoy recibió a El Litoral luego de dar su mensaje de Navidad.
-La pobreza impacta no sólo en los niños sino también en el resto de los más vulnerables, y allí asoman también los ancianos…
-Así es, los jubilados sufren este recorte (medidas del gobierno Nacional), y atraviesan la soledad y el abandono, sumado a la falta de recursos para acceder a los medicamentos.
Fenoy advierte luego que “una ciudad que crece de espaldas a los problemas de la gente está condenada al fracaso”.
-¿Cree que es el sector político o la ciudad toda la que le da la espalda a los problemas?
-La política tiene su lugar, pero cada ciudadano, cada vecino, tiene también el suyo. Quien tiene mayor responsabilidad y dispone de los recursos tiene mayor obligación, pero todos debemos movilizarnos.
Archivo.
-En medio de toda esta pobreza asoma también la drogadicción como un problema que la atraviesa.
-Tenemos (en la Iglesia) casas de rehabilitación para drogadictos. Son pocas y las mantenemos con nuestros recursos. Si vas a los pueblos esto es lo primero que te dice la gente. Tenemos que decir cada vez con más énfasis que la droga mata, que destruye vidas, destruye familias. Y a cualquiera le puede pasar, en cualquier momento. Faltan herramientas y una política comunicacional que señale la gravedad y la malicia de la droga, y apunte a la prevención y la recuperación.
-Ante el crecimiento de la pobreza, ¿alcanzan los recursos de la Iglesia para dar respuesta?
-Nuestra gente sigue siendo generosa con lo que tiene. Nuestras comunidades son en su inmensa mayoría pobres. Lo que yo veo en las parroquias y en Cáritas es mucha solidaridad. La gente que lleva alimentos o ropa es gente a la que también le hace falta, pero lo comparte. Esto nos tiene que golpear el corazón. No podemos ser indiferentes. No estamos fuera del problema, estamos cada vez más adentro.
-¿Cual es el termómetro de la gente? ¿Cuánto más percibe que puede aguantar? ¿Qué color tiene hoy ese semáforo social?
-Así como es difícil reducir las historias humanas y los dolores a números, es difícil decir qué color tiene ese semáforo. Creo que está en un amarillo intenso. Hay mucha gente que está sobreviviendo, dan pasos arrastrados. Todo el pueblo está haciendo un esfuerzo muy grande. Hay mucha solidaridad pero también mucha necesidad. Uno lo ve a diario. Y hay una serenidad en la gente que me hace prevenir contra la indiferencia. Todos podemos caer en la indiferencia, que es el fruto maduro del egoísmo. Eso es terrible porque enseguida demonizás al otro y lo acusás de su situación, y ahí está todo perdido. Y para un creyente, porque estás hablando con un cura, el otro es Cristo. Y él se quiso identificar con los más necesitados.
Monseñor Sergio Fenoy durante la ordenación episcopal de Matías Vecino. Foto: Manuel Fabatía.
-En cuanto al mensaje que baja desde el poder, pasamos de la “grieta” a un explicito discurso de odio y estigmatización del otro, ¿tiene hoy la Iglesia la posibilidad de tener un acercamiento con el gobierno nacional para abordar esto?
-La Iglesia por su naturaleza es reunión, asamblea y diálogo. Estamos siempre abiertos a ello. En este momento no hay una sola voz respecto a la relación con el gobierno. Van apareciendo distintas voces de los obispos y algún documento. Apuntamos a que no exista contraposición. Sobre todo reclamamos equidad, las mismas oportunidades para todos. Y luego, que hagan mayores sacrificios y esfuerzos aquellos que están en condiciones de hacerlo, que no carguen el cambio en los que menos tienen.
Más adelante, en el mismo sentido Fenoy agregó: “El permanente grito, la contraposición y la denuncia permanente, cansa. La paz es disentir y confrontar con diálogo y sentido común. En la libertad no hay que atacar al otro, como vemos que ocurre. En todos los niveles de la dirigencia política se dicen cosas que parecen que son la verdad, si pasa, pasa; y eso es muy peligroso”.
Reforma constitucional
La Iglesia Católica santafesina se pronunció días atrás en un documento respecto de la posibilidad de que la reforma de la Constitución Provincial que se llevará a cabo desde abril del año próximo elimine el culto católico para pasar a ser laica y pidió ante ello un reconocimiento de la trascendencia histórica de la institución religiosa. “No quisimos adelantar una opinión”, dice Fenoy, “simplemente planteamos nuestra idea. Ahora queda por delante el debate de los constituyentes”.
“Hemos hecho un camino de maduración en la relación de la Iglesia Católica con el Estado”, menciona el arzobispo. “Después del Concilio apuntamos no tanto a la confesionalidad sino a la cooperación y la autonomía, y en esa línea queremos ir”.
“Creemos conveniente reformar la parte orgánica de la Constitución. Es una oportunidad para tomar dos caminos. Primero, para que todos nos sintamos responsables, porque es una ley que apunta a la vida de todos los santafesinos. Luego, es una oportunidad para madurar políticamente hacia una cultura del encuentro donde prime el bien común, ó acumular más poder político, oponerse y enfatizar las diferencias”, cierra sobre el tema Fenoy.
-¿Cuál es el balance que hace la Iglesia Católica santafesina de este año que termina?
-Cómo Iglesia, tuvimos dos acontecimientos importantes. Primero, después de muchos años el Papa (Francisco) nos envió un Obispo Auxiliar (Matías Vecino), que para la vida de la arquidiócesis es importante para formar un equipo y trabajar juntos en las tareas pastorales, complementando miradas, algo muy importante.
-¿Qué cambió en la práctica con la presencia de un Obispo Auxiliar?
-Tenemos mayor presencia en la arquidiócesis y en las comunidades, porque la gente reclama la presencia del obispo y yo tengo limitaciones, porque no manejo y no puedo llegar a todos los lugares que me invitan. Además, prefiero dedicarle más tiempo a cada lugar y no puedo estar en varios lugares un mismo día. Yo sentía que se iba resintiendo esa relación, la gente sabe perdonarme, pero al tener otro obispo podemos tener mayor presencia pastoral.
-¿Por qué no maneja?
-Aprendí a manejar con 30 años y manejé durante mi tiempo de Auxiliar en Rosario, y cuando fui a Buenos Aires ya no me animé, porque me tensiona. Viste que hay gente que lo disfruta y otra que no. También está el riesgo de perjudicar a un tercero en un accidente. Entonces dejé de manejar. Cuando me ofrecieron venir a Santa Fe lo puse como una objeción. Pensé que podía usar más el servicio público pero a veces es difícil. Pasaron 17 años de que no manejo y debería aprender de nuevo. Pero no lo descarto.
-Mencionó dos acontecimientos importantes, uno fue la incorporación del Obispo Auxiliar, ¿el otro?
-Un encuentro muy sencillo de laicos que tuvimos casi a fin de año. Había gente de muchísimas edades y lugares. Fue un sábado a la mañana en Don Bosco. Hablamos del liderazgo y estuvo muy bueno, me gustó mucho. Me parece que fue un fruto de madurez de la diócesis.
-Por último, en entrevistas anteriores usted mencionó la preocupación que tienen por la falta de vocaciones espirituales en la Iglesia, ¿eso cambió?
-No ha habido un cambio significativo. Eso nos debe interpelar porque las vocaciones nacen de nuestras comunidades. La vitalidad de una comunidad florece en las vocaciones. Entonces debemos realizar una auténtica y profunda conversión pastoral, en nuestras actitudes, nuestro lenguaje y métodos comunitarios, para que florezcan vocaciones. Dios no se retira ni es mezquino. Somos nosotros los incapaces de fomentar la vocación en los jóvenes por algo tan hermoso -cierra la charla el arzobispo.
Fenoy saluda cordial y abandona el convento de San Francisco. El resto de los colegas de la prensa ya partió rumbo a otras coberturas periodísticas hace una hora. El sacerdote atraviesa a pie la Plaza de las Tres Culturas casi como un vecino más, cruza de manera inadvertida entre la gente la Plaza 25 de Mayo, para finalmente llegar al Arzobispado, donde continuará con su rutina de fin de año.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.