Natalia Pandolfo
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Representa la opulencia de la Argentina del Centenario y la desidia de la del Bicentenario. Años de burocracia después, la casona de bulevar Gálvez y Güemes sigue envuelta en nylons negros y yuyos altos. Aunque, según los responsables de su mantenimiento, hay perspectivas de pronta recuperación.
“Casa de los Gobernadores”, “Casa Leiva” y, desde 1991, “Casa de la Cultura” fueron los nombres con los que se la conoció a lo largo de los años. Desde hace años sus puertas permanecen cerradas y la puesta en valor nunca pudo superar el escalón de las promesas.
La residencia fue construida en 1910 por el reconocido arquitecto Francisco Ferrari. Era propiedad de don Luciano Leiva, un importante hacendado de la época. Su diseño -un chalet en medio de un gran jardín a la francesa- representa las inclinaciones estéticas de la clase dirigente de entonces.
En el segundo gobierno de Carlos Reutemann -cuando era subsecretaria de Cultura Florencia Lo Celso- se decidió cerrar las puertas del edificio, por el peligro que implicaba. Desde entonces, el tiempo parece haberse detenido.
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