Un perfil de Marcia Blanco, dos veces Miss Argentina
Una flor en el alto verde
La modelo de 28 años que cautivó todas las miradas en la Semana de la Moda de Madrid no se olvida de su origen. Vive en el distrito costero y hace colectas para sostener un merendero. Desfila por la vida con una sonrisa en su rostro.
Pablo Aguirre Su lugar. La orilla del Canal de Acceso al Puerto bordea todo el distrito costero donde vive Marcia Blanco.
Se apagaron las luces de la pasarela. Se acabó el champagne. También el hechizo que transformó a Marcia Blanco en Miss Argentina. La joven que anoche cautivó todas las miradas no se encandiló con los flashes del glamour. Viaja ahora en el micro Flecha Bus desde Capital Federal hacia Santa Fe. Todavía lleva fresca en el cuello la fragancia Her Secret, como un secreto. En una vivienda de dos ambientes sin revoques ni cielorraso la espera Alicia, su madre, con un plato caliente. La casa está sobre un pasillo de tierra irregular en el corazón de Alto Verde. Un barrio emergente y orillero levantado hace más de un siglo sobre un albardón junto al río Santa Fe. Río que separa a las lujosas torres de departamentos del Puerto de las sencillas viviendas excluidas del confort, en la otra orilla.
Alto Verde es un barrio de muchachas que limpian en los countries, como su madre y su abuela. De albañiles, changarines y pescadores, como sus primos y tíos. Allí todo el mundo se la rebusca para juntar el mango y parar la olla. Por eso les da rabia cuando aparece el estigma de la delincuencia y la droga. En Alto Verde se refugió esta madre soltera con su pequeña de 12 años cuando la crisis del 2001 la dejó sin trabajo y tuvo que abandonar la casa que alquilaba en San Martín y Eva Perón, en el centro de la ciudad. El corralito bancario que dejó a algunos sin sus dólares dejó a otros en la calle. Pero a Marcia no pudo robarle el sueño de ser modelo. Solas, empezaron de cero. Aquella niña que hoy es una mujer de 28 años y desfila por las pasarelas más glamorosas de Madrid y del resto del mundo luciendo vestidos que quizá nunca pueda comprarse vive en la misma casa en la que abundan las necesidades. Y en los ratos libres hace colectas para juntar arroz y yerba. Carga todo en cajas y camina al merendero que está a varias cuadras de su casa. Allí la esperan todos los domingos los pibes del barrio. Van por un plato de comida y de postre reciben amor. Marcia desfila por dos mundos bien distintos pero tiene los pies sobre la tierra. Y aparenta ser feliz.
Pablo Aguirre Magnífico Alto Verde. Este enigmático distrito isleño santafesino es su lugar en el mundo. Y más allá de querer irse a vivir a Madrid, piensa siempre en volver al origen.
Magnífico Alto Verde. Este enigmático distrito isleño santafesino es su lugar en el mundo. Y más allá de querer irse a vivir a Madrid, piensa siempre en volver al origen.Foto: Pablo Aguirre
“Siempre tuve intriga por los vestidos. De chica me llamaban mucho la atención. Hasta los camisones de animal print le robaba a mi mamá. Ella era coqueta, vestía el uniforme del comercio, con sus tacos, sus pinturas y sus aros. Yo se los robaba, me vestía frente al espejo y desfilaba”, cuenta Marcia, esta mujer que vive al lado del río, a la que sus afectos la llaman Mar.
-¿Y cuándo le dijiste a tu mamá que querías ser modelo?
-A los 9 años. Me llevó a una agencia donde me enseñaron a posar y a desfilar. Era un palito vestido. Los primeros desfiles fueron en los salones Línea Verde (que están en el centro). Iba toda mi familia a verme.
Eran los años previos a la crisis y hasta allí todo marchaba como estaba planeado. Pero pronto vendría la debacle, la mudanza y todo se haría cuesta arriba. Alicia perdería su empleo en el comercio de electrodomésticos y ahora como mucama tenía que afrontar los gastos para comer y educar a su hija. También el curso de modelo. “Lo pude terminar y a los 14 años empecé a trabajar. Primero fui modelo de peluqueros, trabajé para Juan Alaníz, que es de acá, del barrio, y con maquilladoras. Pero recién después de los 20 años arranqué a trabajar en las pasarelas y para marcas locales. Mientras iba a la universidad. Y hace unos cinco años atrás fue el boom internacional y empecé a viajar por el mundo. Pude conocer Italia, España, Francia, Malta, India”, enumera.
-¿Cómo te trata ese ambiente?
-Es jodido para la gente que viene de donde salgo yo. Soy la negrita.
Pablo Aguirre Habitación. En su pequeño hogar de dos ambientes Marcia tiene su espacio para la belleza. Allí se prepara para deslumbrar.
Habitación. En su pequeño hogar de dos ambientes Marcia tiene su espacio para la belleza. Allí se prepara para deslumbrar.Foto: Pablo Aguirre
Ahora es media mañana del viernes 2 de octubre de 2020. Los callejones de Alto Verde se ramifican como un delta hacia un costado de la única calle asfaltada que atraviesa el barrio que hace las veces de cauce principal, la Demetrio Gómez. A un lado, los pasillos de tierra y al otro, el río y las canoas recostadas en su orilla. Todo del mismo marrón mezclado de manera natural con el verde de los canutillos orilleros y los sauces. Un retrato de Juan Arancio, parece. O una pintura de Florean Paucke. El distrito es una isla frente al casco histórico de la ciudad. Fue habitada hace más de un siglo por los primeros trabajadores portuarios que levantaron sus ranchos de barro y paja sobre el albardón que se formó cuando abrieron a pala un canal de acceso al río Paraná. Ese canal tiene unos 130 metros de ancho por casi 9 km de largo. Lo abrieron para que traiga los buques al Puerto y se lleven la cosecha de esta parte del Litoral argentino. “Alto Verde querido, pueblito humilde del litoral / Tus ranchitos dormidos, yo se que un día despertarán”, tarareaba Horacio Guarany, el extinto cantor popular surgido en esa orilla.
El silbido del viento sur se cuela por los pasillos de tierra y sacude las chapas de la casa de Marcia. Ladra un perro que despierta a la jauría. Ahora los ladridos llegan de todos los costados del vecindario. A través de las ventanas se asoman vecinos a curiosear a los extraños que llegaron al barrio muy temprano. Los que tienen trabajo marcharon con el amanecer hacia el Centro. Navegaron el río en una canoa que oficia de taxi. Otros optaron por cruzar el puente “Héroes de Malvinas” a bordo del colectivo de la línea 13. Los desocupados todavía duermen. El barrio se activa después del mediodía. Los pescadores recorrerán el espinel en busca de un dorado o un amarillo fresco para ofrecerlo a la venta. Y tras la siesta, que es sagrada en Santa Fe, sonará una suerte de competencia de cumbias desde los patios con El Bombón Asesino de Los Palmeras, a ver quién tiene el parlante más potente.
Pablo Aguirre Hogar. Podrá faltar confort en esta vivienda levantada en un pasaje sin nombre de Alto Verde, pero sobra dignidad y amor.
Hogar. Podrá faltar confort en esta vivienda levantada en un pasaje sin nombre de Alto Verde, pero sobra dignidad y amor.Foto: Pablo Aguirre
-Acá estoy.
Se asoma a la puertita de chapa atada con un cable al alambrado bajo enmarañado de yuyos. Es una morocha de ojos y tez color de río. Sus 1,78 metros de altura desplegados en 63 kilos llaman la atención a cualquiera. La piel le brilla como el sol en el río. Hace unas señas con sus manos.
-Pasá -invita Marcia.
A salvo de los perros, todavía en el patio de tierra se abre la puerta de la que cuelga una imagen de la Virgen de Guadalupe, patrona de la ciudad, y adentro hay una mesa con algunas pertenencias. Más tarde cerrará esa misma puerta para ir a llevar unas donaciones de arroz y otros alimentos al merendero donde comen los pibes del barrio. Tanteará el picaporte con insistencia. “Sí, este es mi toc”, confiesa y regala su primera sonrisa. Probará la manija una y otra vez. También contará que usa un solo lente de contacto en su ojo izquierdo por miopía y astigmatismo, y que hace unos años se lesionó su rodilla izquierda. Pero ahora estamos adentro del hogar. Todo alrededor tiene algo apilado. Muebles, heladera, cocina, ropa, cajas, bolsos. Y las paredes sin revoque se ocultan detrás de los retratos familiares que la tapizan. Cuelgan sogas con broches para colgar la ropa adentro. Sobre la cocina también hay un póster publicitario de una peluquería con una fotografía suya de 2012 en la que posa recostada.
-¿Tomás un café, un té? -invita con amabilidad, y advierte que ella no toma mate, esa infusión tan litoraleña. Aunque la pandemia de coronavirus impediría compartirlo.
Pablo Aguirre Sueño cumplido. Marcia paseó por su barrio vestida de blanco para este reportaje. Era algo que siempre quise hacer , cuenta.
Sueño cumplido. Marcia paseó por su barrio vestida de blanco para este reportaje. “Era algo que siempre quise hacer”, cuenta.Foto: Pablo Aguirre
Marcia alcanzó el sueño de ser una modelo internacional acostumbrada a deslumbrar por las pasarelas de todo el mundo encajada en vestidos de alta costura y hoy luce una sencilla camperita de hilo negro tan gastada como su jeans al tono y unas zapatillas chatitas, a cara lavada. Contará luego que detrás de la única puerta a la vista hay una habitación que comparte con su madre y el baño. Fin de la casa. “Ahora tenemos unos ahorros y queremos levantar otra habitación, pero el terreno nos quedó chico porque le dimos la mitad a mi primo. Acá todos nos ayudamos”, cuenta. “Vivo en una casa re humilde y eso no me impide ser quien soy”.
La modelo tenía 12 años cuando se mudó a Alto Verde junto a su madre y su abuela Elvira, la que falleció en 2013. “Antes de venir al barrio tenía un buen pasar”, cuenta. Nació en barrio Sur, se crió en barrio Candioti Norte y después fueron al Centro. Estudió en el jardín y la escuela Sarmiento, siempre abanderada. Y siguió alzando la insignia patria durante el secundario en el Comercial. Después pudo ir a la universidad pública. Impulsada por su madre empezó Historia pero con dos años adentro se cambió a Diseño de la Comunicación Visual (UNL), que era su otra pasión, y se recibió de Licenciada. Siempre con 9,50 ó 10 en las libretas. Hasta terminar la escuela primaria todo marchaba bien en ese hogar matriarcal. No sobraba nada, tampoco faltaba. “Pero vino la crisis de 2001, mi mamá se quedó sin trabajo y tuvimos que abandonar esa vida y venirnos a Alto Verde, porque no nos alcanzaba la plata”, recuerda hoy la sagitariana que el 28 de noviembre, cuando el calor húmedo ya pique en Santa Fe, cumplirá 29 años.
“Le pedimos ayuda a mi tía, que vive acá a una cuadra. Ella nos cedió una parte del terreno donde pudimos construir esto que está igual que cuando lo levantamos”, dice y en un paneo mira la casa. “Se nos hace muy difícil seguir arreglándola. Es comer o arreglar la casa. Las hormigas nos comieron todos los tirantes. Recién ahora, después de 18 años, la vamos a poder arreglar un poco. Queremos hacer otra habitación. Ahora puedo ayudar a mi mamá y devolverle todo lo que me dio”, dice la chica que pasó su adolescencia yendo al centro para hacer el secundario y la universidad bajo el manto de discriminación de algunos que la señalaban: “Ah… sos de Alto Verde, sos de la villa”, recuerda y se ríe. Pero sus amigos la admiraban y la defendían. “Y en el modelaje yo era la ‘muqui’, como Pampita”, cuenta y regala la segunda sonrisa, blanca y cuidada.
Pablo Aguirre Hogar. A Alicia -mamá de Marcia- se le hirvió el agua para el mate de tanta charla, cuando abrió las puertas de su casa.
Hogar. A Alicia -mamá de Marcia- se le hirvió el agua para el mate de tanta charla, cuando abrió las puertas de su casa.Foto: Pablo Aguirre
Desde afuera de la casa llega el canto de un gallo. También suenan los pájaros. Hay muchos pájaros que habitan este humedal donde se levanta Santa Fe. Garzas, biguás, flamencos, chajás y cisnes. También hay patos, gallaretas, pollonas y coscorobas.
-¿Por qué la “muqui”?
-A Pampita le decían así porque su madre era mucama. Nicole Neuman, su competencia, era la rica, y ella era la pobre que venía de La Pampa. Yo no tenía apodo pero también era la pobre, y más cuando empecé a desfilar para Martín D’ Poss, un diseñador de alta costura.
De ahí en adelante hizo desfiles, publicidades y promociones con los más conocidos del ambiente santafesino: “Matías Tomatis, Edgar Sobrero, Marta Goyri, Martín Bustamante”, menciona agradecida. “Otros me marcaban la diferencia por mi origen”, dice. “Pero los diseñadores siempre me dieron un lugar especial porque saben de mi capacidad. Siempre me eligieron para abrir o cerrar los desfiles, o para ser la novia principal. Ven algo especial en mí -se reconoce-. No me quiero tirar flores, pero es así. Arranqué desfilando gratis y hoy desfilo con Gerardo Casas en Argentina Fashion Week. Es un proceso en el que si miro para atrás no lo puedo creer”.
Gentileza Claudio Ramos. La novia. Marcia Blanco durante un desfile de moda en la Semana de Madrid. Allí se robó todas las miradas.
La novia. Marcia Blanco durante un desfile de moda en la Semana de Madrid. Allí se robó todas las miradas.Foto: Gentileza Claudio Ramos.
-¿Qué se ve desde la pasarela?
-Cuando miro a los ojos a la gente siento goce, placer, por hacer algo que me gusta. Soy muy profesional. Me dicen ‘hacé esto’ y lo actúo. Eso se transmite -cuenta Marcia, que para lograr esa magia estudió teatro y danza con Juan Martín Berrón. También desfiló con la indumentaria de diseño que confecciona su profesor. “Le hago vender bastante a Juan. Mejor, así me sigue contratando”, dice y sonríe.
“Pese a su experiencia y sus pergaminos, siempre tuvo un trato muy cordial con nosotros, es muy profesional”, dirá Berrón en una charla sobre Marcia, a quien pondera por como supo aprovechar todos los recursos y las herramientas que tuvo a su alcance en Santa Fe para potenciarse y luego proyectarse al mundo. “Valoro que sabe relacionarse muy bien con la gente y siempre vuelve de todas las ciudades del mundo a su lugar, para ayudar a su gente”.
“Vos me ves en las fotos desfilando en Italia o en España y no crees que vivo acá -dice Marcia-. La gente no lo puede entender. Pero está bueno que llegue el mensaje: si yo puedo, todo el mundo puede. Nacer en Alto Verde no es la muerte”.
Flor Binni es su amiga de toda la vida. Marcia le enseñaba a desfilar en los recreos escolares. “Ella se crió en Alto Verde pero pasó mucho tiempo en los hoteles más caros de la India, o de Madrid y el resto de Europa”, cuenta Flor. “Mar tuvo siempre muy en claro que su sueño era ser modelo. Y lo consiguió. Es una persona muy responsable e inteligente, y al mismo tiempo muy graciosa”, la describe. Y dice que “no tiene problemas con ninguna clase social, eso tiene que ver con cómo la crió su mamá”.
Pablo Aguirre Mamá. Alicia se perdió gran parte de la crianza de su hija porque trabaja de mucama todo el día. Pero al mirarla a los ojos siente admiración y no se arrepiente.
Mamá. Alicia se perdió gran parte de la crianza de su hija porque trabaja de mucama todo el día. Pero al mirarla a los ojos siente admiración y no se arrepiente.Foto: Pablo Aguirre
Para Alicia, Marcia es su orgullo. “Va a conseguir todo lo que se proponga. Siempre lo hizo”, asegura esta mujer que escribió cada momento de su vida en un diario personal. “Si necesita una lata de tomates para los chicos del barrio, la consigue. Tiene carisma y humanidad. De ahora en más todo depende de ella”, describe al otro lado del teléfono, y se disculpa por no haber atendido antes. “Estaba aseando a Juan Cruz”, el bebé de la familia para la que trabaja de mucama y niñera en el country El Paso. Por ese trabajo confiesa Alicia que se perdió la infancia de su hija. “A Marcia la crió mi sobrina, que es como otra hija para mí, por eso digo que ella es su verdadera madre”. Por aquellos años Soledad se ocupaba de Marcia mientras Alicia trabajaba todo el día. Madre e hija sólo compartían los domingos. “Marcia modelaba por la casa todo el día”, recuerda hoy Soledad, “y lloraba cuando yo me iba a la escuela”. Con cada caída del sol al otro lado del río, Soledad bañaba con ternura a aquella niña, la vestía con ropa limpia y le peinaba dos colitas en el pelo. Juntas, se sentaban en el umbral de la casa a esperar la llegada de Alicia.
Pablo Aguirre Unidas. En las buenas y en las malas, Alicia y Marcia siempre salieron adelante juntas.
Unidas. En las buenas y en las malas, Alicia y Marcia siempre salieron adelante juntas.Foto: Pablo Aguirre
Pese al tiempo perdido, si es que el tiempo así se pierde, Alicia siempre fue todo para Marcia. Ellas son muy distintas, una esbelta morocha de pelo largo y su madre una retacona y teñida, de pelo corto. Ambas tienen la misma actitud vital y por dentro aparentan ser gemelas. “Cuando mi madre quedó embarazada, mi papá no creía que yo era su hija. Pero salí igual a él”, recuerda Marcia hablando de su origen.
-Ah, ¿no es tu hija? Acá están tus cosas y adiós -le dijo Alicia a Alfredo, quien hasta entonces era su pareja.
“Mi padre alcanzó a ir a conocerme para sacarse la intriga. Fue a inscribirme al Registro Civil”, cuenta Marcia. Pero aquel jueves 28 de noviembre de 1991 ya había sido anotada por uno de los Blanco como Marcia Belén, en homenaje a su abuelo Marcial, un entrerriano de La Paz, desde donde llegaron todos los Blanco a Santa Fe. “Así que por suerte llevo el apellido de mi mamá”.
-¿Nunca más volviste a ver a tu padre?
-De grande me lo crucé dos o tres veces en la calle. Lo reconocí porque es igual a mí, está un poquito más gordo nomás (risas). Sé que vive en Rincón y sé dónde trabajaba. Cuando nací, él tenía un hijo adolescente que también me conoció pero después perdimos el contacto. Mi padre luego tuvo otros hijos. “¿Nunca se comunicó con vos?”, me preguntan siempre mis amigas. Nunca -se responde.
-¿Qué te genera eso?
-Nada. Como nací así, nunca lo sufrí. No tengo rencor.
-¿Nunca lo necesitaste?
-Sí, a los 12 años, y lo sufrí. Después de lo del 2001 un abogado me dijo: “Él nunca te pasó un peso. Vos podés reclamarle”. Con esa plata podíamos evitar venir a Alto Verde, a tener que empezar de cero. Pero tenía que cambiarme el apellido. “Me quedo Blanco y vamos a Alto Verde”, respondí. “Y no me arrepiento”.
Pablo Aguirre La flor. Los vecinos retiraron la basura que se acumula en la barranca de Alto Verde y transformaron el lugar en un precioso espacio público, que Marcia utilizó para un retrato.
La flor. Los vecinos retiraron la basura que se acumula en la barranca de Alto Verde y transformaron el lugar en un precioso espacio público, que Marcia utilizó para un retrato.Foto: Pablo Aguirre
La pandemia que trastocó la vida de todos dejó a Marcia anclada en Alto Verde a la espera de que se reactive el mundo primero, y el mundo de la moda después. Cuando eso ocurra tiene previsto viajar para desfilar por las pasarelas de Europa. También deberá ir a República Dominicana para un concurso de belleza. Esos son sus próximos objetivos. Y volver siempre al origen: Alto Verde. Así era su vida antes del coronavirus y así quiere que siga siendo. Es el ritmo al que debió acostumbrarse en los últimos años Paulo, su novio desde hace unos cinco años, que nada tiene que ver con el mundo de las pasarelas. Es vendedor en una fábrica de aberturas y vive en el barrio Villa California, en la zona de casas quintas de la ciudad, que en las últimas décadas se transformó en zona residencial. Paulo acompaña a Marcia en la concreción de todos sus sueños y todavía no piensan en convivir ni en tener hijos. “Mi madre me tuvo a los 35, así que todavía tengo tiempo”, se compara ella. “Hay pocas personas que tengan los valores de Marcia”, dice él, que se enamoró no sólo del evidente encanto visual sino que admira “su determinación para lograr las cosas”. Juntos impulsan el merendero “Protegerte” y proyectan conformar una fundación “o algo así”, dice Marcia. Y aclara que no es algo político, “no entiendo mucho ese mundo, soy modelo”, ironiza con inteligencia.
Ahora Marcia se sustenta gracias a la profesión que estudió en la universidad. Hace diseños publicitarios. Trabaja en la computadora, viaja hasta el centro en colectivo, los imprime y vuelve al barrio para entregarlos. Porque la mayoría de sus clientes son de allí. "Ellos me ayudan muchísimo", dice. Mientras tanto, reprograma el viaje a Dominicana, donde este octubre debía competir por segunda vez para Miss Universo. Esa vida se pasó para el año que viene.
Gentileza Claudio Ramos. Atracción. En un juego sensual, Marcia posa para su peluquero y fotógrafo amigo, Claudio Ramos.
Atracción. En un juego sensual, Marcia posa para su peluquero y fotógrafo amigo, Claudio Ramos.Foto: Gentileza Claudio Ramos.
“No me dejo llevar por el lujo, ando siempre con los pies sobre la tierra, recordando mis raíces. La otra sería decir ‘chau’ e irme a vivir a Europa. Pero mi idea es siempre volver a mi casa”.
-¿Por qué?
-Para ayudar a mi familia.
-Pero tu familia es tu madre, y ella está bien.
-No, mi familia son mis primos y mis tíos también. Quiero ayudar a todos. Ellos son obreros y con la pandemia se quedaron sin trabajo. Con mi madre siempre estuvimos para todos y si a alguien le falta un plato de comida, lo tiene.
-¿Cómo financiás tus viajes por el mundo?
-Cocino empanadas, pollos, canelones y los vendo, o hago rifas. Por suerte ahora tengo también muchos laburos de diseño gráfico. Hago lo que sea.
-¿Alguna vez te propusieron algún trabajo que consideres indecente?
-Nunca, porque saben quién soy y cómo me manejo. No trabajo en boliches, voy de la pasarela a mi casa.
Cuando se habiliten los viajes, Marcia deberá ir varias veces a Buenos Aires para hacer sesiones de fotografías y buscar los vestidos para desfilar en Dominicana. Todos los gastos saldrán de su bolsillo. “Este año no sé cómo voy a hacer con el dólar tan caro”, piensa.
-Cuando volvés de un concurso, ¿ganás o perdés dinero?
-Si gano el concurso, gano plata; sino, pierdo. Gracias a Dios, con tantos años de carrera, muchos diseñadores me prestan sus vestidos y puedo ahorrar algo. Algunos hasta los confeccionan para mi cuerpo. También me regalaron un curso de inglés que estoy haciendo en la academia Guzmán Fosco. Eso me pasa porque saben de dónde vengo y lo que hago por la gente del barrio, pero ¿cómo agradezco eso? -se pregunta.
Para el último viaje que hizo a Europa Marcia precisaba juntar unos mil euros. Con las ventas y los diseños publicitarios no llegaba. Otro de los trabajos que hizo antes de partir fue una promoción durante la carrera de autos que se realiza cada año en el circuito callejero de la ciudad. Entonces “apareció una persona de la que nunca me voy a olvidar”, recuerda. Durante el evento se acercó a la diputada provincial Clara García, quien además es esposa del por entonces gobernador Lifschitz. Marcia le contó que todavía no había podido juntar todo el dinero para viajar. “Con lo que me donó, me salvó”, dice, “fue muy generosa”.
Gentileza Claudio Ramos. Miss Princes 2017. Uno de los concursos que obtuvo Marcia, dos veces elegida Miss Argentina.
Miss Princes 2017. Uno de los concursos que obtuvo Marcia, dos veces elegida Miss Argentina.Foto: Gentileza Claudio Ramos.
Como modelo Marcia es contratada para los desfiles de moda de alta costura y al mismo tiempo trata de competir en algunos concursos de belleza. En todo el mundo existen gran cantidad de concursos. Son franquicias. Y en esos concursos Marcia fue elegida dos veces como Miss Argentina, primero en 2017 y luego este 2020. La primera vez fue durante el denominado Concurso Miss Princes Of The World; y la segunda, en el Miss Gold International, en marzo pasado.
-¿Cómo se llega a ser Miss Argentina?
-Cuando empecé a concursar lo primero que me dijeron fue: “Estás muy jorobada, no servís”. Después, en otro concurso me tomaron como ejemplo para el resto de las chicas y dijeron: “Miren cómo desfila Marcia, así tienen que hacer todas”. Pero al final no quedé seleccionada. Eligieron a todas las chicas que trabajaban con Marcelo Tinelli. Me quería morir. Al año siguiente me presenté de nuevo y gané. Eso me posibilitó concursar a nivel mundial y quedé segunda. Perdí por dos votos. Pero lo tomé como una superación personal. Después dejé de concursar y me dediqué a modelar por el mundo. Pasé mucho tiempo en la India. Recién el año pasado volví a concursar y quedé seleccionada entre 12 chicas argentinas para Miss Universo.
-Mirá la jorobada...
-Ese concurso se llevó todo el dinero que había ganado en la India (risas). Porque tuve que pasar muchos meses en Buenos Aires. Dormía en lo de una prima (Débora), en el partido de San Martín, y viajaba en colectivo todos los días dos horas de ida a las 6 de la mañana hasta la ciudad de Buenos Aires para ir al Teatro Brodway de calle Corrientes, y otras dos de vuelta a la noche, para regresar. Sábados y domingos también. En esa rutina me tenía que levantar a las 4 de la mañana para peinarme, vestirme y arreglarme. Aprendí oratoria, inglés, pasarela, baile y actuación. Así pasé de agosto a octubre del año pasado.
Ese esfuerzo dio su fruto. Hasta el Brodway fue el empresario de la moda Osmel Souza, un cubano-venezolano al que todos llaman “El zar de la belleza” y tiene el pergamino de haber preparado a la mayor cantidad de ganadoras del concurso Miss Universo. Souza quedó hechizado con “la flor del Alto Verde”. “Con ser elegida por él, quedar entre las 12 seleccionadas (de 60) y llegar a la noche final me sentí ganadora, y más con el excelente curso que nos dio, valió mucho la pena”, explica.
“Yo no sé cómo hace para mantener el ritmo, está en todos lados, se vive capacitando, ayuda a la gente y es muy responsable”, destaca Facundo Depalo, su entrenador, quien la acompaña en sus rutinas para fortalecer los músculos tres veces por semana. “Siempre llega al gimnasio con una sonrisa”. Lo mismo dice Claudio Ramos, su peluquero, quien hizo el puente para que Marcia participe de la Semana de la Moda en Madrid, España. “Es una chica humilde, sencilla y ubicada; un amor de persona”. Y como profesional “es excelente, acata todo lo que uno le pide. En Madrid la rompió. Cada vez que salía estallaban los flashes”, dice quien destaca su altura, su figura y su rostro, “que es muy impactante”.
Pablo Aguirre Una más. Marcia camina con tacos aguja por las calles de su barrio y no pierde estilo ni medio segundo.
Una más. Marcia camina con tacos aguja por las calles de su barrio y no pierde estilo ni medio segundo.Foto: Pablo Aguirre
Es el 15 de octubre, la sequía lleva varios meses y azota al delta del Paraná. El río está muy bajo y eso tampoco ayuda. El humo de las quemas de pastizales abunda en el aire. Se ven los focos de fuego a lo lejos en las islas. La tarde es gris y las nubes amenazan con una lluvia que nunca llegará. En las calles de esta isla, en Alto Verde, se pasea de blanco una flor. Marcia cruza con tacos aguja la calle Demetrio Gómez y posa para las fotografías de este reportaje. Lleva un ritmo tan natural que los tacos parecen ojotas. “Revolucionamos el barrio”, dice y sonríe. Está cumpliendo otro de sus sueños. “Nunca me había retratado acá”. Esas mismas niñas que los domingos van a la copa de leche ahora se acercan asombradas a mirarla. No le quitan los ojos de encima y se quedarán a su lado hasta el final de la sesión. Los comerciantes de la calle principal también se asoman. “Es la modelo del barrio”, se dicen a la oreja. Hay gestos que lo dicen todo. Marcia los saluda cariñosa a cada uno. Es una más. Pero impacta.
“A veces pienso en qué me jugó el hecho de que haya nacido en Santa Fe, si eso me dio más posibilidades en la vida. Mis primos, que nacieron acá y fueron a la escuela de acá, lo que no es ninguna deshonra -aclara-, son obreros y empleadas domésticas. Las posibilidades también dependen de la cultura”, dice. Una de las cosas que más quiere es poder despertar esas conciencias y ayudarlos a darse cuenta de que pueden progresar y concretar otros sueños. Como el que tuvo ella. “En el barrio hay muchos chicos desocupados. Algunos tienen problemas con las drogas o con la delincuencia. Todos tienen varios hijos. Yo no tengo ninguno”.
Marcia no pierde el tiempo en lamentos. Gimnasio, nutricionista, inglés, manicura, esteticista, peluquero. “Todos me ayudan, porque no lo podría pagar”. A su vez, ella le devuelve a la comunidad con las colectas para el merendero. El resto del tiempo lo ocupa en los trabajos de diseño. Lleva una rutina de vida a agenda completa. Pero la acomoda para otro encuentro. Esta vez es en un contexto bien distinto al de su barrio. Un café de bulevar Gálvez, en la Recoleta santafesina, una zona del tradicional barrio Candioti a la que en los últimos años apodaron “Candioti Soho” por la cantidad de bares y pubs que abrieron. Salió del gimnasio y llega tarde -pero avisó por mensaje- porque pasó a retirar unas impresiones de trabajos de diseño para un cliente. Pide un licuado de manzanas y le agrega hielos para refrescarse. Nunca toma alcohol. La charla será sobre la idea de belleza y los defectos, y su mirada sobre la cosificación de la mujer. También hablará sobre la imagen que le devuelve el espejo. “Soy bastante impulsiva y hay algo que todavía no pude procesar: que no le pueda caer bien a todo el mundo”, se lamenta. “Es algo que necesito. Por eso siempre estoy atenta a lo que le pasa a la gente de mi entorno, atenta al regalito o la atención”.
Pablo Aguirre Retoques. La peluquera Jésica Alaniz y la diseñadora Mónica Maldonado aportaron para la sesión de fotos de Marcia. Aquí, los preparativos en su casa.
Retoques. La peluquera Jésica Alaniz y la diseñadora Mónica Maldonado aportaron para la sesión de fotos de Marcia. Aquí, los preparativos en su casa.Foto: Pablo Aguirre
La belleza de Marcia es natural. No pasó por el quirófano pero no lo descarta. No está segura. “Me dicen que tengo muy lindos rasgos, pero podría retocar algunas cosas de la cara”, cuenta. “Por ahora me mantengo con el gimnasio y una dieta de alimentación sana que me dio una nutricionista. Aunque a veces tengo que amoldarla al bolsillo, porque cuando no hay como un guiso o una polenta. Eso es todo lo que hago. Son muchos los que me recomiendan que no me toque nada”.
-Hoy los estereotipos de belleza son cuestionados, ¿qué pensás al respecto?
-Los concursos de belleza debieron aggiornarse a estos tiempos y muchas de las mujeres que participan pertenecen a grupos feministas. No podían mirar para otro lado y empezaron a aceptar a las mujeres reales y mujeres transgenero, rompiendo los estereotipos. De igual manera, creo que todavía les falta evolucionar. Hoy hay oportunidades para todos. Pero falta evolucionar, porque siguen ganando las mismas. En España, por ejemplo, me tocó trabajar con Ángela Ponce, que fue elegida Miss Universo de su país y es tendencia. Creo que tendrían que hacer lo mismo con los concursos para hombres y que participen quienes así se autoperciben.
-¿Tenés una opinión formada sobre de la cosificación de la mujer, vista como un objeto de deseo?
-Estoy totalmente en contra de la cosificación y desde mi lugar intento romper con esos estereotipos y esos tratos que vienen desde antes de Cristo. Lo hago tanto en el modelaje como en los concursos. Por suerte hoy los tiempos cambiaron y la mujer está logrando tener igualdad con el hombre en todos los aspectos de la vida. Apuesto a que la igualdad de género llegue no sólo a las pasarelas y a los concursos, sinó a las escuelas, las oficinas y todos los ámbitos de la vida. La mujer debe ir encontrando su espacio y su respeto.
-Por último, Marcia, ¿guardás algún secreto?
-Sí.
-¿Querés que lo siga siendo?
-Sí, me lo guardo para cuando escriba mi libro autobiográfico.
Laboratorio de Periodismo
Este reportaje fue elaborado durante el Taller de Periodismo Narrativo, dictado por Juan Mascardi, que formó parte del programa Evolución 2020, organizado por Adepa con apoyo de Facebook Journalism Project.