Nicolás Loyarte
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Una antígua cámara, un monolito que no se levantó y la amenaza del olvido.
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Aquellos vecinos de la ciudad de Santa Fe que tienen más de 30 años lo pueden llegar a recordar, mientras que los más jóvenes quizá escucharon hablar sobre él. Se trata de un hombre con sombrero y anteojos de marcos cuadrados, con un pañuelo al cuello, siempre vestido con mocasines, pantalón y camisa, quien tomaba retratos fotograficos instantáneos a los visitantes de El Palomar, en la plaza Colón.
Don Antonio Mitri apostaba su trípode de un llamativo color naranja —del que colgaba una botella con líquido— que sujetaba una caja del mismo color, cuyo contenido era su cámara fotográfica. Luego acomodaba a su retratado de ocasión, enfocaba y ¡click! Así era como los vecinos de la ciudad u ocasionales visitantes de El Palomar que llegaban de otros sitios, se llevaban para siempre su recuerdo del parque.
Ese ¡click! era un clásico de la ciudad, por lo que es de suponer que muchos deben guardar su retrato tomado por este particular fotógrafo en algún cajón de los recuerdos. Antonio Mitri trabajó en la plaza Colón, donde está el Palomar, de forma ininterrumpida desde el año 1946 hasta el 2002. El actor Francis Petrone, el cantor de orquesta Juancito Arena, el músico italiano Nicola Paone, Carlos Monzón (dos veces) y Leo Dan, son algunos de los famosos que posaron para un retrato de Mitri, como tantos otros ciudadanos. Incluso los novios iban a fotografiarse luego de casarse.
Memoria
Hoy su recuerdo lucha contra el olvido como una fotografía a la que parece esfumárcele los rostros. Ni el nuevo placero del Palomar, como tampoco el canillita del kiosco de la esquina de La Rioja y Rivadavia lo conocieron, aunque escucharon hablar de Mitri. Sólo Mario Spilen, propietario de la antigua tienda de ropa Ultramar, que está sobre La Rioja frente a la plaza, mantiene vivo el recuerdo del fotógrafo, pese a que al consultarlo no recordaba ni su nombre.
“Los fotógrafos que trabajaban en El Palomar le pedían permiso a mi padre para guardar sus cámaras fotográficas en la tienda hasta el día siguiente”, recuerda Spilen. “También la guardaban en la peluquería de Elías Choiette y en la de Rafael Galuccio”, recuerda el comerciante. “Pero nunca supe más de él ni de su familia”, dijo en relación a Mitri.
La búsqueda de la historia del fotógrafo del Palomar nos llevó a barrio Guadalupe Oeste, donde vive hoy Miguel Mitri, el hijo de Don Antonio. Él es quien atesora esa cámara que supo retratar a miles de personas, entre palomas y árboles, junto a otras dos que heredó de los fotógrafos amigos de su padre. El artefacto está guardado con mucho cariño y fue expuesto una vez en el espacio cultural de UPCN, ubicado frente al Palomar. Pero ningún heredero de don Antonio Mitri tomó la posta, y la cámara se silenció para siempre con la partida de su dueño, el 28 de febrero de 2003, cuando falleció a los 86 años.
Su historia, en un click
Antonio Mitri había llegado a los 16 años a la ciudad de Santa Fe, de la que se enamoró al instante. Su familia se afincó en estas tierras cuando llegó desde la localidad de Bernardo de Irigoyen, ubicada a 82 kilómetros de la capital provincial, en el centro sur provincial.
Antes de descubrir el fascinante mundo de la fotografía, Mitri hizo la conscripción en Diamante (Entre Ríos), yiró en su juventud por aquí y por allá, viajó mucho, fue albañil, trabajó en la Cervecería Santa Fe, como telegrafista del FFCC y probó suerte laboral un par de veces en Buenos Aires. Pero le escapó a la vida de oficina y regresó, porque extrañaba la vida en Santa Fe. Aquí se casó a los 22 años y formó una familia.
Fue a principios de la década del ‘40 cuando, a los 28 años, comenzó a visitar la flamante plaza Colón, donde concurrían nueve fotógrafos de la época, ya que “en el ‘45 el Palomar era muy popular”, le contó Mitri al colega Adrián Aranda en una entrevista publicada por El Litoral en 1996, bajo el título “El artesano de la caja mágica”, en la que se señalaba que “las fotos de don Antonio Mitri son pequeñas obras de arte”.
La plaza con la jaula de las palomas era la atracción de la ciudad. Ubicada en la zona portuaria, recibía la visita tanto de vecinos como de viajeros. “Cuando se inauguró, en 1941, la mayoría de la gente se hacía fotografiar. Yo me instalé en el ‘45 y trabajaba todo el día”, contó Mitri en aquella nota que hubo que rastrear en los archivos de papel del diario para encontrar una pista sobre el personaje.
Desde entonces se dedicó a este arte por el resto de sus días y fue su sustento de vida. “El que me vendió la cámara fue Manuel Casal y trabajaba en la plaza”, le narró para otro artículo hallado en la hemeroteca, a la colega Gabriela Redero. La entrevista fue publicada en 1999 en la revista Nosotros, bajo el título “Retrato de un retratista”. Hoy su hijo, Miguel, aportó otro dato. “La pagó 100 pesos”. Se trata de una cámara alemana Voigtlander Anastigmat-Scodat (1:45 - Foco 15).
Los secretos del revelado
Don Antonio Mitri se pasó más de la mitad del siglo pasado tomando fotografías que revelaba mediante placas con sus manos, manipulando líquidos en cubetas, y obtenía así cada copia en menos de 7 minutos. De allí se desprende el nombre de “minuteros”, que recibó esta generación de fotógrafos.
“Cuando empecé, sacábamos no menos de 25 a 30 piezas por día”, contó Mitri en el ‘96. “Porque la gente no tenía cámaras y había algunas casas de fotografía, muy pocas”, recordó entonces.
Durante sus últimos años de vida, ya comenzado el siglo XXI, el fotógrafo seguía ofreciendo sus servicios en el Palomar. Todos los días recorría sobre su bicicleta las 30 cuadras desde su casa en 1° de Mayo 5134 de barrio Escalante hasta la plaza Colón, buscaba su cámara que guardaba por gentileza en la peluquería sobre calle La Rioja, y se instalaba a retratar a niños y adultos entre las palomas.
Se lo podía ver todos los días entre las 10 y las 12, y de 15 a 17.30, más o menos. Por aquellos primeros años del nuevo siglo confesaba que había “poco trabajo. Saco dos o tres fotos por día, a veces ninguna, pero los fines de semana cerca de 10”. Para ello seguía utilizando las placas de 9 x 14 centímetros, tamaño postal, de papel especial que revelaba en blanco y negro (antes las placas eran de vidrio).
“Siempre estuve en esta plaza, además vivía bien trabajando de esto, porque se ganaba mucho, pero el trabajo mermó con el correr del tiempo”, dijo durante aquella entrevista, en el ‘96.
Mitri tuvo siempre en claro que “la época de más trabajo fue desde el ‘46 hasta el ‘53, después empezó a decaer, porque empezaron a aparecer muchas máquinas de fotografías, claro que esto sigue siendo de otra calidad”, dijo. Ya en el ‘96, Mitri contaba que eran “20 en todo el país” los que trabajaban con ese tipo de máquinas fotográficas”. Y decía: “Una fábrica no se va a poner a fabricar para unos pocos. Yo lo consigo porque acá una casa lo pide especialmente para mí”.
En sus últimos años, don Antonio Mitri contaba una historia que sirve para sintetizar su espíritu: “Una vez vino un señor y me dijo que yo le había sacado una foto, y que ahora quería que lo fotografiara con su nieto. Esas cosas me emocionan un poco...”.
Una pasión sin herederos...
Ni sus dos hijos, ni sus cuatro nietas siguieron los pasos del fotógrafo. Don Antonio Mitri alzó vuelo final como una de las tantas palomas que retrataba hace 14 años, el 28 de febrero de 2003, a los 86 años, cuando la ciudad se agazapaba para sufrir la peor tragedia de su historia con la inundación del Salado. Poco más de un mes antes había fallecido su esposa y compañera de toda la vida.
Tras su partida, el Concejo Municipal sancionó ese mismo año una Ordenanza (N° 10975) que impuso el emplazamiento de un monolito en homenaje a Mitri en el ámbito de la plaza Colón. Pero nunca se levantó y entonces su figura parece esfumarse como en una foto antigua. Y quedan pocos en la zona del Palomar que lo recuerdan.
Su hijo, Miguel Mitri, atesora en su casa la antigua cámara de caja y trípode naranja, con la que don Antonio “capturó el alma” de miles de santafesinos durante la segunda mitad del siglo pasado, mientras esta historia amenaza con perderse para siempre.
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