Relatos del fuego: cómo es el libro que cuenta la gesta de los veteranos de Santa Fe en Malvinas
El Centro de Ex Combatientes local reunió un valioso documento con los testimonios de los veteranos de la provincia que participaron del conflicto bélico. Historias de lucha, solidaridad y resiliencia.
Relatos del fuego: cómo es el libro que cuenta la gesta de los veteranos de Santa Fe en Malvinas
Dolor. Tragedia. El fuego de las balas y los bombardeos. El frío austral entumeciendo los dedos de las manos. La proximidad de la muerte acechando por los días y las noches. El sentido de supervivencia, el compañerismo y la camaradería; la solidaridad, la empatía por el otro y, sobre todo, la reivindicación de la Causa Malvinas.
Todo eso y mucho más se encuentra en el libro "Santa Fe en Malvinas. Vivencias de quienes defendieron en 1982 la soberanía argentina en el Atlántico Sur". Se trata de un valioso registro que elaboró el Centro de Ex Soldados Combatientes de Malvinas Santa Fe, y que fue publicado por Ediciones UNL hace unos años, aunque la obra, por su valor documental, no pierde vigencia.
La recuperación de ese documento se da en el marco de este 2 de abril, en el que se conmemora el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de las Malvinas, conflicto bélico que involucró a Argentina y Gran Bretaña por la soberanía del archipiélago. De aquel episodio se cumplen 42 años.
El libro está ordenado cronológicamente según los sucesos bélicos más trascendentes de la Guerra de Malvinas. Se destacan, por un lado, los emotivos testimonios de familiares de soldados caídos en combate, y de aquellos fallecidos en la postguerra; y, por el otro, la palabra de aquellos veteranos de guerra vivos que pudieron contar sus "relatos del fuego". También consta de anexos donde se cuenta el trabajo de los hijos de veteranos de guerra que quieren mantener el legado malvinero.
Dado lo voluminoso de la obra, El Litoral rescató algunos testimonios de los Veteranos de la Guerra de Malvinas (VGM) que representan el valor, la lealtad, la resiliencia ante la adversidad y la defensa de la patria. Son palabras "vivas" y en primera persona que dan cuenta de vivencias personales en medio de uno de los acontecimientos más importantes y tristes de la historia argentina reciente.
El desembarco
El veterano Ricardo Francisco Cuello (Corbeta Ara Guerrico) cuenta cómo fue el desembarco en las Islas en los días previos y posteriores al 2 de abril de 1982. "Lo que quiero dejar en claro es que los muchachos que pelearon en Malvinas no eran 'chicos' o 'nenes' indefensos y miedosos. No; fueron verdaderos hombres formados que demostraron un alto valor en combate".
"A mí me tocó entrar en combate durante algunas horas, y siempre pienso en aquellos que llegaron a las islas y tuvieron que soportar durante noches enteras el bombardeo de la artillería naval británica: de día, el bombardeo de los aviones ingleses y, al final, chocar contra sus comandos y soldados", narra el ex combatiente en el libro.
El VGM José Vicente Mareco estuvo en el Submarino ARA “Santa Fe”. Experto en comunicaciones, vuelve su memoria en el tiempo y cuenta: "Recibimos la orden de zarpar. La misión: recuperar nuestras Islas Malvinas. Es el momento esperado por todo aquel que se forma para defender la Patria y hacer valer el juramento de 'fidelidad a nuestra bandera hasta perder la vida'".
"El 1° de abril de 1982, a las 22, llegamos a Malvinas. Nos encontramos con que el enemigo había apagado el Faro. Nuestro Comandante sospechó que nos estaban esperando y decidió cambiar la posición de desembarco de los Comandos Anfibios. A las 2:30 del 2 de abril, alcanzaron la costa y destacaron una patrulla alrededor de las islas", recuerda Mareco. Con el submarino, cuenta luego, lograron hacer una maniobra que burló a los ingleses.
Hundimiento del Belgrano
El hundimiento del crucero ARA "General Belgrano" tuvo lugar el 2 de mayo de 1982, como consecuencia del ataque del submarino nuclear británico HMS Conqueror. Este hecho bélico fue un mojón en medio del conflicto bélico. Causó la muerte de 323 soldados argentinos.
El hundimiento del Crucero Belgrano, un hecho que marcó con fuerza el conflicto bélico y la historia nacional. Crédito: Archivo El Litoral
"Podría decir que el 'Belgrano' era una familia. El día del hundimiento, habíamos entrado a las seis de la mañana en la zona de exclusión. A eso de las 16 sentí un impacto (...). Inmediatamente vino otro sacudón, y se cortó la luz. Después empezaron los gritos: se nos pedía que fuéramos a cubierta y que abandonáramos los lugares donde estábamos", rememora el VMG Carlos Adrián Benítez, sobreviviente del ataque.
"Con algo de inconsciencia me cambié tranquilo y fui a ver si había quedado algún muchacho durmiendo. Luego me dirigí hasta la sala de máquinas para dar una mano con los heridos, y subí a cubierta con el barco escoriado entre unos 40 y 45 grados. No había más nada que hacer. El crucero se hundía inevitablemente".
"Fui a mi balsa pero me dijeron que no había más lugar. Quedé en cubierta, desorientado. Me dirigí al otro lado de la banda de babor y vi cómo un muchacho se hundía, subido a una balsa que estaba pinchada, mientras sus compañeros saltaban para salvarse. No sé si entró en pánico o qué pero finalmente se lo tragó el mar", recuerda dolorosamente en el libro.
El VGM Ricardo Degiorgio es otro veterano sobreviviente del hundimiento: "Durante las horas en que estuvimos a la deriva tratábamos de mantener el espíritu y nos dábamos ánimo, nos hablábamos y al mismo tiempo sacábamos el agua que entraba a la balsa, porque los cierres de las puntas estaban rotos. Al ser tantos soldados el frío se sintió menos, pero igual era insoportable. Nuestra balsa fue una de las primeras que rescataron. Contamos unas 24 horas de naufragio hasta que nos rescató el Destructor ARA Bouchard".
Y el testimonio del VGM Guillermo Antonio González es conmovedor: "Estuve a la deriva durante 27 horas sobre la balsa, junto a 30 sobrevivientes más (las balsas tenían capacidad para 20 personas). En nuestra balsa no funcionaban los cierres, y a las mantas se las dimos a dos compañeros que se encontraban totalmente quemados".
Gloria y honor a los héroes que participaron de la guerra. Crédito: Archivo El Litoral / Mauricio Garín
"A todo ello -prosigue su relato- hay que sumarle el olor a petróleo, el temporal y el frío, porque los que estábamos de guardia nos evacuamos bien abrigados, pero a quienes habían sido sorprendido por el ataque mientras estaban realizando otras tareas, salieron con lo que tenían".
"Esa noche la pasamos muy mal, aunque el hecho de ser tantos dentro de la balsa nos jugó a favor en ese sentido: nos dimos calor. Llegamos a orinarnos encima para calentarnos. Recién al día siguiente, a las 13, comimos un caramelo. Fue en ese momento que un avión Neptune de la Armada nos localizó, y los suboficiales telegrafistas que se encontraban con nosotros en la balsa nos lo confirmaron por una radio que operaban dentro de la balsa. A las 19, ya con el cielo oscurecido, escuchamos el bocinazo del ARA Bouchard", narra González.
Tareas de rescate
Las acciones de rescate y salvamento de los sobrevivientes del Begrano estuvieron a cargo de los soldados asignados a los destructores ARA Bouchard y el ARA Piedra Buena.
La imagen de la Virgen de Luján, conocida como "la Malvinera". Dio acompañamiento espiritual a los soldados argentinos durante la guerra. Crédito: Archivo El Litoral
El VGM Juan Saromé (Destructor ARA Bouchard) rememora en el libro: "Más de 80 sobrevivientes rescatamos del crucero, a los que asistimos de diversas maneras con mis compañeros de tripulación para bañarlos y vestirlos, ya que por el frío algunos estaban casi congelados. Además, les realizamos las primeras curaciones. Recuerdo el acto de arrojo de un compañero del Bouchard, que se tiró al mar para atar una de las balsas", rememora en el libro de forma desgarradora Saromé.
Pradera del Ganso
La Batalla de Pradera del Ganso constituyó el primer gran enfrentamiento terrestre de la Guerra de las Malvinas entre los soldados argentinos y los invasores británicos. Tuvo lugar entre el 27 y 29 de mayo de 1982. El VGM Daniel Oscar Caraballo recuerda en el documento aquel ataque en desventaja de poder bélico y hombres. Y el valor de su casco.
"Asentados en ese lugar (Bahía de San Carlos), enfrentamos el primer combate contra las tropas enemigas, más precisamente contra una sección de paracaidistas que venía tomando posiciones y cambiándolas de manera permanente. Logramos detener su avance a unos 400 metros de nuestra zona de defensa, con un intenso intercambio de disparos. Se generó un enfrentamiento que duró hasta ya entrada la tarde de aquel día".
"En esas circunstancias, recibí un disparo en la cabeza. Hoy puedo contar esta historia gracias al casco de combate (tenía las siglas PM), que me salvó la vida. Si bien no lo pude volver a usar, lo conservé conmigo en todo momento", relata Caraballo en el libro.
"Estuvimos dos días combatiendo. Se peleó duro y tuve la suerte de volver sin ninguna herida de bala. Uno de mis tres compañeros fue herido; pensamos que cuando la bala le dio de “refilón” en el casco lo había matado, porque quedó desmayado por el impacto. Sobrevivió", rememora el VGM Alberto Omar Salto.
Los combates finales
La Batalla de Puerto Argentino fue la última fase de la Guerra. El ejército británico se acercó al Puerto Argentino tomando la Pradera de Ganso y Darwin; luego, realizó lanzar un ataque final contra las últimas posiciones argentinas: fue el 11 de junio de 1982. Era el principio del fin.
Así recuerda aquel entonces el VGM Daniel Rolando Cardozo: "Antes de la rendición estuvimos tres días sin comer. Nos turnábamos para ir a buscar la comida recorriendo 600 ó 700 metros, en medio del peligro de ser alcanzados por un proyectil. Una noche se envió a un soldado a traer el alimento en los cilindros de campaña, y mientras volvía tuvimos tanta mala suerte que empezó un bombardeo y una esquirla le sacó en limpio la tapa del cilindro: nos quedamos sin comer".
Por último, el VGM Mario Alberto Salas recuerda algo conmovedor: "Mis padres me daban por muerto, como les pasó a muchas familias por la falta de información. Salí de Malvinas un 22 de junio, y arribé a Puerto Belgrano el 24 del mismo mes. De allí a Capital Federal, donde estuve tres días".
"Luego recuerdo volver a Santa Fe y dirigirme a mi casa. Eran las 23, golpeé la puerta verde de chapa y escuché a mi madre preguntar: '¿Quién es?'. '¡Soy yo! ¡Mario!'. Siguió una pausa que dejó muda a mi mamá. Mi padre abrió la puerta y me dio el primer y único abrazo de su vida. Nunca me había abrazado ni lo volvió a hacer después. Mientras estuve en Malvinas, nació mi hijo mayor y pude conocerlo".