Malvinas: el ex combatiente que padeció la guerra en tierra y eligió la paz del mar
Francisco "Mono" Altamirano combatió en las islas y el hecho lo marcó para siempre. Pero supo sobreponerse: dirige una escuela de buceo y sus entrenados ya realizaron más de 100 viajes a lugares exóticos del mundo. La resiliencia después del trauma.
Hoy se conmemora el 41° aniversario de la Guerra de Malvinas, con actos en todo el país. La historia de vida de Altamirano es una pieza más que contribuye a mantener viva la memoria sobre aquel episodio. La foto es sólo ilustrativa. Crédito: Archivo El Litoral
Francisco "Mono" Altamirano nació en San Luis en una familia muy humilde. Su madre era empleada doméstica y su padre hacía changas. Tuvo una niñez sin juguetes pero feliz. Se las ingeniaba para crear una pelota con una media y llenándola de papel. Terminó la primaria pero no pudo seguir estudiando; carecía de la ropa adecuada y de libros para ir a la escuela. "Solo tenía un cuadernito, un lápiz y una goma", recuerda con nostalgia.
El destino, la curiosidad y sus ganas de progresar en la vida hizo que a los 16 años se inscribiera en la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral, en Buenos Aires. "Aquello era el mismísimo infierno; la mayoría de mis compañeros se quedaba dos meses y fracasaban debido al duro entrenamiento al que nos sometían", narra.
Pero Altamirano tenía una ventaja: sabía que nada era peor que comer una vez al día y estaba curtido físicamente. Su madre lo había educado para que sea obediente y voluntarioso. "Siempre esté listo mi hijito, para lo que necesite el que manda", le decía. Pasó los dos primeros años de aspirante y luego lo destinaron a Santo Tomé para formarse como buzo.
Altamirano: "Para mí Malvinas no fue hace 40 años, Malvinas fue ayer. No hay una noche en que no sueñe que estoy marchando en tensión y me despierto sudado. Dios estuvo siempre presente y volví por su obra y gracia". Crédito. Gentileza
Empatía y sensibilidad
Un rasgo de su personalidad que se destaca en él al hablar es la dulzura de sus palabras y una gran sensibilidad. En dos ocasiones sus ojos se llenaron de lágrimas. Viaja en el tiempo y se sitúa en el año 1976. En aquella ocasión, Francisco recorría los campos de Tucumán y se solidarizaba con las historias de maltrato y explotación que contaban los peones.
"Recuerdo cómo a mi madre los patrones le pagaban con ropa vieja que no usaban y ella hacía un acolchado con todo. Lo que necesitábamos era plata para comprar cosas, no corbatas usadas. Por suerte, nunca tuve que enfrentarme a ellos en combate, porque si bien debía cumplir órdenes, me hubiese costado...", confiesa el ex combatiente.
El 4 de abril de 1982, convocaron a Altamirano a formar parte de la Compañía de Comando 601 para ir a Malvinas. En sólo 20 días los entrenaron a él y sus compañeros, y les dieron información geográfica y política de lo que sucedía. Llegaron el 27 de abril y el 1° de mayo comenzó el bombardeo inglés. "Hasta ese momento pensábamos que iban a ser algunos tiros y luego las Naciones Unidas intervendrían y se terminaría todo. Ahí falló la inteligencia porque se debería haber evaluado la situación política de cada país", rememora el "Mono" con indignación.
Un hombre de fe
Malvinas es gris, fría y ventosa en su memoria. "Cuando comenzaban los bombardeos, todos corríamos a refugiarnos en los pozos que eran las zonas más seguras, y desde allí, algunos reían y contaban chistes, otros cantaban, otros gritaban insultando, y estábamos los que rezábamos en silencio. Muchos soldados, al ser heridos, llamaban a su madre llorando. Estas cosas son tremendas y recordarlas me emocionan y sensibilizan. Para mí Malvinas no fue hace 40 años, Malvinas fue ayer. No hay una noche en que no sueñe que estoy marchando en tensión y me despierto sudado. Dios estuvo siempre presente y volví por su obra y gracia".
En una oportunidad luego de haber estado cuatro días en Malvinas, recorriendo territorio y pasando información, con frío y mojados por la lluvia, Francisco y sus camaradas se enfrentaron a dos hombres ingleses y decidieron atacarlos. "Las piernas me temblaban y el corazón me latía con fuerza. Empezamos a tirar, uno de ellos quedó tendido en el suelo sin vida y el compañero levanta las manos en señal de rendición", narra.
"A mí me daba lástima el prisionero y esa sensibilidad no es buena para la guerra -prosigue su relato-. Me preocupaba qué pasaría por su mente; sentía la necesidad de protegerlo. Todo el camino de vuelta me taladraba la cabeza ese hombre muerto. Pensaba: 'Por qué Dios no lo puso en otro lado para que no se enfrente conmigo. Cuando fui prisionero no pedí clemencia por mí, me sentía preparado; pero en cambio me lamentaba por mis soldados, no quería que los maltrataran".
Al final de la guerra hubo muchos soldados que se suicidaron, personas que no tuvieron la ayuda y el apoyo necesario. "Nuestros generales se borraron y eso es imperdonable, porque nuestra tropa hizo todo lo que se podía hacer. Nadie nos estaba esperando para darnos un abrazo, no tuvimos una contención psicológica adecuada. En mi caso tuve la suerte de contar con mi familia y muchos amigos que se interesaron en mí y no me dejaron solo", agradece el afecto.
Un presente de paz
Actualmente Francisco Altamirano, con 76 años, dirige junto a su socio, Lito Musuruana, una Escuela de Buceo en el club Regatas de Santa Fe. "Llevamos treinta años de existencia en los que preparamos a 3 mil buceadores y los acompañamos en 110 viajes hechos a lugares exóticos del mundo. El buceo para mí es una pasión, la mente se calma y relaja bajo la superficie. No hay grandes peligros, sólo peces curiosos que se acercan a verte".
El haber estado tan cerca de la muerte en varias oportunidades le dio a Francisco una nueva forma de encarar la vida: "No se trata de eludir las responsabilidades, pero le das importancia a las cosas que verdaderamente lo son", comparte su enseñanza.
"La experiencia de la guerra sin dudas te hace más fuerte, ya no le temo a muchas cosas que antes sí. Me enorgullece haber enseñado y adiestrado a mi tropa a ser solidarios y buenas personas. No me considero un héroe por haber tenido que matar en una guerra, los verdaderos héroes son los soldados que murieron en Malvinas. Son nuestros médicos, bomberos, guardavidas: seres que salvan a diario vidas ajenas", concluye Altamirano.
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