Gastón Neffen
El primer esbozo de un drone me sorprendió en el microcine que funcionaba en la iglesia Sagrado Corazón, a principios de los ‘80. En la película “Furia de titanes” (1981), un búho metálico, de color plata y dorado, guiaba al “ruludo” héroe griego Perseo a la guarida de las brujas de Estigia, quienes le explicaron la única forma de derrotar al Kraken. Lo construyó Hefesto -dios del fuego y la forja- a pedido de Atenea, que no le quería prestar a Perseo su propio búho (no me queda claro si el búho mecánico era “dirigido” por Atenea o Hefesto también fue un pionero de la inteligencia artificial).
En la Argentina, los drones todavía vuelan en la misma anomia que el búho de Perseo y no es un tema sencillo de legislar porque no sólo involucra el eje de la seguridad aérea, también el derecho a la intimidad y la privacidad porque graban fotos e imágenes en alta definición.
Pero no se trata de ser “tecnofóbicos”. Utilizados con responsabilidad y bajo un marco legal apropiado, los drones pueden ser una tecnología valiosa para obtener información importante para reducir el riesgo hídrico, relevar información fiscal y colaborar en los operativos de seguridad.
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