Con la mirada perdida: las cicatrices emocionales que dejó la inundación de Santa Fe
Con solo 20 años, María de los Ángeles Surin participó activamente en la asistencia de las personas afectadas. “Parecían zombies que salían de las tinieblas”, recuerda hoy. Lo que dejó la catástrofe.
Un retrato de los santafesinos recorriendo las calles durante la inundación de 2003. Crédito: Archivo El Litoral
En el año 2003, Santa Fe atravesó una de las peores inundaciones de su historia. El agua cubrió un tercio de la ciudad y el saldo de aquella tragedia todavía impacta y entristece a sus habitantes. Por aquéllos días grises, el sufrimiento se percibía en el rostro de los padres, madres, niños y ancianos que debieron soportar la invasión del agua en sus hogares, echando a perder todo el esfuerzo de una vida.
María de los Ángeles Surin tenía 20 años, estudiaba psicología y vivía a dos cuadras del Hospital de Niños. Su casa no se inundó, pero su barrio sí. No toleró ver a sus vecinos colmados de dolor y decidió ayudar en el centro de evacuados del colegio Lasalle Jobson. Aportó sus conocimientos para brindar contención a más de las 152 familias alojadas, cada una con unos seis integrantes, a través de la escucha activa, del acompañamiento en el bienestar de los adultos, pero sobre todo de los niños que se enfrentaron a la pérdida de sus casas, juguetes y sus espacios habituales. Todo lo que conocían hasta ese momento había desaparecido.
"Los niños plasmaban en sus dibujos a los helicópteros sobrevolando la ciudad y a sus casas en medio del agua marrón. Era una imagen muy impactante", describe Surin como un recuerdo imborrable de esos días.
Un niño en un centro de evacuados durante los días de la inundación. Crédito: Archivo El Litoral
Todo a pulmón
El impacto fue enorme para todos los santafesinos y forma parte de una herida colectiva que no para de sangrar. “Fue un evento traumático, lo podías percibir en las miradas desoladas, ausentes, perdidas. Las personas parecían zombies que salían de las tinieblas. El clima que se percibía era de guerra; y todo el trabajo que se hacía era a puro corazón”, recordó la ahora psicóloga clínica, educacional, comunitaria y de la salud.
La solidaridad de las personas fue un factor clave para enfrentar la catástrofe y el rol que desempeñó Cruz Roja fue determinante en la vida de la profesional, a tal punto que hoy en día cuenta con una especialización en primeros auxilios psicológicos. “Eso significa estar preparado en momentos de crisis para brindar atención emocional ante catástrofes y desastres naturales”, detalló.
La inundación de Santa Fe en el 2003 dejó no solo cicatrices físicas en la ciudad, sino también emocionales en las personas. A 20 años de la catástrofe, María de los Ángeles Surin cree que la palabra tiene un poder sanador y que es posible transformar esa experiencia traumática en un recuerdo de fortaleza y resiliencia.
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