Matías Bohoslavsky es periodista, tiene 47 años, y desde hace 23 forma parte de Unicef, la organización de Naciones Unidas que trabaja para las Infancias. En 2003, fue de los primeros en llegar a Santa Fe, apenas dos días después del ingreso del agua, con la misión inicial de relevar de primera mano lo que estaba sucediendo, antes de la llegada del resto del equipo.
Era la primera vez que se enfrentaba a una catástrofe de este tipo. "Fue muy angustiante", recuerda hoy. Tanto que a los 20 días necesitó salir: "Estaba muy afectado… Y lo digo desde un lugar de privilegio porque yo tenía asegurada la comida y dónde dormir, pero me daba cuenta que todas las personas que me brindaban servicios en el hotel habían sido afectadas por la inundación", relata.
La vida en las escuelas, convertidas en centros de evacuados, fueron parte de sus días en Santa Fe. Una de las primeras tareas a las que se abocó el equipo fue generar entornos protectores para los chicos y chicas. "No todos estaban en las mismas condiciones y en algunos se vivían situaciones muy difíciles y no eran confiables para ellos, estaban muy expuestos", relata Matías con algunos apuntes en la mano para tratar de recordar lo que vivió hace 20 años.
"Había mucha violencia y miedo, algunos se aprovechaban de esas situaciones de caos. Me acuerdo que había algunas escuelas tomadas con aulas que se transformaban en espacios muy peligrosos para la vida de las familias, adentro pasaba de todo y en un primer momento no había control sobre eso. Entonces ayudábamos a las familias a buscar otros entornos más seguros para estar".
Con el correr de los días, y a medida que aparecían otras urgencias, el equipo se abocó a fortalecer el vínculo con organizaciones como Cruz Roja y Cáritas, para ordenar la ayuda. La solidaridad desbordaba en aquellos primeros días, "éramos muchas organizaciones en un mismo lugar y buscamos potenciar las fortalezas de cada una".
La salud de las personas estaba en riesgo, no solo la física sino la mental. Además de asistir con elementos de higiene familiar, Unicef se puso en contacto con el Colegio de Psicólogos de Santa Fe. Recuerda que "las personas evacuadas estaban todo el tiempo conectadas a las radios, escuchando todo lo que pasaba y eso les generaba más angustia. Nos contactamos con algunos dueños de las emisoras más importantes de la ciudad para trabajar el tema de la salud mental y colaborar, junto a los profesionales del Colegio".
El otro aspecto en el que puso foco fue en el educativo, para intentar que las infancias recuperen algún vínculo con las escuelas, algunas rutinas, con materiales pensados para niñas y niños pequeños, y que sea un espacio que los ayude a procesar todo lo que estaban viviendo.
Entre las innumerables vivencias de aquellos días de 2003, rescata una que resume en una misma imagen desolación y resiliencia, dos sentimientos que marcaron la tragedia: "En una de las recorridas que hacíamos, encontré a una señora muy humilde, de unos 60 años. Había pasado casi un mes y el agua había bajado. Por lo general, las casas estaban destruidas, arrasadas… pero la de ella marcaba un contraste muy grande con la de sus vecinos. Estaba llena de flores, por todos lados… y me contó que toda su vida había vivido rodeada de flores, que era lo que le daba alegría y que la mantenía fuerte, y que siempre comía rodeada de flores… Si bien me traje de Santa Fe mucha angustia y dolor, me quedo con esa historia que me demostró que a pesar de eso, y de haber perdido todo, se puede conservar la dignidad".
Los barrios tapados de agua. La gente refugiada en los techos. La pérdida de todo. El desesperado desencuentro entre familiares. La niñez en riesgo. La desorganización extrema.El dolor, la angustia, el miedo. Los lazos solidarios. La resiliencia de algunos. Las flores en el jardín devastado.
Fue mucho para 20 días intensos, cuando todo comenzó. Y Matías necesitó salir de esa primera experiencia en territorio de catástrofe: "Tenía una angustia muy grande", que pudo canalizar gracias al acompañamiento que recibió al regresar: "Fue una conversación abierta para poder expresar todo lo que había vivido en Santa Fe", y seguir, 20 años después trabajando por el bienestar de la niñez.
A 20 años de la peor inundación que vivió la ciudad
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