Ivana superó la barrera de los 1000 km en bici y avanza por la ruta de la seda
Es una bioquímica santafesina, tiene 27 años y se fue a recorrer Europa y Asia sobre dos ruedas. Partió desde Barcelona hace 11 días y está en Francia a punto de cruzar la frontera con Italia.
Gentileza Pura sonrisa. La viajera está feliz por todo lo que le está ocurriendo, día tras día, en su aventura. Aquí, en Marsella.
Ivana Lovatto es pura sonrisa. La alegría que transmite su presencia está impregnando cada pueblo europeo que atraviesa por estos días en su bicicleta. Está feliz de cumplir su sueño y disfruta cada pedaleada por paisajes increíbles con la misma intensidad que lo hace con cada encuentro con desconocidos que se le acercan curiosos para saber de qué se trata su aventura. Viaja sin apuro.
Ya pasaron los primeros 11 días de viaje y a Ivana le sucedieron varios imprevistos, sorpresas y encuentros inesperados. Ella los relata con emoción en cada mensaje que le envía a El Litoral para contar, pedal tras pedal, su aventura.
Esta semana se tomó un par de días de “descanso” en Marsella, frente al mar Mediterráneo, donde pudo disfrutar y recorrer un poco. Allí la alojó un joven argentino al que contactó mediante la appWarm Showers (“Duchas Calientes”), una comunidad global de ciclistas en red que sirve para compartir alojamiento y otras necesidades durante cada viaje.
“Vengo teniendo mucha suerte, porque me hospedaron bastante, sólo tuve que armar la carpa tres veces, siempre en lugares alejados y a escondidas, porque está prohibido acampar”, cuenta. “Esos días me higienicé en el río o con toallitas húmedas. Cociné temprano antes de que oscurerzca para ahorrar energía y para que no me vean. Usé un horinllo multicombustible. Y luego dormí temprano para no hacer mucho movimiento y descansar bien”.
Gentileza Frontera. La primera que atravesó es la que une España con Francia, y ahora va hacia Italia.
Frontera. La primera que atravesó es la que une España con Francia, y ahora va hacia Italia.Foto: Gentileza
La increíble historia del co-piloto
"La gente es muy, pero muy amable. Me han hospedado españoles, franceses y marroquíes”, dice con entusiasmo en un audio que envió por WhatsApp en el que se escucha el viento de fondo. “Nadie quiso que pague nada y me alimentaron muy bien”, cuenta. Luego agradece a quienes la ayudaron antes del viaje, “quienes me siguen apoyando”, resalta, y suma a Federico, un inesperado ciclista santafesino que leyó esta historia en El Litoral, se contactó con ella y la asiste a diario con la ruta a seguir. “Él es mi co-piloto”, cuenta. “Sigue la ruta mediante los mapas satelitales, evalúa cuál es el mejor camino y me indica”.
“De hecho, las noches que acampé, Federico me eligió los lugares exactos, mirando el paisaje, evaluando la cercanía a un río, que nadie me vea y que sea seguro. Me viene ayudando un montón”, relata. Lo más risueño es que Ivana no conoce a su co-piloto. “Seguramente conoceré a él, a su mujer y sus hijas el día que regrese a Argentina”.
Otra anécdota surgió cuando se perdió en medio de unas vías de ferrocarril abandonadas y no encontraba la ruta para salir. Entonces le envió su geoposición a Federico, él miró las imágenes satelitales y le indicó el camino a seguir.
La bici, su compañera
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Para elegir la bicicleta acorde a la necesidad de su aventura, Ivana estudió modelos antes de partir, ya que la debía comprar en Europa. También se pasó 6 meses trabajando gratis en una bicicletería para aprender a armarla entera y saber arreglarla. Nada librado al azar. “También tuve mucha suerte al comprarla”, cuenta, “porque caí en una bicicletería en Barcelona de unos locos super buenos que me dieron mucha confianza, me permitieron probar varias, me dieron consejos, y me armaron una bicicleta nueva”.
"no siento el mismo amor que el que siento por mis otras bicis que dejé en Santa Fe, pero la quiero y con el tiempo le voy a agarrar más amor"
“Al principio dudaba del tamaño del cuadro, del color (naranja), pero me dije ‘tengo muchos kilómetros por delante para enamorarme’. Ahora ya está, es mi bici, no siento el mismo amor que el que siento por mis otras bicis que dejé en Santa Fe, pero la quiero y con el tiempo le voy a agarrar más amor. Estoy mirando el cuenta kilómetros y llevo 866 recorridos”, cuenta.
Más tarde llegará un video en el que Ivana anuncia que alcanzó los 1.000 km. “Pará, pará, pará”, dice cual Fantino en el video. “Nadia, esto es para vos, que me dijiste que si no alcanzaba los 1.000 kilómetros ibas a llamar a El Litoral”, le dice a una amiga en el video que subió a su Instagram y la arrobó, llena de satisfacción.
El físico responde
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En cuanto a la respuesta física Ivana cuenta que viene “muy bien, pese a las subidas y al viento en contra”. Y agrega que antes de atravesar la frontera entre España y Francia debió atravesar un fenómeno climático que se llama tramontana, “un viento fortísimo que me hizo parir”. Es un viento frío y turbulento del noreste o norte, que en España sopla principalmente sobre el archipiélago de las Islas Baleares y el noreste de Cataluña.
Imprevistos
En otro reporte la viajera cuenta algo que puede servir de advertencia para nuevos aventureros que quiere emprender algo similar. “Lo que Google Maps reconoce como bicisendas muchas veces son caminos rurales abandonados, en mal estado, inundados o que no existen; así que aprendí a no confiar en lo que indica el GPS”, describe.
Otro imprevisto fue el frío. “No pensé que sería tan intenso”, confiesa. Sin embargo tuvo suerte. Tras padecerlo la primera noche pensó que debía comprarse una bolsa de dormir más abrigada. Y al día siguiente se cruzó con una persona que se la regaló.
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Por último, tras avanzar los primeros kilómetros Ivana se dio cuenta de que viajaba muy cargada y tuvo que despojarse de algunas cosas para alivianar el trayecto. Pero perder uno de los dos pantalones que llevó no estaba en esos planes. Y menos, la llave del candado y el porta-bulto, que tenía en el bolsillo de ese pantalón. “Cuando llegué al pueblo siguiente me alojé en lo de un chico que había contactado con la app y me regaló un porta-bulto y al día siguiente fui a un negocio a comprar el candado y apareció un tipo, me lo regaló y me regaló además un porta caramañola y 50 euros”, relata.
Por todo esto Ivana repite: “La estoy pasando genial, lo que más me moviliza es la empatía de la gente que te ve, se acerca y te ayuda; cómo la vida te va cruzando a las personas de forma mágica”.
Yendo en bici, para colaborar
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Ivana Lovatto necesita ayuda para solventar los gastos de su viaje. Su amigo Pablo le regaló un sitio en Internet en el que cuenta su proyecto y donde se pueden realizarse donaciones: yendoenbici.com.ar