Es una larga hilera de desechos junto a la calle. Está en el límite norte de la capital santafesina. Es materia de descarte del cirujeo, es un foco contaminante y una señal de una dura situación social.
Banquina. Es la calle Monseñor Rodríguez, en el norte de la ciudad. Crédito: Flavio Raina
Hay basura domiciliaria esparcida sobre el pasto corto fresco en la mañana. Es una larga hilera de desechos que se prolonga por varias cuadras junto a la calle Monseñor Rodríguez, que es la última asfaltada de la ciudad. Es el barrio El Abasto, en el límite norte de la ciudad de Santa Fe. Detrás de la basura hay quintas, campo verde para el cultivo. Y unas cuadras más al norte, la ciudad de Recreo.
Desechos. Muchas bolsas rotas para extraer algo que sirva. Crédito: Flavio Raina
Hay latas, botellas, envases. Hay cajas de vino, ramas, zapatillas y otras prendas. Y bolsas. Hay muchas bolsas. De todos los colores y modelos. Y esas bolsas están casi todas rotas. Con señales de que fueron desgarradas para revisar su contenido. Para encontrar allí algo que sirva. Es que la basura que terminó revuelta es producto del cirujeo. La gente que más necesidades tiene, que sobrevive de la basura, busca en ella algo valioso para vender. O algo para alimentar a sus animales. Subsisten de lo que otros descartan. Hay olor que incomoda.
Al otro lado de calle Rodríguez hay viviendas. Al frente hay chicos que corren, juegan. En la esquina que forman las calles Rodríguez y Rosatti un grupo de recicladores separa la basura. La divide en grandes bolsones que más tarde serán trasladados para la venta. Son plásticos. Botellas, bidones, envases de detergente. Todo va a un camión.
En el medio de todo este paisaje hay perros. Un perro negro, hermoso, deambula por toda la zona. Cruza la calle y vuelve. Esquiva con destreza a los autos que viajan desde la avenida Blas Parera hacia la Circunvalación Oeste, o al revés. Y a los grandes camiones de verdura que arriban al Mercado de Abasto. Muchos camiones. Hacen fila para ingresar con mercadería fresca que más tarde pasará por las verdulerías de los barrios de la ciudad, y terminará en la mesa de cada hogar.
Recicladores. Estos vecinos buscan plásticos para vender. Crédito: Flavio Raina
Ahora los perros merodean en busca de un hueso o algo para comer. Uno blanquito encuentra un hueso, lo carga en su boca y sale corriendo a disfrutarlo. Algunos dejan la vida en eso. A estos últimos se los ve entre la basura. Muertos. Tras ser atropellados. Y entonces ese olor es más incómodo.
Es el extremo norte de Santa Fe. El margen de la ciudad. A donde se acumula la basura desde hace varios años.