Héctor Manuel Porpato, mejor conocido como Manolo, fue uno de los miles de santafesinos que el 29 de Abril del año 2003 lo perdió todo. Los detalles de los días más dolorosos y crueles que le tocó vivir a la ciudad. Una herida que aún continúa abierta.
Desde la altura. En el techo de su casa, Manolo Porpato pasó varios días esperando la retirada del agua.
Para los que no lo conocen, decir Manolo Porpato (muy pocos le dicen Héctor) es hablar de arqueros. Y si de atajar se trata, el hoy Subdirector del Ministerio de Trabajo no solo lo ha hecho en la cancha, también en la vida. Nacido y criado en el barrio Chalet, pasó por clubes locales como San Cristóbal, Gimnasia, Sportivo Guadalupe para retirarse en Las Flores II. Con el tiempo, se convertiría en uno de los entrenadores de arqueros de Colón en divisiones infantiles e inferiores, pasando por la Primera División hasta hoy, para ser "la voz de mando" de la máxima categoría de Liga Santafesina. Está casado desde los 18 años y tiene dos hijos: Héctor y Paula. Sus cuatros nietos, su felicidad más grande.
Así es Manolo, una persona sincera y sencilla. En su rostro todavía se puede percibir la tristeza de aquellos días vividos hace 19 años atrás. La madrugada del 29 de Abril del 2003, el río Salado comenzó a ingresar por la obra inaugurada e inconclusa de la Circunvalación Oeste. La mayor crecida histórica registrada dejó a un tercio de la ciudad bajo las aguas marrones, densas y barrosas. Con un saldo importante de muertos y miles de evacuados, fue sin duda la peor catástrofe hídrica que sufrió la capital provincial.
En la actualidad. Héctor Manuel Porpato, 20 años más tarde, disfruta de la vida en familia en el mismo hogar y con los mismos vecinos. Créditos: Manuel Fabatia
El inicio de una película e terror
En barrio Chalet el golpe se sintió muy fuerte, fue en donde más rápido llegó el agua y más tardó en irse. Con cierta angustia, Manolo recuerda todo con suma precisión: "Ese día estaba trabajando en Colón, y ya sabíamos que se estaba inundando Santa Rosa de Lima y San Lorenzo. Pero el terraplén del Mitre dividía Chalet, y hasta ese día estábamos tranquilos. Un par de días antes vino un amigo con un camión y me insistía en sacar las cosas porque se venía "bravo". Yo le dije que no, porque con mis hijos ya habíamos subido a una altura de un metro algunos aparatos, pero no teníamos dimensión de lo que se venía. De un momento a otro, Miguel Restelli me avisa que me vaya al barrio porque estaba entrando el agua. A dos cuadras de mi casa, ya me llegaba hasta la cintura. Caminé esas cuadras como pude hasta llegar a donde vivía".
Una vez llegado a su casa, se topó con lo peor: "Me encontré con mi hijo, un amigo de él y los cuatro perros. No encontré a mi mujer ni a mi hija. En ese momento pensé lo peor. Empezamos a subir y bajar cosas. En ese ínterin, el agua nos tapó toda la casa. Tuve que vaciar el tanque para poner allí dentro a los animales, por si tocaba nadar. Allí estaban más protegidos", cuenta emocionado.
Las horas pasaban, la desolación y la oscuridad dominaban a la ciudad, Chalet estaba bajo el agua. Pero una vez más, como en cada tragedia que nos toca atravesar como sociedad, apareció lo que nunca falla: la solidaridad humana. Porpato describe el momento exacto en que llegó la ayuda: "En el amanecer del miércoles, un amigo que ya estaba rescatando y auxiliando gente, se acordó que yo vivía por la zona de la cancha de Colón y me fue a buscar. Llegó con la canoa y se fueron con él, mi hijo con su amigo y los perros. Todos salieron con destino a la casa de mi madre en barrio Las Flores. Mi madre, tuvo que tomar una pastilla para tranquilizarse y terminó durmiendo entre 2 y 3 días. Cuando reaccionó, lo primero que hizo, fue irse conmigo, quería acompañarme y no dejarme solo. Ese día que se los llevaron, me alcanzaron un kilo de pan y un pullover por el frío que estaba pasando".
Tal era la desesperación del momento, invadido por el dolor y la locura que muchas personas no sabían que había sido de sus familiares que vivían en otros barrios. El país entero hablaba de la catástrofe que sucedía en Santa Fe.
Con el agua en el cuello e incomunicado
Siendo 2 de mayo, 4 días después de la llegada del agua a gran parte de la ciudad, Manolo no sabía absolutamente nada del estado de su familia. Emocionado, y con la voz entre cortada pudo volver a ese momento: "Cuando llegó mi hijo, después de esos días en que yo pasé solo y sin saber novedades, me confirmó la única noticia que me trajo esperanza: que mi mujer y mi hija estaban vivas, a salvo. Fue lo único que me impulso a seguir. Porque lo había perdido absolutamente todo, tenía que empezar de nuevo. Imagínate que un día te vas a trabajar y cuando volves tenes tu casa tapada con agua. Eso me pasó a mí y a todos los que los que lo sufrimos". Así como le sucedió a él, también le pasó a más de 26 mil familias que se vieron afectadas por esta catástrofe. "No quedó nada, pero nada". Se perdió todo; roperos, televisores, heladeras, fotografías, sueños, recuerdos, no hubo elemento que no haya quedado arruinado.
La soledad que vivió Héctor, la vivieron miles de personas más. Solos, olvidados y desamparados. "Estuve 26 días en el techo de mi casa, comiendo lo que podía y pidiendo que todo se terminara. Con el correr de los días cuando el agua bajaba, me acomodé en la chapa más firme para poder dormir un poco mejor ahí arriba. No me quiero olvidar jamás de Jorge Molina y de toda la comisión de UPCN, que me acercaban en una lancha colchones, ropas y comestibles".
La inundación todavía no pasó, de hecho, más de uno afirma que nunca se irá. El trauma que ha quedado en muchas de las personas que sufrieron en carne propia la catástrofe todavía dura. Una simple lluvia rememora a esos días con el terror de levantarse y que esté sucediendo otra vez. A pesar de ello, Manolo no cambia su Santa Fe querida por nada en el mundo, la abraza y la cuida: "Santa Fe junto a mi familia son mis lugares en el mundo. He tenido propuestas para sumarme a cuerpos técnicos en otras ciudades. Por un lado no lo puedo hacer por mi trabajo particular. Pero realmente no me iría nunca de mi barrio. Esta ciudad me ha dado todo a lo largo de los años. No hay, ni habrá ofrecimiento que supere el valor que tienen para mí, barrio Chalet, Colón y mis hermosos nietos".
A 20 años de la peor catástrofe hídrica de la historia de nuestra ciudad, el reclamo y la voz de los santafesinos se vuelve una sola para reclamar memoria, verdad y justicia para que nunca más vuelva a pasar.
A 20 años de la peor inundación que vivió la ciudad
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