Nicolás Loyarte
Funcionó entre 1980 y el '82. Cruzaba la laguna sobre cables sostenidos de antenas que nacían de los antiguos pilotes ferroviarios. La increíble historia de su mentor y a dónde terminó la estructura.
Nicolás Loyarte
En la ciudad casi no hay huellas de aquella aerosilla. Su cabecera estaba a donde ahora es el inicio del cantero central del bulevar Muttis y la Costanera. En la parte superior del edificio que fue demolido estaba la sala de comandos y plataforma de ascenso; y en la planta baja, un restaurante con jardín.
Desde allí se ascendía -previo pago del boleto- a uno de los 43 pares de asientos colgantes que viajaban 640 metros de distancia sobre la avenida 7 Jefes, pasaban sobre la confitería Puerto de Palos (hoy es el mirador del Faro), atravesaban la Setúbal sobre los antiguos pilotes ferroviarios y terminaban su viaje en la Costanera Este. Allí funcionaba un complejo turístico y gastronómico, Piedras Blancas.
El paseo en aerosilla sobre el agua duraba apenas unos minutos. Pero eran minutos inolvidables, una experiencia que fascinaba. "Viajar sentados sobre una silla colgada de un cable de acero por sobre la laguna Setúbal, observar el paisaje y arribar a la otra orilla era increíble", dice Mario Ponce, uno de los santafesinos que la disfrutaron. Así lo recuerdan todos los que vivieron la experiencia.
El Litoral reconstruyó hoy el mismo viaje que realizaba la aerosilla en los '80. Gracias a la tecnología, un drone recorrió los 640 metros de distancia para revivir la experiencia visual de aquella época y tener así una aproximación a las sensaciones que causaba viajar sobre el agua.
Al otro lado del río, Piedras Blancas era un complejo de avanzada para la época. Estaba en la punta norte de la Costanera Este. Allí se podía tomar un trago o cenar, ascender al cohete Astro Liner y "viajar por el espacio" de manera virtual. O disfrutar de la naturaleza y la playa, en medio de cabañas alpinas con todo tipo de ofertas y servicios.
Dato curioso para la época es que algunas bañistas hacían topless en la playa. Por ese motivo, la revista Siete Días había publicado un reportaje al que tituló "La Mónaco de Santa Fe". Debajo se describía el lugar y los hábitos de la gente. "Era una revolución para la época", dice Pablo, hijo de Osvaldo Busaniche, quien falleció en 2017 y es recordado por haber sido el impulsor de Piedras Blancas, además de su paso como presidente de Colón.
El viernes 15 de febrero de 1980 a las 19 horas se inauguró la Aerosilla de Santa Fe. Un afiche publicitario anunciaba "Se pone en marcha". Y al día siguiente El Litoral titulaba: "Fueron inaugurados la telesilla y el complejo Piedras Blancas".
Para aquella celebración arribaron a la ciudad grandes personalidades -entre los que se destacó la presencia del boxeador Carlos Monzón (el reciente campeón del mundo residía en Buenos Aires)- y el corte de cinta fue realizado por las autoridades de turno, junto a dos de los creadores del proyecto: Alfredo Block, mentor de la aerosilla, y Osvaldo Busaniche, de Piedras Blancas.
Hubo una bendición, fuegos artificiales, desfile de embarcaciones, sobrevuelo de aviones, danza de aguas en las fuentes que fueron encendidas, el descubrimiento de un mini zoológico con monos, pavos reales, carpinchos, flamencos y ñandú, entre otras especies. Más tarde también hubo un lunch y la posterior apertura al público, desde las 21.30, para aquellos que pugnaban por ser los primeros en cruzar.
El primer viaje lo hizo el intendente de facto Miguel Coquet. "Una verdadera multitud se había concentrado en la avenida Costanera para participar del espectáculo y transitar con la telesilla, que funcionó hasta altas horas de la madrugada", consignó El Litoral al día siguiente, en su habitual edición vespertina. Y al domingo siguiente se corrió una edición de la tradicional maratón acuática Santa Fe – Coronda. Fue sin dudas un fin de semana histórico para Santa Fe.
Alfredo Block fue el creador de la aerosilla de Santa Fe. Era un soñador. Para concretarlo sumó al proyecto -como inversores- a los hermanos Herbert y Roberto Norman, a los hermanos esperancinos Raúl y René Camissi, y a Osvaldo Busaniche, con su inversión en Piedras Blancas. Juntos concretaron algo inolvidable para la ciudad. Block se había inspirado en su padre, Federico, un inmigrante alemán que llegó a Argentina escapando a la Segunda Guerra Mundial y había instalado la aerosilla de Carlos Paz, en Córdoba. Cuando Alfredo vio los antiguos pilotes ferroviarios en la laguna pensó en su padre y no dudó en montarle una aerosilla. Así lo hizo.
Toda la estructura fue fabricada por Morsbach en Alemania y viajó en barcos hasta Santa Fe. Block junto a sus tres hijos fueron los encargados del montaje, bajo la supervisión del ingeniero Monteagudo. "Era el sueño de mi padre, al igual que el de mi abuelo", dice hoy el arquitecto Alfredo Block (h), hijo y nieto de aquellos. Tiene 65 años y de esos tiempos -cuando tenía 22- conserva un tesoro familiar nunca revelado: es un álbum de imágenes en diapositivas de aquellos días de esplendor de la aerosilla y del complejo Piedras Blancas. "¿Quieren verlas?", invita.
Las imágenes eran utilizadas para promocionar la visita a la ciudad y disfrutar de la aerosilla. Cada una de las diapositivas transportan a otra época e imprimen la atmósfera de aquellos días. El padre de Alfredo debió gestionar la autorización del proyecto ante las autoridades de turno, en plena dictadura militar. Primero obtuvo la venia del coronel Miguel Coquet, a cargo de la intendencia de Santa Fe, y luego de las autoridades nacionales a cargo de los pilotes del FF.CC.
Ahora debía superar un nuevo escollo. Cómo conseguir la plata para concretar el proyecto. "Mi padre no era una persona de dinero, así que buscó un socio accionista", recuerda hoy Alfredo, junto a El Litoral. Así fue como se sumaron los Norman, los Camissi y Busaniche.
"Recuerdo perfectamente todo, yo tenía 14 años y era un proyecto realmente innovador para región", dice Pablo, el hijo de Osvaldo Busaniche. Piedras Blancas tenía un restaurante cinco estrellas al que visitaban todas las personalidades que pasaban por Santa Fe. "Me acuerdo, entre otros, de Alain Delon y Mirtha Legrand", cuenta.
Entre las tantas anécdotas, Pablo trae al presente dos en especial. La primera tiene que ver con el primer cruce. "Lo hizo un militar de la época y terminó con el agua a la cintura, porque faltaba tensión a los cables y la silla descendió hasta el río", cuenta y se ríe. Y la segunda anécdota fue una noche, "cuando el encargado apagó el sistema al finalizar la jornada y se olvidó a una pareja que cruzaba y quedó colgando en medio de la laguna (risas). El chico tuvo que arrojarse al río y nadar hasta la orilla para avisar que se los habían olvidado".
Luego Alfredo Block (h) aporta: "En el '81 ya se sentía la crecida del Paraná, y el último tramo de la aerosilla antes de llegar a la Costanera Este, pasaba al ras del agua, hasta que la alcanzó".
-¿Quién fue el primero en cruzar?
-Cuando con mi padre y mis hermanos terminamos de ajustar los tensores de acero de 24 mm. y el contrapeso de hormigón, mis hermanos Federico y Rubén colgaron la primer silla y apretaron el botón. Y más atrás los siguió mi padre en otra. Así que quedaron en la historia como los primeros en cruzar -cuenta Alfredo.
-¿Alguna vez alguien se tiró al río?
-Varias veces. Es que sólo tenía una barra que cruzaba la cintura y era muy fácil de retirar. Entonces algunos jóvenes hacían la travesura de tirarse en medio del viaje. Hubo que poner un cartel para indicar que estaba prohibido tirarse.
La aerosilla funcionó poco tiempo. Apenas dos años. Se la llevó la inundación del '82, al igual que al Puente Colgante y parte de la vieja Costanera. Para Herbert Norman ese no fue el único motivo por el que Santa Fe perdió la aerosilla. "La verdad es que en ese momento la ciudad no era tan turística y no daba para sostener su funcionamiento", dijo en un artículo publicado por El Litoral en 2018. Lo cierto es que cuando el río descendió había arrasado el complejo sobre la Costanera Este. Y cruzar en la aerosilla hacia la tierra devastada ya no tenía sentido.
"Donde estaba Piedras Blancas el agua tapó todo. Las cabañas alpinas quedaron sepultadas bajo tres metros de agua", recuerda Alfredo. Es que la vieja Costanera Este era casi un arenal y todavía no había sido refulada, por lo que tenía una cota muy baja. Con la bravura del agua no quedó nada. Fue el final de una gran inversión turística para la ciudad. Y sólo perdura el recuerdo en la memoria de quienes peinan canas.
Pero, ¿qué pasó con la aerosilla? "Mi viejo era un alemán al que se le cruzaba una idea y lo hacía", dice Alfredo. "Así que salió a buscar un cerro a donde montar la aerosilla. Hasta que consiguió un terreno frente al laberinto de Los Cocos, en las sierras cordobesas. Buscó nuevos socios, compró montañas, preparó el suelo, la trasladó y la montó". La estructura fue inaugurada en 1985. Ya no tiene las antiguas silletas y gran parte de su estructura fue reemplazada.
Su mentor tenía una obsesión con las aerosillas. Ya había construido la de Carlos Paz -junto a su padre-, la de Luján (Bs. As.), y la del glaciar Martial (Ushuaia). La muerte encontró a Alfredo Block viajando por la ruta 19 hacia la de Los Cocos, en 1994, en un accidente de tránsito. Sus hijos continuaron el legado sólo un par de años.
Los pilares del FF.CC. de la Setúbal a donde se apoyaban las columnas de la aerosilla siguen erigidos en medio de la laguna. Una resolución de 1983 dejó sin efecto su uso. Son el símbolo de otro tiempo. Primero, del paso del tren; más tarde, de la aerosilla; y en los últimos años, de algún proyecto de puente peatonal, entre otras ideas que nunca prosperaron. La gestión del intendente José Corral ordenó realizar estudios técnicos para recuperarlos y darles algún uso. Pero quedó en la nada.
En 1999 se inauguró la nueva Costanera Este, con calle de pavimento y rotonda, tal como se la conoce en la actualidad. La bajante histórica del río dejó por estos días al descubierto los vestigios del antiguo complejo Piedras Blancas, en la punta norte de la costanera. Los escombros cuentan sobre aquello que fue hermoso. Pronto el río recuperará su nivel habitual. Y, al igual que esta historia, todo quedará sumergido en el recuerdo de la comunidad santafesina.
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