Gastón Neffen
gneffen@ellitoral.com
Enviado Especial
Además se liberó un gato montés, un oso melero y unas 100 aves. Esta reserva provincial también es un santuario del yacaré.
Gastón Neffen
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Enviado Especial
Después de dos horas y media de viaje desde Santa Fe, a 500 metros del acceso a la Reserva El Fisco las cosas se complicaron. La camioneta comenzó a resbalar en el barro de un potrero ganadero, en zona de monte, que estaba muy encharcada. Con oficio, el conductor logró salir y llegar a un punto seco, pero la otra camioneta se quedó.
No había otra que volver, porque el aguará guazú y el oso melero estaban en la pick up empantanada en el barro. “Bueno, volvamos, pero lo más probable es que también nos quedemos nosotros”, dijo por handy Eduardo Mosso, sub director de la Dirección General de Manejo Sustentable de Fauna y Flora de la provincia.
A pesar de su pronóstico, Mosso logró atravesar otra vez el barro, con varias patinadas, volantazos y certeros cambios de marcha. En acuerdo con el veterinario de la Granja La Esmeralda, se decidió liberar al oso melero, las aves y el gato montes en un sector de monte, en el borde de la reserva.
Empezaron con los pájaros. En total 50 cardenales grises, 20 reinas moras, 10 federales y 20 corbatitas.
Después siguió el gato montés (melánico), que salió de la caja medio adormecido, después del viaje desde Santa Fe. Miró hacia los costados y se perdió entre la vegetación, en el medio del monte.
El oso melero fue todavía más cuidadoso. El veterinario Antonio Sciabarrasi fue terminante: “Hay que liberarlo en el árbol más frondoso posible”. Pero el oso no quería salir de la caja y tuvieron que agarrarlo de la cola para llevarlo al árbol. Cuando sintió la corteza bajo sus patas, trepó con lentitud, pero con mucha seguridad, hacia las ramas más altas.
Una vez cumplida este etapa, el equipo volvió al barro con la caja que transportaba el aguará guazú. Afortunadamente, con la huella hecha, por las dos pasadas de Mosso, la camioneta se asentó mejor en el fangoso suelo del potrero y se pudo entrar en la reserva, que tiene 1.500 hectáreas. Al equipo lo acompañaban dos “gauchos” a caballo que iban oteando el camino para avisar hasta donde se podía llegar.
En el medio de un espartillar, en una zona mixta, con vegetación de los Bajos Submeridionales pero también de la región del Espinal, se liberó al aguará guazú que apareció en el shopping de Santa Fe. Al ejemplar, un macho joven de 25 kilos, también le costó salir de la caja. Pero una vez afuera, se alejó al trote y se perdió camino al monte en menos de dos minutos.
En esta reserva está el arroyo Las Conchas, que forma parte de la cuenca del río Salado, y muchas zonas bajas en las que el aguará va a poder cazar pequeñas nutrias, cuises, vizcachas y pescados.
Fue emotivo verlo trotar hacia su hábitat, pero en el fondo no es una historia con final feliz. No todavía. La especie está bajo amenaza en la provincia, lo mismo que muchos otros animales, y se necesitan más reservas como El Fisco, entre muchas otras políticas que reclaman desde hace años ONGs conservacionistas, los funcionarios que saben de fauna y expertos en biodiversidad. Lo bueno es que sus 33 días de “visita” en Santa Fe, al menos, sirvieron para que muchos santafesinos conozcan mejor una especie notable y que es clave preservar.