Lluvias versus reclamos: cómo las obras nuevas impactan en la vida cotidiana
El domingo pasado cayeron 103 milímetros y hubo 82 % menos de quejas por anegamientos. El dato surge al comparar ese evento con otros de similar intensidad. El gran logro: La ranita no se inundó. La falencia: la ocupación de reservorios.
Lluvias versus reclamos: cómo las obras nuevas impactan en la vida cotidiana
Roberto Zeballos es mecánico y vive en un pasillo corto que nace en medio de Larrechea al 6900, en el barrio La Ranita del extremo noroeste de la ciudad. Debe ser de los pocos vecinos que a pesar de los estragos de esta crisis económica está contento. Desde que su calle fue reparada, hay más movimiento y eso redunda en más trabajo. "Antes no entraba nadie, ahora la gente circula, me buscan", dice mientras intenta sacarse la grasa entre los dedos. Pero además, es la primera vez en los 12 años que vive allí que no se inunda con una lluvia copiosa como la que cayó el domingo en Santa Fe. Tiene doble motivo para festejar.
Los 103 milímetros acumulados, con una intensidad máxima registrada de 105 milímetros por hora, hubiesen dejado su calle y el barrio entero cubierto de agua durante varios días. Incluso con personas evacuadas en el Polideportivo La Tablada. Veinticuatro horas después, sólo había barrial -y mucho- en las arterias a las que aún no les llegó ninguna obra. Pero la suya estaba seca. Faltaba una lluvia fuerte para ponerla a prueba, y la superó.
La Ranita, una antigua cava mal rellenada, fue epicentro de una obra integral que encaró el municipio este año con fondos nacionales. Incluyó desagües, mejorado o pavimento intertrabado con cordón cuneta, iluminación y agua potable. Y llegó hasta los barrios de al lado, Loyola, Yapeyú y San Agustín. En el medio, algunos vecinos lamentan que todavía no les tocó y ponen sus esperanzas en la próxima gestión.
En números
Así como Roberto Zeballos podía charlar en la vereda de su casa un día después de la lluvia, impensado en el pasado, muchos vecinos de la ciudad parece que pasaron mejor este último evento climático. Al menos así lo refleja la cantidad menor de reclamos que llegó a la Municipalidad, según los datos históricos que quedan registrados en el Sistema de Atención Ciudadana (SAC).
La secretaria de Infraestructura y Asuntos Hídricos, Silvina Serra, mostró el registro de reclamos que llegaron durante dos lluvias de años anteriores; una del 3 de marzo de 2015, cuando gobernaba la gestión anterior, y otra del 4 de marzo de 2021, con ella al frente del área. Y los comparó con los del último domingo. Sin entrar en cuestiones políticas, eligió esos eventos porque tuvieron similares características e intensidades y, además, el nivel del río permitía en ambos casos la libre descarga por gravedad de los reservorios y conductos pluviales. De todos modos, vale una aclaración: el 25 de febrero de 2015, una semana antes de la lluvia que se usa en la comparación, 200 milímetros ya habían cargado todas las cuencas.
El 3 de marzo de 2015 , el total acumulado fue de 131.75 mm, con una intensidad máxima registrada de 138 mm/hr y la altura del río Paraná en el Puerto Santa Fe era de 3.82 metros. El 4 de marzo de 2021, cayeron casi la mitad de milímetros (75) pero con una intensidad mayor: 162 mm/hr. En esa fecha el Paraná medía 3,11 metros. Por último, el domingo pasado se precipitaron 103.75 mm a una intensidad máxima de 105 mm/hr, y el río estaba en 2.61 metros.
Cuando se pone la lupa sobre la cantidad de reclamos por anegamientos que atendió el 0800 municipal en cada uno de esos eventos, se analizan de dónde provenían las llamadas y se cruzan con las obras que se hicieron en cada zona, queda claro el impacto positivo que tuvo el plan de trabajo sostenido que se viene realizando.
Los mapas que se conforman al entrecruzar todos esos datos muestran con claridad una caída de problemas en todo el norte de la ciudad, pero también en el este y en el oeste. En total, la merma es del 82 %, entre 2015 y 2023: 461 en 2015; 382 en 2021 y 79 este año.
La información volcada en el mapa permite observar la superposición de obras e intervenciones realizadas por la actual gestión versus los reclamos recibidos en la tormenta del 2015.La información volcada en el mapa permite observar la superposición de obras e intervenciones realizadas versus los reclamos recibidos en la tormenta del 2023. Con las obras hídricas que hizo esta gestión se han sumado 30 km. de conductos de desagües.
Por qué fue posible
Después de las dos grandes inundaciones que hubo en Santa Fe, 2003 y 2007, los sucesivos gobiernos tomaron como una cuestión prioritaria la gestión del riesgo hídrico. Así se fue avanzando lentamente, porque son muy costosos, en la construcción de los desagües fundamentales.
La última gran obra fue el desagüe Espora, un conducto troncal que comenzó la gestión de José Corral, se paralizó en varias oportunidades y la terminó Emilio Jatón. Cubre unas 800 hectáreas que habitan 80 mil vecinos.
Pero para que al Espora llegue el agua de todos los barrios que lo rodean, era necesario conectarlo a un montón de desagües más chicos, además de unir todos los tramos que habían quedado desconectados. "Tuvimos que hacer un trabajo de hormiga con los conductos secundarios y terciarios, con el cuneteo y los cruces, a partir de estar en cada barrio", explicó la funcionaria a cargo del área hídrica. Las decisiones de intervenciones se tomaron casi cuadra a cuadra. Es por eso que muchas de estas tareas se hicieron con equipamiento y personal del propio municipio, y otras tantas se tercerizaron y se usó financiamiento externo.
No en todas las zonas que tienen problemas se alcanzó a construir nueva infraestructura. Allí se procuró reforzar la limpieza de las cunetas, alcantarillas y los cruces de calles, construir nuevos cruces y acomodar los accesos a domicilios, nivelar las cunetas, hacer nuevas cámaras de inspección, acometidas y reparaciones. Es otra tarea de hormiga, en territorio, que no puede descuidarse y hay que afrontar periódicamente, con el calendario bien aceitado.
Barrio Transporte es un ejemplo de cómo este trabajo solucionó algunos problemas, según el análisis que hace Serra. "Con la obra de pavimento de Javier de la Rosa, pudimos hacer todos los conductos que sacan el agua y la llevan al Espora. Y con la obra 1° de Mayo pudimos hacer todos los conductos que vuelcan el agua al sistema del Larrea. Y a eso le agregamos el trabajo meticuloso de ir arreglando cada cuadra con cuadrillas propias". Y así se hizo en tantos otros barrios para que el agua llegue a los grandes conductos. "Esto es lo que hicimos desde 2020 para ir reduciendo los reclamos por anegamientos".
Quedan puntos críticos
En algunas zonas de la ciudad hay obras hechas hace años pero son escasas, es decir, la infraestructura disponible no alcanza para escurrir el agua de lluvias intensas. "Para reducir esos problemas hacemos una limpieza frecuente, pero no es una solución definitiva: la zona se anega porque tiene un conducto chico, pero el agua queda mucho menos tiempo porque trabaja al 100% de su capacidad al estar limpio", explicó la funcionaria.
Con el fin del mandato muy próximo, algunas zonas críticas quedarán en carpeta para el futuro. Barrio Alvear, por ejemplo, es un punto que necesita una obra puntual; y la zona de Boca del Tigre, en Centenario, también. Esta última fue incluida dentro del Paseo J.J. Paso, que no alcanzó a iniciarse.
Más allá de las obras, la infraestructura hídrica de Santa Fe requiere de un mantenimiento permanente y minucioso. Su terreno plano, encerrado entre grandes terraplenes de protección, dificulta el escurrimiento del agua. A juzgar por lo que ocurrió en la última lluvia, esta tarea se hizo a conciencia durante esta gestión, aún cuando la sequía prolongada no regaló ni una gota en años. Con El Niño asomando, vendrán más eventos para probar el sistema.
En lo que no se puso el foco necesario es en la ocupación de las áreas de riesgo hídrico. En varios reservorios, que son el último eslabón del circuito que hace el agua desde que cae y es colectada por los desagües antes de salir al río, se asentaron nuevas viviendas precarias, algunas más consolidadas construidas con ladrillo. Esto ocurrió durante esta gestión, especialmente ante la escasa presencia en territorio que hubo en la pandemia, en Barranquitas, en Atilio Rosso y en Santa Rosa de Lima, contra la avenida Circunvalación. Allí, Los Sin Techo avanzaron con nuevas viviendas en pleno reservorio N° 2 con fondos provinciales y sin avisar al municipio. Como consecuencia, debieron urbanizar contrarreloj la zona, elevaron un terreno e hicieron una nueva calle de penetración, un canal y alcantarillas de cruce. Además, hubo otro frente de ocupación en área de riesgo, ya por fuera del anillo de defensa, en Colastiné Norte.
Serra explicó que las familias asentadas en los reservorios no tuvieron inconvenientes con los 100 mm. caídos el domingo pasado. "No llegaron ni a la mitad de sus niveles y no hubo ningún tipo de inconveniente en la zona de los entornos de los reservorios", respondió.
Lo cierto es que ahí queda un frente de trabajo intenso para hacer reubicaciones y de control para evitar que más familias se asienten en áreas vulnerables.
"Quedan pocos puntos críticos, eso seguirá así si se sigue haciendo un intenso mantenimiento. Si no estás continuamente en los barrios, con limpieza y control, por más que los conductos existan hoy, el agua no va a llegar. El trabajo hídrico es constante", advirtió Serra a modo de balance y de recomendación para cuando ella deje las oficinas del Palacio Municipal.
Por ahora disfruta la satisfacción de saber que son muchos los vecinos que padecen menos complicaciones en cada lluvia. Como Roberto Zeballos, el mecánico de La Ranita. Y como sus propios vecinos de Unión y Trabajo, más conocido como María Selva. La anécdota que cuenta Serra sirve para dimensionar la situación: "Durante la gran lluvia que ocurrió a los dos días que asumí (el 14 y 15 de diciembre de 2019), tuvieron que ir a buscarme a mi casa porque no podía salir. Ahora, con una intensidad como la del último fin de semana, pasé en el auto y no había ni una lámina de agua".
Así es Santa Fe, una ciudad plana, con poca pendiente y un sistema hídrico complejo que obliga a no bajar la guardia.