Un tal Mainero: la historia del "alquimista" de la salud y recolector de tesoros farmacéuticos
Héctor Mainero, farmacéutico de fuste, colecciona objetos antiguos relacionados con la farmacia: desde sellos con pan de hostia hasta potiches y las míticas cabezas de Geniol. Además, hace preparados y recetas magistrales. Parte de su colección puede visitarse en la muestra por el 70° aniversario del Colegio de Farmacéuticos.
La muestra del Colegio de Farmacéuticos está abierta este sábado y domingo de 12 a 19 y 14 a 19, respectivamente.
Héctor Mainero atiende el teléfono y de entrada uno puede darse cuenta de que esa voz habla con la erudición de alguien que se ha pasado la vida leyendo libros e intentando comprenderlo todo; pero también revela aquella otra sabiduría, vale decir, la de haber vivido, simplemente eso: son esos saberes que no están ni en páginas encuadernadas ni en academias.
Con 68 años, su primera virtud es haber sido -y más aún, seguir siendo- farmacéutico toda su vida ("si volvería a nacer, sería lo mismo que soy hoy", confiesa), pero también con el plus de honrar cada día su profesión ("hay que darle aliento a esa persona que entra a la farmacia con un problema, o a un anciano ayudarle a leer un prospecto", enseña).
La segunda, ser una especie de boticario clásico y "alquimista" medicinal: es que hace sus propios preparados y recetas magistrales para darle lucha a las llamadas "enfermedades huérfanas", aquellas muy poco frecuentes y a las cuales la ciencia no ha sabido -o no ha querido- todavía darles una solución farmacológica.
Y su tercera virtud es ser un "recolector" de tesoros de épocas remotas, es decir, un coleccionista de objetos farmacéuticos antiguos. Por ejemplo, tiene una cantidad incalculable de potiches de porcelana, recipientes donde se guardaban los preparados medicinales y que se fabricaban en Francia; y preciosos frascos venecianos (que ya casi no se consiguen en el mundo). De hecho, está armando una suerte de Museo de la Farmacia en su Rafaela natal.
En Rafaela. Héctor Mainero mostrando una de las "vedettes" de su colección: un potiche de porcelana. Crédito: Pablo Aguirre
La lista sigue: estanterías, vitrinas, un mostrador y hasta una bastonera de la famosa farmacia Las Colonias, la más conocida de esta capital; pildoreros y los sellos con pan de hostia, que otrora se utilizaban para certificar las recetas; y hasta las míticas cabezas de las aspirinas "Geniol", ésas llenas de clavos que aún están en las farmacias modernas: "Geniol con sus cabezas generó un boom publicitario", rememora Mainero, en diálogo con El Litoral.
Gran parte de toda su colección puede visitarse hasta este domingo en el marco de la muestra "Remedios contra el Olvido", organizada por el Colegio de Farmacéuticos de Santa Fe con motivo del 70° aniversario de la fundación de esa entidad.
"Yo soy de los boticarios de antes", se autodefine desde su casa en Rafaela, donde tiene sus tesoros farmacéuticos. Ejerce la profesión farmacéutica desde 1976 y empezó a ser coleccionista desde la década del ´90, hobbie que nació como un modo de hacerle frente a un pérdida, un dolor de vida que debió enfrentar con el estoicismo de los más valientes.
Entre el antes y el ahora, para Mainero hay cosas que no deben cambiar: "Hay que prestar un oído, mimar a los más viejitos, con todo lo que vivieron en plena pandemia, y darle aliento a la gente. Porque pensemos que la persona que entra a una farmacia siempre lo hace con un problema; entonces hay que ayudarla con una solución. La gente valora mucho al farmacéutico, y su consejo y la confianza que da no tiene precio. Es una profesión noble, porque se trata de ayudar al otro", expresa.
Frasquitos y antiquísimos paquetes de medicamentos. Crédito: Pablo Aguirre
Lo más valioso
El farmacéutico empieza a inventariar mentalmente las joyas de su colección: por ejemplo, los potiches de porcelana donde antes se guardaban algunas drogas. "Antes cada farmacia elegía el motivo: por ejemplo, hay algunos potiches con la cabeza de Galeno o de Hipócrates (dos genios de la medicina universal). Y los potiches de cristal estaban flanqueando las puertas de entrada de las farmacias, de cada lado, como queriendo dar un aire de calidad al establecimiento", describe.
Uno de los íconos publicitarios son las cabezas con clavos de la marca de aspirina "Geniol". Pero Mainero tiene una que es la "figurita" más deseada: "Es la cabeza más nueva, el último modelo que se fabricó, de los años 30 ó 40, pero curiosamente es la que más se rompía. Tiene la maquinita que va rompiendo los clavos, con lo que se simula que se va el dolor (risas). Hay sólo cinco en todo el país, y yo tengo una", dice con simple orgullo de coleccionista, pero sin jactancias.
Ah, pero los frascos venecianos se llevan la predilección del coleccionista. "Hay muy pocos en el país; son preciosos, muy elaborados, vienen en colores verde, azul y marrón", dice como un niño enamorado de esas joyitas. Servían para guardar drogas; algunos tenían el pico fino (donde se almacenaban productos líquidos, y evitaban la evaporación) y otros el pico grueso, donde se guardaban drogas sólidas.
Y los sellos, antes, eran con pan de hostia. "Se usaba ese pan sin levadura, bien sequito… Y también tengo los viejos pildoreros, antes de que llegaran las cápsulas", cuenta. Después están sus muebles de la mítica farmacia Las Colonias: Mainero cuenta con un mostrador de 10 metros de estantería, una vitrina de seis metros y un mostrador de tres metros que llevaba una bastonera, que no era otra cosa que un caño de bronce que se ofrecía para que los clientes dejaran su bastón o paraguas.
Mainero empezó a hacer preparados medicinales y recetas magistrales luego de trabajar un tiempo en el Hospital Italiano de Rosario, en la década del '70. Aprendió junto a dos colegas de aquel entonces. "Uno de ellos me decía: 'Gringo', no te olvidés de que hay 11 mil patologías de las cuales no se hacen medicamentos: los laboratorios hacen 5 mil. Pero hay seis mil enfermedades que son muy poco frecuentes'".
Al farmacéutico, ese mensaje siempre lo movilizó. Hablaba de las "enfermedades huérfanas", y para las que siempre se necesitará un preparador. "Me apasiona esa parte de la profesión farmacéutica", dice. Las enfermedades huérfanas son esas que quedan fuera del radar de los laboratorios: "No fabrican medicamentos porque son casos de 1 por mil, 3 por mil. Hay un listado interminable de síndromes muy poco frecuentes. Y no son redituables, o bien requieren dosis muy específicas de medicamentos determinados", explica.
Entonces, ante esto, Mainero hace preparados medicinales, que se les llaman recetas magistrales. "Se empieza por productos externos, como lociones, cremas, pomadas, para luego ir a comprimidos o cápsulas, incluso yo hago inyectables. Es algo muy parecido a un arte en hacer esto: es el arte de transformar una o más drogas en un medicamento efectivo", explica.
Los días de Héctor Mainero transcurren en su farmacia de Rafaela, en el trajín diario. Tiene dos nietos por los cuales su corazón se enternece hasta el extremo. Y ahora, después de tantos años de trabajar, emprendió una pequeña afición: se compró un campito, con la intención de plantar granadas. ¿Y para qué? "¡Para hacer vino de granada! ¿Probaste alguna vez? No sabés lo rico que es", recomienda.
Incluso el aceite de la granada es muy bueno para la piel y está comprobado el poder anticancerígeno de próstata de este fruto, dice, sin poder sacarse la chaqueta de farmacéutico. Ya tiene 175 plantas y el año próximo tendrá cosecha, si todo sale bien. Luego vuelve a hablar de su familia, de sus amigos y del asado compartido, y ya se imagina el vino de su propia cosecha sobre esa mesa fraterna alrededor del cual se sentarán sus seres queridos.
En el marco de su 70° aniversario, el Colegio de Farmacéuticos de la Provincia de Santa Fe 1ra. Circunscripción ha presentado la muestra "Remedios contra el Olvido", un recorrido histórico sobre los orígenes y evolución de la profesión farmacéutica a través de objetos de colección y una selección de material periodístico de El Litoral, que narra los acontecimientos que dieron marco formal al Colegio en la provincia.
La muestra, que fue declarada de interés por la Cámara de Diputados de Santa Fe y el Concejo Municipal de esta capital, es abierta para todo público y está montada en la Sala 5 -Planta Alta- de la Estación Belgrano (Bv. Gálvez 1150, Santa Fe). Estará disponible para la ciudadanía hasta este domingo de 14 a 19 horas.
"La farmacia está en continua evolución, éste es un punto clave para afrontar las nuevas demandas de la población y anticiparse a las futuras necesidades con el fin de garantizar el acceso a medicamentos y productos médicos en condiciones de equidad, calidad y seguridad. Así, los profesionales farmacéuticos cumplen con la premisa de contribuir a una mejor salud para toda la población", expresó la presidenta del Colegio de Farmacéuticos de Santa Fe, Miriam Monasterolo.
Además, Monasterolo sostuvo que la actuación profesional debe estar centrada en la permanente búsqueda de cambios que proporcionen una atención integral e integrada a quienes la requieran para la promoción, recuperación y preservación de su salud. Por lo tanto, la gestión y la planificación de los servicios farmacéuticos deben tener en cuenta la percepción de la realidad de cada uno de los actores sociales, buscar interpretar el presente y, con base en este último, diseñar escenarios futuros de cambio.
Cabe destacar que el Colegio de Farmacéuticos de la Provincia de Santa Fe de la primera circunscripción nuclea una red de más de 700 farmacias y cuenta con unos 1.100 matriculados.