La milagrosa curación del verdulero apuñalado en Guadalupe, que la atribuye a Mama Antula
“Yo soy el primer milagro de Mama Antula tras haber sido declarada santa”, dice el hombre de 80 años. Hace días fue apuñalado en un asalto y un puntazo le alcanzó el corazón. Hoy se recupera en su casa y está fuera de peligro. Creer o reventar.
La milagrosa curación del verdulero apuñalado en Guadalupe, que la atribuye a Mama Antula
Se llama Hugo Schnell, tiene 80 años y todavía se ocupa de su verdulería en barrio Guadalupe. Hace unos días atrás, más precisamente la noche del miércoles 10 de abril, fue noticia cuando recibió cinco puñaladas durante un asalto a su negocio. Uno de los puntazos le pinchó el corazón. En su círculo íntimo se preparaban para lo peor. Para sorpresa de todos en una semana el hombre se repuso. Salió de la Terapia Intensiva del hospital Cullen, pasó luego a una sala de Cuidados Generales y hoy ya está en su casa. A salvo. ¿Un milagro?
Al menos para la familia de Schnell es considerada así, como la historia de un milagro. Uno más de Mama Antula. El primero desde que en febrero pasado el Papa Francisco la declaró como la primera santa argentina. Pero ¿por qué todo esto? Sólo lo explica un designio de fe.
El verdulero le había prendido una vela a Mama Antula antes del ataque. Crédito: Mauricio Garín
Es que uno de los vecinos de Schnell es Claudio Perusini, cuyo caso de supervivencia fue atribuido a un milagro de Mama Antula. Así lo determinó una comisión investigadora especial del Vaticano en Santa Fe, que no encontró ninguna explicación médica para su curación, tras haber padecido un infarto que lo dejó en coma, con fallo multiorgánico. Fue gracias a ese hecho que el Papa Francisco tuvo en sus manos el elemento clave y definitorio para ratificar que ocurrió un milagro, y consagrar así a Mama Antula como la primera santa argentina. El caso es que el mismo Perusini -que vive al lado de la verdulería- le regaló una estampita de Mama Antula para su protección. “Yo le agradecí el gesto y la dejé en mi negocio”, cuenta Schnell, al recibir a El Litoral en su casa sencilla y de trabajador, ubicada a un par de cuadras de la verdulería.
Este es el santafesino Claudio Perusini, protagonista del milagro por el que Mama Antula fue declarada santa. Luis Cetraro.
La Beata santiagueña María Antonia de Paz y Figueroa, conocida como Mama Antula, fue una laica consagrada argentina y fundadora de la Casa de Ejercicios Espirituales de Buenos Aires. Se le atribuyen varios milagros, uno es el de Perusini, en Santa Fe. Desde su consagración no son pocos los que la veneran y le piden ayuda. En la Basílica de Guadalupe acuden a diario los fieles a rezarle.
Durante la segunda quincena de abril miles de fieles católicos se acercaron a la Basílica a pedirle o a agradecer a Mama Antula porque allí estaban sus reliquias (un hueso). “Es impresionante la cantidad de gente que viene”, dice el padre Olidio Panigo, líder espiritual de la Basílica. “Hoy tuve que pedir más estampitas en la Santería porque no damos abasto con los pedidos”.
El Papa Francisco declaró santa a Mama Antula. Crédito: Archivo El Litoral.
La estampita que le regaló Perusini a Schnell quedó sobre una pared de la verdulería ubicada en avenida General Paz al 7600. “La noche que atacaron a mi papá, él estaba junto a la estampita”, cuenta Patricia, la hija del verdulero. Fue ella la primera en asociar la presencia de la imagen de Mama Antula en el negocio con el destino que le tocaría a su padre. “La mañana que me llamaron del hospital no quería atender el teléfono porque esperaba lo peor”, dice. “Esa mañana yo había ido a rezarle a Mama Antula para que interceda”, continúa su relato. “Y cuando atendí el teléfono llena de temor escuché al médico del otro lado del tubo que me decía que lo habían pasado a una sala común y que se estaba reponiendo. No lo podía creer. Entonces dije: ‘Fue Mama Antula’”. Para Patricia y su familia había ocurrido un milagro. Sin dudas. “Por eso ahora digo que yo soy el primer milagro de Mama Antula después de que la declararon santa”, afirma Hugo, en el mismo sentido que su hija. “No hay otra explicación para que me haya recuperado tan pronto y bien del ataque”.
Patricia, hija de Hugo, es abrazada por una vecina en la puerta de la verdulería, tras el suceso. Crédito: Mauricio Garín
-¿En qué momento asoció usted su recuperación con Mama Antula?
-Cuando desperté en la Terapia, estaba 24 horas ahí solo, pensando. Y entonces recordé que antes del ataque le había prendido una vela a Mama Antula. Y no tuve dudas de que si estaba ahí vivo era por ella -dice Hugo, el verdulero-. Porque además la ambulancia llegó de inmediato. ‘¡Esto es código rojo, esto es código rojo!’, fue lo último que escuché mientras viajaba al hospital.
Hugo no tenía fe, no creía en Mama Antula ni en Dios. Pero aceptó la estampita que le salvó la vida, dice ahora. Crédito: Mauricio Garín
“Si él dice que fue un milagro, debe ser así”, afirma el padre Panigo, consultado por El Litoral al respecto. “Son cuestiones personales y nadie puede negarlo”, agrega. “Lo que sí, para que sea considerado un verdadero milagro es necesario realizar una investigación científica, como ocurrió con Perusini”, explica. “Pero es, sin dudas, una manifestación de la obra de Dios a través de una santa”.
Schnell todavía debe visitar el hospital varias veces para que le practiquen curaciones menores. Los médicos le aconsejaron que haga reposo por un par de meses. Pero él no ve la hora de volver a su negocio. Todos le piden paciencia y que continúe acatando las indicaciones médicas.
Abrazo simbólico. Lo protagonizaron los vecinos y clientes de Hugo, tras enterarse del ataque. Crédito: Danilo Chiapello
Al enterarse del ataque criminal los vecinos que van todos los días a comprarle frutas y verduras a Hugo abrazaron el local y se pusieron a disposición de la familia. Él les quiere agradecer ese gesto. Al igual que le piensa agradecer a Mama Antula. “Ni bien pueda voy a viajar a Santiago del Estero para agradecerle”, asegura el hombre que confiesa ahora que antes no tenía fe. Había aceptado la estampita de manos de Perusini pero no creía. “Mi papá no es un hombre de fe”, dice su hija. “Yo acepté la estampita y le había prendido una vela para que mi señora deje de fumar”, confiesa el verdulero, “pero no soy de ir a la Iglesia y todo eso”. También tiene colgada sobre una pared de la verdulería la figura del Gauchito Gil. “Ahora no me queda otra que creer”, dice, sobre el final de la charla. “Cuando le conté a Perusini no paraba de llorar, se emocionó”, agrega y bromea: “No se quién de los dos fue más cadáver”. Una historia de fe, una historia para creer o reventar.