Sábado 20.8.2022
/Última actualización 13:19
En 1993 Clint Eastwood filmó “Un mundo perfecto”, donde Kevin Costner interpreta a un ladrón fugitivo que secuestra al pequeño Philip para poder huir. Entre ambos se desarrolla una amistad, mientras un implacable policía les sigue los pasos. Sin los contornos dichosos, propios de una historia hollywoodense, y con el sufrimiento como rasgo sobresaliente, el joven Cruz Aníbal Marzó vivió una aventura parecida a la de Phillip en Sauce Viejo, en la primavera de 1929. Este hijo de un humilde pescador fue secuestrado a fines de octubre de ese año por Patricio Muñoz y obligado a vagar junto a él durante casi un mes por la región, en un raid de robos a ranchos, viajes en canoa por la zona de las islas, duras jornadas de trabajo en las quintas y condiciones calamitosas.
El título de Diario Santa Fe. Archivo Santa Fe / Hemeroteca Digital CastañedaTodo arrancó el 26 de octubre de 1929 cuando Patricio Muñoz (o, según algunas crónicas, Higinio, dado que era un sujeto cargado de enigmas y de turbio pasado) raptó en Sauce Viejo a Cruz Aníbal Marzó, de 13 años de edad. Marzó, de acuerdo a la detallada crónica del Diario Santa Fe, fue “engatusado” por Muñoz y abandonó a sus padres y sus hermanos “para irse detrás de la aventura, encandilado por el falso miraje de la vida en esa edad de inexperiencia”.
El comisario Chaparro, el joven Marzó y su padre. Archivo El Orden / Hemeroteca Digital CastañedaAntes de continuar con la historia, cabe brindar algunos detalles sobre los personajes, para que el lector pueda hacerse una más exacta composición de los hechos. Cruz Aníbal (de acuerdo a la minuciosa descripción de los diarios de la época) era “un muchachito fornido, de cabello negro y crespo”, cuyos “ojos vivarachos y desenvoltura precoz no dicen de la ingenuidad propia de un niño, necesaria para haberse dejado conquistar por un individuo a quien conoció días antes de seguirlo, abandonando a los suyos”. Muñoz (que luego del secuestro cambió su nombre por Ramón Manzanares) era en tanto un hombre de 38 años de frondoso prontuario, con hurtos, lesiones y desorden.
Tras recibir amenazas de parte de Muñoz, el joven Cruz Aníbal fue llevado en contra de su voluntad hacia Matilde. Luego, sucesivamente, fue trasladado a San Carlos, Larrechea y Campo Maciel. Allí, su captor robó una lancha y ambos se dirigieron a Coronda, donde trabajaron durante dos jornadas en una quinta. Más adelante estuvieron en la isla Punta Piedra y cruzaron a Puerto Aragón, donde Muñoz robó unos cerdos, para finalmente llegar a Puerto Diamante, lugar en el cual el delincuente se hizo de un arma de fuego para internarse después con el menor en la zona de islas. Durante todo ese extenso raid, de acuerdo a lo referido por el joven, se quedó con pertenencias sustraídas de los ranchos. En uno de los tramos del viaje, según se supo más tarde a través de los testimonios recogidos, una mujer se condolió por el “estado miserable” de las ropas del chico y le cosió una camisa.
Los diarios de la época le dedicaron mucho espacio a los hechos. Archivo El Orden / Hemeroteca Digital CastañedaA raíz de la denuncia del padre de Cruz Aníbal, la policía se empeñó desde un principio en encontrar la pista del menor. El primer obstáculo con el que se toparon fue que no conocían la identidad del secuestrador. Ahí entró en la historia un tercer personaje que resultó fundamental para la resolución de la historia. Que, siguiendo el paralelo con la película con la que arranca esta crónica, cumplió en la realidad el rol que en la ficción le tocó a Clint Eastwood. Se trata del comisario de Santo Tomé, Vicente Chaparro, quien tras diversas pesquisas realizadas con la colaboración dos agentes, Parodi y Godoy, logró finalmente dar con la pista del prófugo. Antes, los policías tuvieron que recorrer alrededor de quinientos kilómetros en automóvil, canoa y lancha.
Una excursión cinematográfica por las islas llevó a Chaparro y a otros baquianos hasta una tapera abandonada en la zona de islas ubicada entre Diamante y Victoria, en la provincia de Entre Ríos. Allí esperaron con paciencia a Muñoz, quien apenas llegó en su canoa fue sorprendido a punta de pistola. Cuando vio que estaba rodeado, el malviviente decidió entregarse, al grito de “¡No me maten!”. En el mismo momento, el adolescente Aníbal Marzó fue rescatado tras casi un mes. A bordo del vapor “Jorge Alberto”, fue devuelto junto a su familia, que lo aguardaba en Santa Fe junto a una multitud expectante.
El joven Marzó junto al dibujante de Diario El Orden. Archivo El Orden / Hemeroteca Digital CastañedaDel momento del reencuentro con su progenitor, dejó registro el diario Santa Fe. “Al ver desembarcar a Muñoz, el padre explotó en frases indignadas y abriéndose paso a empujones, intentó agredirlo. Un empleado de investigaciones lo detuvo. Marzó se calmó tras ver aparecer a su hijo. Vimos inmutarse su rostro tostado por los vientos y los soles de los ríos; las lágrimas aparecieron en sus ojos y surcaron sus mejillas, temblaron sus labios y avanzó mudo hacia el muchacho que, atónito, miraba a la gente como sin darse cuenta de lo que veía. De pronto, se sintió estrechado entre los brazos del padre, que lo mantuvo así mucho tiempo balbuceando apenas: ¡hijo! ¡hijo!”. La pesadilla de ambos había finalizado.