Mariano Rinaldi
En todos los lugares del mundo, durante el verano, las calles de las ciudades se inundan de vendedores de helado. En Santa Fe, durante los años ‘30, reinó un sabor y una marca.
Mariano Rinaldi
Para ciertos historiadores el periodo histórico comprendido entre el estallido de la “Gran guerra” de 1914 y el crack económico mundial de 1929 representa un corte abrupto que justifica su estudio de manera detenida. Para otros, este mismo periodo no representa grandes cambios, ni contiene características propias, más allá del impulso inevitable, por parte de los historiadores, de temporalizar la realidad histórica. Sin embargo, es necesario comprender que muchos de los cambios políticos y económicos en los que Argentina se encontraba inmersa por aquellos años los venía atravesando desde comienzos del siglo XX.
Como sostiene el historiador Juan Manuel Palacios, en los años ‘20, comenzaron ciertas transformaciones económicas que luego conformaron, en la década posterior, el modelo de industrialización por sustitución de importaciones al caer en desgracia el modelo de acumulación que representaba la economía agro-exportadora. La industrialización gradual y creciente fue la llave con la que nuestro país atravesó de manera singular y particular la crisis mundial de 1929 y sus efectos colaterales.
En ese sentido, el historiador Oscar Videla explica que, a mediados de los años ‘20, el país transitaba una coyuntura económica, que si bien era fluctuante, denotaba una expansión y un crecimiento considerable. En la provincia de Santa Fe, tanto los altos índices de producción agrícola y de sus exportaciones, como el incremento de las actividades industrial y comercial vinculadas al aumento del consumo y cambios tecnológicos fueron la plataforma de ese crecimiento económico.
Un gran ejemplo de esta naciente actividad industrial en la ciudad de Santa Fe y su región fue la industria láctea. En los años ´20 existían tres grandes referentes de esta actividad en nuestra ciudad: “La Unión Santafesina”, de Enrique Monti, “La Técnica”, de Néstor Casabianca, y “Marymil”, de Salvador Macagno.
“La Técnica”, que había empezado sus actividades en 1905, sobre calle Chacabuco entre Republica de siria y Pedro Vittori, vendía fundamentalmente leche, leche “maternizadas” especiales para lactantes, caseína, manteca, dulce de leche, queso, hielo. Exportaban caseína a Estados Unidos y manteca a Inglaterra. Al igual que “La Técnica” surge la empresa láctea de Salvador Macagno conocida como “Marymil”.
Con el crecimiento económico, los altos niveles de consumo y la diversificación productiva, vendrían las protestas laborales. Como explica la historiadora Maria Josefina Duarte, la conflictividad laboral se hace presente en los años ‘20. Especialmente, la autora analiza la huelga de repartidores de leche, en 1928, aglutinados en la Sociedad de Lecheros Unidos de la ciudad de Santa Fe. La huelga callejera consistió en una serie de manifestaciones públicas, mítines, sabotajes y presentaciones de petitorios que acompañaron a la principal estrategia: el cese del reparto de leche en la ciudad durante esas semanas.
En 1935, decía la crónica de diario El Litoral: “El público y la industria santafesina tienen un motivo de satisfacción: la crema helada cuya venta comenzará en la ciudad”.
Para la producción y venta de “Smak”, la empresa Marymil de Santa Fe aportaba la materia prima y desde Capital Federal la firma Noel organizaba la logística de su venta y distribución.
La crema helada era un franquicia norteamericana que Raymond Richard (Noel) había logrado obtener para su venta en Argentina. Desde Capital Federal, Noel distribuía a distintos puntos del país el producto, supervisando su venta y dejando en manos locales su producción.
La combinación de Noel y Marymil permitió producir esta crema helada bañada en chocolate, que no sólo satisfacía la demanda local, sino también en las ciudades de Rosario, Paraná y Córdoba. Volviendo a Marymil, de la ciudad de Santa Fe, una de las usinas lácteas más importantes del país con la crema de mejor calidad obtenida de los tambos y cremerias emplazadas en la región centro-oeste que circundan a la ciudad conjuntamente con el chocolate de Noel desde Capital Federal.
Sin lugar a dudas, las instalaciones de Marymil, para la época, deben haber sido muy imponentes y constitutivas de una nueva manera de producir. Teniendo en cuenta que desde hacía unos años, regía férreamente una ordenanza municipal que obligaba a que la leche fuera pasteurizada prohibiendo la comercialización de leche cruda. Marymil, contaba con instalaciones de azulejos y mosaicos en todas sus locaciones, más de 100 operarios y lo más impactante: la cámaras congeladoras soportando treinta grados bajo cero que recibían los 80.000 “Smak” diarios envasados para su conservación y finalmente su venta. En las calles de Santa Fe circulaban 120 vendedores con carros provistos de heladeras especiales en donde el hielo seco, conservaba el producto, toda una tecnología de avanzada para la época.