Miércoles 3.5.2023
/Última actualización 10:16
En 1938, se corrió la primera carrera con triciclos de reparto de los principales comercios de la ciudad de Santa Fe. El trofeo fue otorgado por la casa comercial Rossi y Prono, especializada en la venta de bicicletas y con un alto prestigio en el comercio santafesino durante las primeras décadas del siglo XX.
El punto de largada de esta carrera fue Avenida Freyre y Catamarca, punto céntrico del oeste, con una barriada popular que otorgó con su presencia ese entusiasmo inicial a los cadetes-deportistas. En un circuito de 10 kilómetros, aquellos repartidores, conduciendo “un vehículo moderno de trabajo y de velocidad”, recorrieron raudamente las calles Boulevard Gálvez, Avenida Alem, Juan de Garay, Rivadavia y Corrientes.
El Litoral cubrió la llamativa competenciaLas calles son espacios públicos practicados e intervenidos. Es decir, aquellas calles definidas por la geometría de una traza urbana, se transforman en espacios intervenidos por caminantes, ciclistas y trabajadores. La ciudad advertía, día a día, a estos cadetes que llevan en su cajón la mercadería a destino y realizan su trabajo cotidiano que trasciende el mero hecho de una oferta y una demanda.
El uso y la difusión de la bicicleta está íntimamente relacionado con las clases populares y el trabajo a comienzos del siglo XX. Primero, la aparición de corrientes higienistas promocionadas por el Estado que propugnaban el ejercicio físico y el esparcimiento al aire libre. Y luego, una legislación impulsada por el partido socialista, en 1905, bajo un proyecto del reciente diputado electo Alfredo Palacios, que incorporó el descanso dominical a amplios segmentos de población trabajadora y que dejaba tiempo libre. La versatilidad de la bicicleta era capaz de avanzar a una velocidad considerable en todo tipo de terreno, incluso en el barro de las calles de aquellos años.
Las imágenes de aquella jornada pintoresca por las calles de la ciudad.Todo listo
Aquella mañana, sobre el Club República del Oeste, los triciclos estaban preparados y dispuestos a correr como todas las mañanas lo hacían desde sus puestos de trabajo. Verdaderos campeones de la vida, sus triciclos llevaron 60 kilos de peso como mínimo para poder participar en esta singular competencia. La casa comercial Rossi y Prono, durante las semanas previas, expuso en las vitrinas del local sobre calle San Jerónimo 2543 (esquina Tucumán) el preciado trofeo y las medallas de oro y plata para el segundo y tercer puesto.
Contaba la crónica del diario El Litoral “Boulevard Galvez fue tomado a tren violento por los punteros y en la curva del Parque Oroño se alinearon los que encabezaban la carrera (…) al lado y detrás un legión de jóvenes estrepitosos que acompañaban a los triciclistas”. Lentamente, sobre Avenida Alem, pero a paso firme, Ricardo Kieffer se fue separando y tomando la punta. Cadete del Bazar 33-66-99 recorrió el circuito en 26 minutos. Resistió el impulso inicial de Edelmiro Emilio y siguió de cerca el embalaje de Carlos López en los tramos decisivos, lo que luego lo separaría del resto de sus rivales.
En plena competición por las calles santafesinas. El ganador
Kieffer, era un trabajador urbano, que durante el trajín diario de una ciudad en crecimiento, pocos aprendieron a conocer en profundidad. Perdido y unido a la masa trabajadora, Kieffer logra por unos instantes representar con su hazaña deportiva a todas y todos sus compañeros. El comercio santafesino, durante la década del treinta atraviesa una pujanza y crecimiento sin igual. Son años de consumo e industria nativa, aquella aldea colonial que dormía tranquila y apacible gozando de los perfumes de sus naranjos y jazmines, quedó envuelta en una marea de progreso que la empujó a convivir con el bullicio de las calles, talleres y tranvías que caracterizaron a las metrópolis finiseculares.
Esa mañana de 1938, Ricardo Kieffer, sobre las calles despejadas, para que transiten solo los triciclos de reparto, se engalana el día en aquel espectáculo donde cobró fama y victoria. Que seguramente esa misma tarde compartió con los suyos detrás del humo y un crepitar de brasas calientes al rojo vivo, el brindis de vasos largos y los abrazos con sus seres queridos.
El ganador a puro festejos.