Mariano Rinaldi
Durante el verano de 1936, el club Gimnasia y Esgrima organizó el primer campamento infantil en Laguna Paiva. Con entusiasmo y alegría se vivieron aquellos calurosos días en contacto con la naturaleza santafesina.
Mariano Rinaldi
En 1936, el campamento organizado por Gimnasia y Esgrima fue un acontecimiento de singulares características que tuvo lugar en los alrededores de la localidad de Laguna Paiva. Diez carpas y cuarenta niños que practicaban deportes en aquella entidad, compartieron días de verano con jornadas deportivas y anocheceres de fogones bajo un cielo tachonado de estrellas frente a la realidad del instante y el momento. Las grandes carpas con largas mesas para almorzar, en donde los niños golpeaban sus tazas y cubiertos en señal de que estaban listos para comer.
El campamento tuvo lugar en la quinta residencial de quien por esos años era el presidente del club, el ingeniero civil Carlos Ariotti. Reconocido vecino y profesional de la ciudad, Ariotti estuvo vinculado a entidades culturales y deportivas locales, fue presidente durante muchos años del Centro de Ingenieros de Santa Fe y del Club del Orden, también miembro fundador del Rotary Club y socio vitalicio del Jockey Club de Santa Fe y del Club Regatas. Posesor de un capital social construido en base a una sociabilidad compartida por un sector exclusivo de la sociedad santafesina.
Por aquellos días, un grupo de acampantes elaboraba un pequeño periódico “El Pepino Breve” que contaba las diferentes incidencias de la vida en el campamento. Otros escribían cartas a sus familiares. El campamento era toda una novedad, estos niños habían hecho cosas que en sus casas, junto a sus padres, no hacían.
La jornada diaria comenzaba a las seis de la mañana tras el toque de campana, inmediatamente se izaba la bandera, luego el desayuno y una clase de gimnasia a cargo de los profesores de educación física Roberto Pitto y Asencio Segado. También clases de primeros auxilios, supervivencia y salvataje. Por la tarde tomaban clases de natación en la piscina que tenía la quinta. Los niños debían elegir sus propias autoridades: “emperador, príncipe y caciques”. El emperador elegido por los acampantes fue Bartolomé Ferreyra, presentado por la crónica de El Litoral como: “vivaz, fuerte y de mirada sincera y franca”.
Durante estos años predominaba el Sistema Argentino de Educación Física que estaba focalizado en ejercicios, rondas escolares (ejercicios físicos asociados con cantos o juegos y ejercicios racionales con fines higiénicos). Este sistema tuvo entre 1880 y 1940 un papel central en la construcción de un tipo de masculinidad y feminidad en el ámbito escolar. Contribuyó fervientemente a establecer el ideal femenino, vinculado con la maternidad, en cambio, con objetivos y tácticas diferentes, también contribuyó a establecer el ideal de masculinidad, vinculado con una virilidad fuerte, emprendedora y claramente dirigida al espacio público. Se sostenía la subordinación científica y desvalorización genérica de la mayoría de las mujeres y de aquellos varones que no cumplieron con las normas establecidas. De este modo, el discurso higienista y fisiologista fue productor y reproductor de las desigualdades de género.
Cabe mencionar que la crónica del diario El Litoral decía: “Si las autoridades provinciales y municipales se dieran una vuelta por el campamento, encontrarán más de un motivo para ayudar a que esa obra siga su camino y se multiplique. Porque el Club deportivo pone luz allí donde las políticas públicas no lo hacen”. Finalmente, las autoridades provinciales asistieron al campamento. El interventor nacional Carlos Bruschmann, el Director General de Escuelas Pio Pandolfo junto a Monseñor Nicolas Fasolino. Por estos años la provincia de Santa Fe estaba intervenida y el enfrentamiento entre la educación laica o religiosa estaba en su cenit.
Con la intervención federal en octubre de 1935, el plan educativo reformista del gobierno demoprogresista de Luciano Molinas fue abruptamente clausurado conjuntamente con la Constitución provincial “laica y liberal” de 1921. La intervención federal dispuso que entre en vigencia, nuevamente, la constitución de 1900 y la ley de educación de 1886, que aseguraba la enseñanza religiosa en las escuelas provinciales. Pío Pandolfo y José Amavet eran las nuevas autoridades frente a la cartera educativa provincial que más tarde tendrían suma injerencia en el gobierno Manuel María de Iriondo tras las elecciones provinciales de 1937.
La historiadora europea Linda Pollock, afirma que no se trata de que la modernización occidental haya “descubierto a la infancia” sino que “haya cambiado la definición de amor”. El trabajo pionero de Philippe Ariès, de 1960, donde el autor propone que el concepto de infancia es un producto de la modernidad occidental. Es decir, de aquellas corrientes sociales transformadoras que colocaron a las infancias en el centro de un nuevo sistema de representaciones e imaginarios entre finales del siglo XVII y principios del XX. Otro trabajo pionero e importante para el concepto de infancia es la obra de Lloyd DeMause, de 1982, en donde el autor propone que las concepciones de la infancia están asociadas a las formas de crianza resultado de las diferentes interacciones históricas entre padres e hijos.
La presencia del niño y niña en la historia ha sido silenciada. Resulta una tarea muy compleja recuperar esa voz, que muchas veces se confunde con la de los adultos. Los debates historiográficos actuales en torno al surgimiento del concepto de infancia reconocen que la condición de niño o niña no es una entidad “natural” sino el producto de una construcción social vinculada a un contexto histórico específico. Podemos diferenciar la producción de trabajos que responden a dos líneas de investigación. Aquellos que indagan sobre ciertas representaciones sociales definidas “desde arriba” como instituciones, políticas estatales y expertise profesional, observando la manera en que influyeron, a través de su capacidad transformadora, sobre el concepto de infancia. Y por otro lado, aquellos que recuperan la mirada y las voces de “los de abajo” abordando la infancia como actor protagónico y agente de cambio sin la mediación de la mirada de los adultos.
En Argentina, la emergencia de los discursos referidos a la infancia tuvo un carácter político que tomó a la infancia como un sector de la población objeto de intervención a través de políticas públicas. A principios del siglo XX, la preocupación por la situación de los niños estuvo marcada por la cuestión social, es decir, el Estado recurrió, por un lado, a la obligatoriedad escolar y, por el otro, al encierro de los menores en instituciones correccionales.
Situándonos en contexto histórico, en 1919, el Congreso de la Nación convirtió en ley el proyecto de “Patronato Estatal”, en donde los jueces de los tribunales y correccionales de todo el país quedaron habilitados para suspender o quitar la patria potestad a los padres de los menores de 18 años cuando hubieran sido condenados por delitos graves o por delitos contra sus hijos y que comprometieran su salud, moralidad y seguridad.
En ese sentido, podemos pensar, por un lado, los niños y niñas como aquellos que se encontraban contenidos dentro de un entorno familiar y escolar, por otro lado, los menores, es decir aquellos que por pobreza y marginalidad carecen de esa inserción social.
Si pensamos en aquellos niños y niñas, que contenidos dentro de un entorno familiar y escolar podían, a través de ciertas actividades recreativas, favorecer su socialización y la creación de vínculos emocionales con las personas, además de potenciar la comunicación y la capacidad de expresión. Podemos también comprender a aquellos menores que no tenían y carecían de esa inserción social y como el Estado recurrió a prácticas de encierro, en muchos casos reforzando y construyendo esa marginalidad.