Cómo fue el primer viaje en tranvía tirado a caballos en la ciudad
El 8 de mayo de 1886 en la esquina de San Jerónimo y Tucumán, previo ruido de cadenas, fierros, toques de bocina y relinchos de caballos, inicia su marcha la historia del transporte de pasajeros en nuestra ciudad.
Una imagen histórica para Santa Fe y su sistema de transporte urbano de pasajeros.
En 1880 se federaliza la ciudad de Buenos Aires fortaleciendo la autoridad central del Estado nacional. Dos años después, en Santa Fe, finaliza el segundo gobierno de Simon de Iriondo y asume la gobernación, tras un compás de espera por razones de salud, Manuel María Zavalla. 1882 es un claro parteaguas en la política provincial, termina la hegemonía del iriondismo y comienzan a consolidarse las redes, alianzas y dinámicas políticas del partido autonomista nacional en la provincia de Santa Fe.
Desde el punto de vista de la historia económica, la provincia de Santa Fe, a mediados de la década de 1870, se encontraba en una situación complicada. Es decir, el final de la guerra del Paraguay (que había posibilitado la apertura de un mercado para los productos locales) y la crisis internacional de 1873 golpearon duramente la economía provincial que había crecido en la década anterior de la mano de las primeras colonias agrícolas en territorio provincial y el despegue del comercio rosarino. Sin embargo, para 1880 la economía santafesina irá recuperando gradualmente su posición y crecimiento. Comienza una etapa de modernización en su infraestructura portuaria y el nacimiento del ferrocarril, la agilización del sistema crediticio con nuevas entidades bancarias y una nueva expansión de la frontera a través de la colonización agrícola.
En 1884 los empresarios porteños Rómulo Pietranera y Desiderio La Cuevas presentan al municipio un proyecto para construir un tranvía de tracción a sangre que saldría desde el puerto de Santa Fe, pasando por la calle San Juan (hoy Primera Junta) hasta llegar a calle Comercio (hoy San Martín) por la cual bajaría doblando por la calle 23 de diciembre (hoy Gral Lopéz) siguiendo hasta el paso Santo Tomé. El 12 de marzo de 1884 se sanciona esta concesión. Vale acotar, que también por aquellos años Pietranera y La Cuevas presentan un proyecto de desagüe y cloacas pensado para la ciudad que no es aprobado.
El trazado del tranvía que unía el puerto de Santa Fe con el vecino pueblo de Santo Tomé, tenía un doble fin: hacer de aquella villa una estación veraniega por las costas de sus ríos; y que los comerciantes de las colonias pudieran recibir, sin pasar por el puente carretero, las mercaderías que desde Europa y Bs. As. venían consignadas a las casas mayoristas de Esperanza, San Carlos, Franck y otras tantas colonias del oeste santafesino.
Finalmente el trazado del tranvía se modificó, ya que el gobierno provincial había resuelto la construcción del ferrocarril a las colonias cuyo recorrido abarcaría el oeste y norte de la provincia. Por lo tanto, se decidió que era más importante unir el sur de la ciudad con la futura estación del ferrocarril al norte.
Pietranera y La Cuevas, los empresarios que impulsaron el transporte urbano.
La construcción del tranvía
Cuando se construyeron las primeras secciones de las vías del tranvía, en 1884, cuentan las crónicas que era curioso observar los incidentes entre los peones de las cuadrillas de la empresa y los cocheros, carreteros y repartidores de leche, verdura, carne y artículos de almacén. Muchas veces las calles arenosas estaban cubiertas de agua, a causa del movimiento de la tierra para colocar los durmientes de las vías. Había gente que se pasaba las horas arrimada a los postes de algarrobo y quebracho, colocados en los bordes de las veredas, presenciando las operaciones de desmonte y colocación de rieles. Nunca habían visto estos trabajos y querían darse cuenta de lo que más tarde se iba a producir, cuando el gobierno de la provincia iniciará la construcción del ferrocarril.
Un vecino de la ciudad, Luis Bonazzola tuvo un recordado altercado con la empresa y el municipio. Bonazzola aseguraba que al perder parte de su vereda con el trazado del tranvía, su casa se vería amenazada por las grandes lluvias que harían correr el agua de manera vertiginosa frente a su casa particular hasta desembocar en el riacho. Otro problema era que la actual calle Rivadavia aún no existía y solo había un camino de 5 metros de ancho sobre la rivera del río. Fue necesario tomarle el terreno a Don Pedro Burgos, propietario del lote limítrofe a ese pequeño camino.
En mayo de 1885 llegaron los coches de los tranvías. Desde los altos del antiguo Cabildo de la ciudad, los empleados de la Casa de Gobierno, vieron la entrada del vapor “el pingo” al riacho Santa Fe. La gente a pie, en carro y a caballo corrió para presenciar el desembarco de los primeros coches que habían de utilizar todos los vecinos. Se utilizaron catorce caballos para arrastrar estos primeros coches de tranvía hasta la calle Comercio que estaba repleta de gente, ansiosa de recorrer por primera vez la ciudad con el tranvía. Al pasar en cada bocacalle “era un de gritos y de vivas del pueblo sorprendido y alborotado”.
A fines del Siglo XIX, Santa Fe ya contaba con un transporte público.
La inauguración fue presidida por el intendente municipal, Mariano Comas. La banda de la policía dirigida por Don Vicente Geannot, amenizaba ese primer recorrido con marchas triunfales mientras los vagones repletos de invitados, con sus cortinas enrolladas, realizaban su primer viaje. Por la noche, prendieron los faroles con luz a querosén en la parte delantera del coche. Tenían un vidrio de cada color, indicando el recorrido que efectuaban. El inconveniente se presentaba cuando había fuertes lluvias o vientos, ya que los vagones no estaban cerrados con ventanas, lo que hacía que cada pasajero en esos días tuviera que sentarse en los espaldones de los asientos cubriéndose del agua o el frío.
Durante los primeros años, muchos vecinos se quejaban de los ruidos molestos que ocasionaba el tranvía, sobre todo en horario de la siesta. Sus ruedas sobre los rieles y la bocina que sonaba en cada esquina, inquietaba al vecindario.
Son muchas las anécdotas que se cuentan sobre estos primeros años del tranvía, las más recordadas eran aquellas denuncias de vecinos sobre el comportamiento de los cocheros, que tocaban la bocina no solo en cada bocacalle sino también cuando pasaban enfrente de algún conocido. Las carreras contra otros caballos también eran habituales.
Por otro lado, los conductores sufrieron muchos accidentes por estos años sobre todo porque las calles de Santa Fe en aquel tiempo no estaban ni siquiera adoquinadas y la tierra arenosa, que cubría la vía del tranvía, con las lluvias dejaba al descubierto los durmientes y estos se soltaban ocasionando accidentes por descarrilamiento o grandes desniveles en las calles. Para evitar accidentes y otros inconvenientes, la municipalidad ordenó que 50 metros más adelante montara un hombre a caballo que controlara la buena circulación del tranvía.
Otras singulares ordenanzas municipales fueron la prohibición del uso de transporte durante los festejos religiosos de semana santa, la prohibición de hacer ruido al pasar frente al domicilio de un enfermo y la decisión de derribar cualquier tipo de vivienda que existiera en las calles céntricas por las que pasaba el tranvía y estuviera asentada en barro con techo de paja.
Estos primeros tranvías cesaron en su recorrido el 3 de marzo de 1914. Fecha en que comenzó a utilizarse la electricidad para este tipo de transporte.