El guerrero “trucho” que estafó a
los vecinos de Guadalupe en 1936
Fue entre abril y junio de ese año. El sujeto vestía uniforme del Ejército, se hacía pasar por soldado del Paraguay y pedía dinero para ayudar a sus compañeros de armas. Sostenía que había participado en la Guerra del Chaco, un tiempo antes. Fue detenido tras reunir alrededor de mil pesos de la época.
En la guerra del Chaco se enfrentaron Paraguay y Bolivia. Un estafador uruguayo radicado en Santa Fe, utilizó el conflicto para hacer un "cuento del tío". Foto: .zona-militar.com
La guerra del Chaco fue un conflicto bélico entre Paraguay y Bolivia que se extendió entre 1932 y mediados de 1935. Ambos países se enfrentaron por el control del Chaco Boreal. En términos de Juan Luis Hernández, doctor en Historia, “fue el conflicto bélico más importante que tuvo lugar en Sudamérica durante el siglo XX”. Dejó diversas secuelas en ambos países, pero también tuvo un pequeñísimo eco en Santa Fe, algunos meses después del cese del fuego. Es que, entre abril y junio de 1936, un hombre se hizo pasar por un “guerrero” que había formado parte de la contienda y, bajo el pretexto de pedir ayuda para “los prisioneros paraguayos”, recaudó alrededor de mil pesos de la época. En junio, luego de desplegar su “cuento del tío” a los vecinos de Guadalupe, terminó detenido.
Archivo El Orden / Hemeroteca Digital Castañeda
Todo comenzó en la mañana del viernes 5 de junio de 1936, cuando el comisario Pedro Frutos, fue informado por un vecino que, desde varios días atrás, una persona que vestía el uniforme de sargento del ejército paraguayo y en cuya chaqueta exhibía un distintivo de aquella nación, efectuaba una colecta de dinero con el propósito de “ayudar a los prisioneros que habían caído en poder de las fuerzas bolivianas, durante la reciente contienda guerrera”. Al policía le llamó la atención que el supuesto militar no se hubiera presentado a la comisaría a dar cuenta de su cometido y obtener la autorización necesaria. Sus reparos lo llevaron a actuar y a las pocas horas dieron con el sujeto.
El Diario de Bolivia
Para ese entonces, el “soldado paraguayo” había visitado ya a varios vecinos de Guadalupe y había logrado reunir 18 pesos de la época. Cuando el propio comisario Frutos lo abordó y le solicitó su documentación, no pudo exhibir nada. Acorralado, trató de engañar al funcionario con evasivas. Le dijo que había estado en el Chaco Boreal y que había intervenido en la guerra. Para fundamentar su relato, mostró su uniforme y un distintivo del ejército paraguayo que tenía en su solapa. Pero esos argumentos no dejaron satisfecho al policía, quien lo trasladó hacia la comisaría. Allí, tras ser interrogado, confesó que era, en realidad, uruguayo. Que no estaba autorizado para realizar ningún tipo de colecta y que el dinero que había podido reunir a través de sus artimañas era para su propio beneficio.
Ilustración de Enzo Pertile.
La confesión
Durante su declaración, el estafador señaló que su nombre era Feliciano Rodríguez, que tenía 28 años y vivía en la calle Ituzaingó. Cuando revisaron sus ropas, hallaron 18 pesos que había recaudado ese mismo día. Inclusive, descubrieron una libreta donde Rodríguez llevaba un registro del dinero que juntaba en sus colectas truchas. De acuerdo a este “libro de contabilidad”, el producto de sus reiteradas estafas ascendía a casi mil pesos nacionales, concretamente 989. Luego de confesar sus delitos, el “guerrero” dio cuenta a los oficiales del modus operandi. Apuntó que el uniforme y el distintivo eran sus principales fundamentos, pero que a eso le agregaba la descripción de hipotéticas escenas de la guerra.
El falso soldado dijo que había estado en el Chaco Boreal y que había intervenido en la guerra.
En su edición del 6 de junio, Diario El Orden reprodujo parte de la declaración del “soldado trucho”, donde revela que sus ardides fueron posibles por la solidaridad del público. “En los primeros momentos tenía miedo, más por el uniforme que por mi mismo: creía que todos me descubrirían. Pero me fui habituando poco a poco y como la gente es sentimental, me bastaba contarle algunas cosas que leía en los diarios para convencerla que en la guerra se sufre atrozmente. Y la ‘ayuda’ no se hacía esperar: un peso, dos y hasta cinco. Esperaba seguir un tiempito más y juntar algunos pesos para defenderme de la vida: pero no he tenido suerte”. La historia de este guerrero que no fue, demuestra cómo los tiempos turbulentos sacan a relucir lo mejor de la condición humana, pero también y sobre todo, lo peor.