Mons. José María Arancedo
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
“Cada año renovamos con gozo, gratitud y esperanza la celebración de Navidad, que es la Fiesta de la cercanía de Dios con nosotros. Ya no caminamos solos, Dios ha venido en su Hijo, Jesucristo, para ser nuestro hermano y compañero de camino. Recibirlo a él es el comienzo de una vida nueva. Él no se impone con la autoridad del poder, viene en la humildad de lo pequeño, pero necesita de nuestra libertad: “Yo estoy junto a la puerta y llamo, nos dice: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos” (Ap. 3, 20). El pesebre que él busca y necesita es el corazón de cada uno de nosotros.
“No es posible celebrar Navidad sin tener en cuenta a Jesucristo, su mensaje y la respuesta que él espera. Siempre corremos el peligro de vaciar de contenido la Fiesta que celebramos. Es importante, para ello, darnos un tiempo para escuchar y meditar aquel anuncio que llevó a los pastores a acercarse al pesebre: “No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor” (Lc. 2, 10). Navidad es sí de Dios al hombre.
“Recibir a Jesucristo es estar dispuesto a ser testigos de su mensaje de amor y de paz. No podemos apropiarnos de él como si fuera un bien privado solo para mí, él ha venido para todos. Esto significa que no es posible recibirlo si no estamos dispuestos a compartir su vida y su mensaje. Navidad, al tiempo que nos descubre como hijos amados por Dios, también nos habla de nuestra condición de hermanos con todos los hombres. No hay Navidad sin espíritu de fraternidad. El signo de la presencia de Dios siempre será el amor.
“Tampoco debemos olvidarnos que si bien Jesucristo ha venido para todos, tuvo un amor preferencial por los más pobres y necesitados, ello fueron sus preferidos. Esta cercanía con el dolor, con el que sufre, forma parte de la dimensión cristiana de Navidad. Hay muchas personas que viven solas y otras que carecen de lo necesario; estas realidades tan cercanas tienen que estar presentes en nuestro corazón y en nuestros gestos de compartir iluminados por la humildad del pesebre. Navidad es la fiesta del sí de Dios y del amor fraterno, junto a “una esperanza que no defrauda” porque se apoya en la riqueza del Niño de Belén.
“Les hago llegar con mi afecto y oraciones, los deseos de una Feliz Navidad vivida en familia que fortalezca nuestros lazos y amistad. Con mi bendición en el Señor”.