Sábado 5.2.2022
/Última actualización 14:02
¿Hay mosquitos o no hay mosquitos en este comienzo de febrero en Santa Fe? La respuesta cambia según desde dónde se haga la pregunta. Porque si bien venimos de un largo período de sequía y falta de lluvias, sumado a la bajante histórica del río Paraná y del Salado, las últimas lluvias caídas hace poco más de una semana sobre la ciudad propiciaron la aparición de mosquitos en las zonas a donde existen las condiciones ideales para su crianza y reproducción. Pero lo cierto es que la presencia de mosquitos no es para nada preocupante, como ocurrió históricamente otros años en los que hubo mayor humedad del ambiente.
Podría decirse que Santa Fe es la capital mundial del mosquito. O al menos cuenta con las condiciones naturales para competir por ese mote. Por ello es que en la actualidad estamos atravesando un verano atípico sin invasión masiva de insectos. Los mosquitos se tomaron vacaciones. Y ello es un alivio para la población. Se puede salir al aire libre a tomar mates o unos lisos bien helados, sin andar a los manotazos. ¿Ya los extrañamos?
A no relajarse. Porque el mosquito está a la vuelta de la esquina, al acecho, esperando una nueva lluvia para aparecer de forma repentina con su típico zumbido y con todas las ganas acumuladas de atacar. "Apurate para escribir el artículo, porque en unos días se viene una oleada, producto de las últimas lluvias", anticipa Mariana Maglianese, responsable de Control de Vectores de la Región Santa Fe, con el repelente en la mano. También sirve utilizar ropa de colores claros. Y saber que los mosquitos se sienten atraídos por el dióxido de carbono o el ácido láctico que exhalamos al respirar o al sudar, que nos transforma en sus víctimas. "No van a aparecer en forma masiva e insoportable, pero va a haber mosquitos", insiste.
Lo cierto es que en general hoy no hay muchos mosquitos (tocar madera). Y ello impacta en los índices de casos de las enfermedades que transmite el vector aedes aegypti: dengue, zika y chicungunya. "Hasta el momento no hemos tenido casos de estas típicas enfermedades", menciona Maglianese. "Otro factor que favoreció este escenario fue que por la pandemia no hubo demasiada circulación de gente que haya viajado y regresado del exterior, de zonas en las que todo el año son endémicas, como Brasil, Paraguay y el Caribe, que es cuando muchas veces traen la enfermedad y se generan brotes".
En las zonas urbanas de Santa Fe, donde abunda el cemento, casi no hay mosquitos. Mientras que en las afueras de la ciudad y en los barrios con zanjones a cielo abierto y yuyales, en los últimos días ya aparecieron a molestar. "Esto es producto de las últimas lluvias y las altas temperaturas que favorecieron su reproducción en zonas a donde se acumula el agua", explica Maglianese. "Pero la mayoría de los mosquitos que aparecieron son los comunes, los molestos, no el aedes".
Sin embargo, no hay que relajarse y se deben tomar las medidas de precaución necesarias para evitar las picaduras de mosquitos. También es fundamental el descacharrado y el mantenimiento de los espacios verdes para evitar las condiciones de reproducción del insecto. Porque si llegan nuevas lluvias, y las condiciones están dadas para que así ocurra, pueden aparecer los mosquitos en forma masiva y repentina, para que no nos olvidemos de su existencia ni los extrañemos tanto.
Desde el inicio de la temporada, el año pasado, equipos territoriales bajo la órbita del programa de Control de Vectores, rastrillaron aquellos barrios de la ciudad en los cuales en años anteriores hubo brotes de dengue. Lo hicieron para capacitar a los vecinos en el descacharrado y desmalezado. Lo que se busca es evitar la presencia del mosquito.
En barrio Pompeya, por ejemplo, en 2020 había un 88% de viviendas de bajo riesgo y el 12% restante de mediano y alto riesgo para crecimiento del mosquito que transmite el dengue. Tras las tareas de cocientización se lograron mejorar esos índices. Al inicio de la temporada, el 95% de las viviendas eran de bajo riesgo y sólo el 5% de mediano y alto. "Disminuimos ese potencial a cifras bajas por el descacharrado", explica Maglianese.
Desde fines de febrero y hasta el mes de abril se van a realizar los habituales monitoreos de índice larvario. Ese estudio es el que indicará cómo estamos en materia de control de las enfermedades que produce el mosquito. "Esto nos va a permitir saber, en caso de que ocurra algún caso, el impacto de ese brote", explica Maglianese. Y en segundo término, si no hay casos, el estudio "permitirá proyectar qué puede llegar a ocurrir en la siguiente temporada", que se inicia en octubre próximo. A cruzar los dedos.