Ser libre puede ser lo más natural del mundo para millones de personas. Pero después de atravesar años en una cárcel, "libertad" no es una palabra cualquiera. Ser libre después de estar preso lleva consigo una carga tremenda en diferentes sentidos como la reinserción social y laboral. Historias de mujeres que estuvieron privadas de su libertad
5 años. 10. 20 o 25. No importa cuántos. Salir en libertad es el mayor deseo de cualquier persona que está cumpliendo una condena en prisión por haber cometido un delito. ¿Pero qué pasa cuando llega ese día? ¿Salir del encierro y ser libre es como antes? ¿Se siente igual? ¿Cuesta la reinserción social y laboral?
Hilda Giménez tiene 50 años. Entró al Correccional de Mujeres Nº 4 de la capital provincial hace más de 17 años, en un país donde las leyes eran completamente diferentes a las de ahora, al igual que la justicia. Hoy, y desde 2019, atraviesa su vida en libertad, aunque será completamente libre en 2024 cuando firme por última vez en el libro del Patronato de Liberados.
-Hilda contame qué hiciste el primer día que saliste de la cárcel.
-Me llevaron en un patrullero a la dirección que les dí. Esa dirección era la de un hombre, amigo de una compañera del pabellón que me lo presentó. Así nos conocimos y empezamos una relación que hasta ahora perdura.
-¿Te costó la reinserción en la sociedad, tanto en lo personal como en lo laboral?
-Muchísimo. Sobre todo en lo laboral. Mi primer trabajo lo conseguí gracias a un contacto que hice con una mujer haciendo un curso de pastelería. Era de empleada doméstica. Por parte del Patronato de Liberados nunca conseguí nada, rol que tiene en realidad pero que no cumple.
"Manos Libres", un sueño hecho realidad
Hace unas semanas se presentó en sociedad la Cooperativa de Trabajo Manos Libres. La misma está constituida por mujeres que purgaron una condena por algún delito cometido. Se dedica al lavado, secado y planchado de prendas, es decir brinda un servicio de lavandería, y queda en calle Alberdi 2860. Más adelante tienen previsto incorporar la producción textil.
Esta Cooperativa de Trabajo nació en la Unidad Correccional N°4. Allí nació el proyecto, que pudo concretarse gracias a una mutual del Inaes y a la UNL, en el marco de un proyecto de extensión.
Hilda Giménez es una de las integrantes de la cooperativa, junto a otras tres compañeras por ahora. "Manos libres es el resultado de varios años de trámites, de gestiones.. Pero acá estamos. Dispuestas a trabajar, a dejar impecable las prendas que la gente nos traiga y a muy buenos precios. En el penal aprendés muchísimo en el lavadero y acá hacemos lo mismo. Le ponemos apresto a las camisas, a las sábanas… lo que el cliente quiera", explica.
INTEGRANTE. Hilda Giménez es una de las integrantes de la Cooperativa Manos Libres. Estuvo en prisión 15 años y recuperó su libertad en 2019. Crédito: El Litoral.
"Perdí la cabeza cuando tocó mis hijos"
A Hilda le dieron prisión perpetua por haber matado de un tiro en la cabeza a quien fue su pareja y es el padre de sus dos hijos. El hecho ocurrió en Rafaela, luego de muchísima denuncias que nunca fueron escuchadas.
"Lo maté. No daba más. Sufrí violencia de género desde que lo conocí. Pero cuando metió a los chicos fue el límite. Lo denuncié muchísimas veces. He ido quebrada a la comisaría a pedir que se lo llevaran. Pero jamás me escucharon. Me decían que me había caído, que por algo él actuaba así conmigo, que yo seguramente provocaba su ira...", cuenta Hilda como si narrara la historia de una película. Y agrega: "Pero yo al comisario de entonces le advertí. Si no lo sacan lo voy a terminar matando. Y así fue. Lo maté de un tiro en la cabeza de un arma que él tenía en el medio de una discusión donde los chicos estaban siendo agredidos. Cuando el comisario se enteró no lo podía creer porque no pensaba que yo fuera capaz de matarlo. Y sí. Fui capaz. No aguantaba más".
A Hilda le dieron prisión perpetua por el hecho que cometió. Hoy, después de aquel día donde su vida dio un giro de 180 grados, asegura que la juzgarían diferente por haber sido víctima de violencia de género. También reflexiona sobre lo que hizo y piensa que tendría que haber agarrado a los chicos e irse, no insistir con que se lo llevaran. "Pero bueno eran otros tiempos y la cárcel me sirvió para darme cuenta que tendría que haber procedido de otra manera. Lamento que los chicos hayan estado presente y vieran lo que pasó. El más chiquito tenía un año y medio y la más grande 9...".
Pese a que la ley permite que los menores de 4 años vivan con sus madres en prisión, para Hilda eso nunca fue una opción. Sus hijos, que hoy tienen 28 y 20 años, quedaron a cargo de un tío de la mujer que fue quien los crió. "La presa era yo. No podía condenar a mi hijo más chico a esa vida. Así que lo dejé con su hermana", señala.
A Hilda le dieron prisión perpetua. Cuando conoció su sentencia pensó que jamás volvería a ver pasar los autos por la calle o a vivir en una casa propia, sin compañeras de pabellón.
"Me hicieron fijación de condena y me dieron 25 años. Presa estuve 15, porque por buena conducta empecé a tener salidas transitorias. Pero te reitero que eran otros tiempos. Yo por ejemplo podía salir a hacer cursos afuera de pastelería y repostería que brindaba UPCN. De hecho mi primer trabajo cuando salí de la cárcel fue de limpieza en la casa de una señora que conocí haciendo esos talleres", cuenta.
-Hilda, ¿Cuál es tu opinión sobre la cárcel como lugar de "re educación" de una persona que cometió un delito? Muchos dicen que se sale "peor".
-Yo creo que está en cada uno. Hay quienes mejoran y quieren una vida mejor afuera y por eso en prisión hacen talleres y aprenden cosas y hay otros que no les interesa. Que viven porque el aire es gratis y no les importa nada.
-¿Te arrepentís de algo? ¿Y qué es lo que más lamentás de todo lo que pasó?
-Me arrepiento de haber matado porque no soy quien para quitarle la vida a nadie. Pero mi vida y la de mis hijos era un calvario y perdí la razón. Pero pagué por eso, y no solamente con la cárcel. Durante toda mi condena recibí muy pocas visitas porque mi familia estaba lejos y perdí el vínculo con mis hijos. Los veo cuando ellos vienen muy de vez en cuando a Santa Fe, pero muy poco. También hablamos, pero no es lo mismo. De lo que sucedió nunca dijimos nada. Pero ellos no están enojados con eso. Simplemente atravesaron su infancia y adolescencia con un familiar y no pudimos crear ese vínculo que tiene una madre con sus hijos. Pero yo los amo y son la razón de mi vida", concluyó Hilda Giménez.
"Pero yo al comisario de entonces le advertí. Si no lo sacan lo voy a terminar matando. Y así fue. Lo maté de un tiro en la cabeza de un arma que él tenía en el medio de una discusión donde los chicos estaban siendo agredidos. Cuando el comisario se enteró no lo podía creer porque no pensaba que yo fuera capaz de matarlo. Y sí. Fui capaz. No aguantaba más".