Redacción El Litoral
Es uno de los dos héroes que atravesó la Cordillera de Los Andes para contarle al mundo que en la montaña había 16 sobrevivientes de un accidente aéreo ocurrido en 1972.
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Pasaron 44 años, 10 meses y 12 días, de aquel 13 de octubre de 1972 en el que un avión uruguayo se estrelló en la cordillera de Los Andes. Uno de los 16 sobrevivientes de la tragedia fue el por entonces jugador de rugby Nando Parrado. Los sobrevivientes estuvieron perdidos en la inmensidad de la nieve a 18 mil pies de altura, los dieron por muertos y los dejaron de buscar. Hasta que luego de 72 días, dos de ellos —Nando Parrado y Roberto Canessa— cruzaron la cordillera malheridos y volvieron a la civilización por sus propios medios para contarle al mundo que estaban vivos.
Desde aquella heroica proeza los días de Nando cambiaron para siempre. Este montevideano que además de ser productor televisivo se dedica a recorrer el globo para contar su historia y motivar a la gente —es considerado uno de los diez mejores conferencistas del mundo—, brindó una conferencia el jueves en la Sala Garay del Colegio Inmaculada, San Martín 1540, organizada por el Centro Comercial de Santa Fe.
Previo a esta charla, Parrado brindó una conferencia de prensa en el Business Center del Hotel Los Silos. En la oportunidad estuvo acompañado por el ministro de Gobierno y Reforma del Estado, Pablo Farías y el presidente del Centro Comercial de Santa Fe, Norberto Raselli.
El eje central del relato fue aquella historia de coraje, determinación, liderazgo y trabajo en equipo, a través de la cual lograron sobrevivir a la peor pesadilla. “La nuestra es una historia de vida, una historia que yo no quise vivir”, comenzó diciendo Parrado. “No elegí estar allí (perdido en Los Andes) y tuve que afrontar cosas jamás pensadas”.
Más adelante en el relato, Nando destacó que tuvo “que nacer dos veces. Una vida corta y fantástica antes del accidente, con buena educación, familia, una casa, y el rugby que me formó”. Y dijo entonces: “Luego muero y vuelvo a nacer en el medio de la Cordillera de Los Andes”.
“Uno aprende de las experiencias que lo van formando a lo largo de la vida”, reflexionó Parrado. “Y muy pocas personas tienen la capacidad de volver a nacer, de resucitar y ver qué es lo que pasa cuando uno se muere. Debido a eso, he tratado de vivir mi vida de la forma que aprendí allí: no fijarme demasiado en el pasado, pensar un poquito en el futuro y disfrutar a pleno el presente, que es lo único que existe y depende de mí, todo lo demás es teoría”.
En otro tramo del diálogo con la prensa, Parrado utilizó una metáfora: “Todos tenemos una montaña en la vida, aunque no la veamos. No tiene por qué ser alta y llena de nieve, puede ser financiera, una enfermedad, y aunque no la vea cuesta mucho llegar a su cima. Quienes escuchan mi relato lo van a olvidar, hasta que se encuentren con esa montaña, y dirán: ‘si él pudo, yo tengo que poder con mi milagro’”.
—¿Qué enseñanza cree que se lleva la gente de sus conferencias?
—No tengo capacidad ni derecho para enseñar nada. Cada uno hace con su vida lo que quiere. No tengo la capacidad de dar consejos, sino de contar algo y que cada uno se lleve lo que le sirva de esa historia, para que lo ayude en su vida. Tengo una filosofía de vida muy simple. Soy muy pragmático. Las cosas son como son y como suceden. Mi vida se define: familia, amigos, deporte, perros y empresa. Y me ha ido muy bien.
—¿Qué lo llevó a decidir en medio de la nieve infinita a cruzar la Cordillera para salvarse y salvar a sus compañeros?
—Me di cuenta que la situación era límite y me iba a morir allí. Y no quería que esa montaña se lleve mi vida. Entonces decidí luchar hasta que me muera.
Relato de vida
Parrado asegura que no es conferencista. “A mí me llaman para que cuente mi historia de vida. Y como sólo voy a donde quiero estar, voy a dar lo mejor de mí, sino me quedo en mi casa”.
—Dice que no es conferencista, pero lo consideran uno de los mejores del mundo...
—La gente te pone títulos, pero no me siento un conferencista. Me llaman porque quieren escuchar una historia interesante, una de las epopeyas más fantásticas de la historia, como la del Titanic o el hombre en la Luna. Me parece increíble haber sido parte de esa historia. Y el resultado de las conferencias es que la gente muchas veces se da cuenta de lo importante que es vivir el presente. Nunca tengo nada preparado ni sé qué diré, pero miro a la gente a los ojos y me conecto, para tratar de darles la respuesta a la pregunta que se hacen: ¿cómo hubiera actuado yo en una situación así?
—Usted dijo que no va a cualquier parte y elige a dónde ir, ¿por qué eligió venir a Santa Fe?
—Por una persona que se llama Silvana y un día me encontró en Punta del Este y me invitó. Le dije que era imposible porque tenía otras cosa para hacer. Fue una gladiadora, trabajó mucho y hoy me trajo. No tengo necesidad económica de ningún tipo y voy a donde me siento bien. Entonces dije, “me va a hacer muy bien estar en Santa Fe”. Esa es la simple razón.
La anécdota de los panes
Por último, Parrado ofreció su versión sobre la repartija de los panes que les entregó el arriero chileno con el que se encontraron en la montaña luego de atravesar Los Andes. La anécdota cuenta que el arriero le entregó los panes a Parrado y en el trayecto hacia el encuentro con Canessa, éste último asegura que se comió un par y le entregó sólo uno (no se alimentaban bien desde hacía 72 días).
Canessa le contó esta anécdota a El Litoral hace unos 15 años atrás cuando visitó Santa Fe y es parte de un chiste interno entre los sobrevivientes. Recién hoy, Parrado pudo cerrar el círculo con su versión de aquello que en la inmensa historia de vida termina siendo un dato risueño: “Esa es una historia que le encanta contar a Roberto (al que considera su hermano). Cuando me encontré con el arriero me tiró dos panes y un pedazo de queso. Pero él siempre pensó que me había dado más panes y que yo me los comí en el trayecto. Pero juro que no fue así” (risas).