Qué persigue quien navega a vela en solitario el río Paraná
Un rosarino en viaje amarró su velero en Santa Fe. Navega contracorriente con rumbo norte impulsado por el viento. Una travesía sin tiempo, que le demandará varios meses.
Qué persigue quien navega a vela en solitario el río Paraná
¡Bienvenidos a bordo!, dice Fernando Méndez al asomar su silueta por el tambucho de su velero. Hace algunas horas amarró en el Club Marinas Puerto Santa Fe. Este navegante rosarino de 70 años que antaño supo cruzar el océano Atlántico y navegar los mares de Brasil soltó amarras a principio de mes para lanzarse a la aventura de navegar el río Paraná a bordo de su velero, el "Agresivo". Un desafío.
Fernando lleva apenas diez días de navegación apuntados al detalle en la bitácora de la nave, un velero Alpha 25 fabricado en el astillero Rovere en 1983, adquirido por el capitán en 1996. Desde entonces el "Agresivo" es su fiel compañero, es su hogar. Con este barco el Capitán Fer -como le dicen sus amigos nautas- zarpó durante la crisis de 2001 rumbo a Angra Dos Reis, en Brasil, pero a los pocos días tuvo que regresar a salvar su trabajo cuando "estalló" la economía argentina en mil pedazos. Ese sueño se postergó un año y en 2002 volvió a partir al paradisíaco destino carioca. También navegó en el "Agresivo" el río Uruguay y el Río Negro por el interior del vecino país hasta Mercedes (Uruguay), e hizo varios viajes por la costa charrúa hasta Colonia, Montevideo, Piriápolis y La Paloma, entre otros puertos.
Cordial. El capitán invita con café, whisky o mate a quien aborde el Agresivo. Crédito: Mauricio Garín.
En 2016 el "Agresivo" vivió la más negra. Su capitán debió rescatarlo del fondo del río cuando por un desperfecto se le hundió en la amarra. Pero el barco salió a flote nuevamente para continuar con sus singladuras. Así pasaron los años hasta que un día, hace poco tiempo, el Capitán Fer cayó en la cuenta que había conocido muchos paisajes pero le faltaba uno muy cercano: el río Paraná.
"Remontar el río Paraná hasta Paraguay era un sueño, un proyecto del corazón litoraleño. A tramos, únicamente con viento, en soledad o con acompañantes, viviendo la magia de lo imprevisto, disfrutando la aventura del navegante. Hay pocas cosas más sanas y románticas que navegar en la vida por, para y con uno mismo", escribe en la bitácora ese 5 de junio antes de zarpar sin fecha de regreso.
En los días previos comenzaría a organizar su vida, preparar el barco, pintarlo y reparar algunos detalles. Dejar todo listo para ese lunes 5 soltar amarras en la marina del Circulo Cultural Argentino Alemán, en Rosario, y lentamente comenzar a "trepar" el río Paraná con destino en Corrientes. "La idea era llegar a Asunción del Paraguay, pero un amigo capitán de una chata de empuje de cargueros me dijo que aguas arriba de Corrientes la cosa se complica más, el río está muy bajo, es muy serpenteante, así que por el momento decidí llegar hasta Corrientes y allí decidiré si sigo o no sigo", cuenta el Capitán Fer, sentado en el interior de su barco, y ceba el primer mate espumoso de la mañana.
Camaradería
El "Agresivo" llegó el miércoles 14 por la noche a Santa Fe y permanecerá con amarra de cortesía al menos una semana. "Tengo que reparar el motor, que anda fallando", cuenta su capitán, parado ahora en la cubierta todavía húmeda de rocío. "Una vez que solucione esto seguiré viaje rumbo a Paraná".
Mientras tanto, el navegante solitario que no le teme al frío aprovechará el tiempo para confraternizar con sus pares locales y disfrutar la vida abordo del que considera su hogar. "¿Mate, café o whisky?", invita a quienes se acercan a conversar. También tiene previsto volver por tierra hasta Rosario en busca de otro motor para el barco. Anda sin tiempo, sin reloj, a la espera del viento y el buen clima.
En 2015 el "Agresivo" fue protagonista de una realización audiovisual de ficción. La serie se llama "El Hechicero" (nombre del primer barco de Méndez, un H20) y se puede ver en YouTube y otras plataformas libres. Se trata de seis capítulos de 26 minutos que narran la historia de la tripulación de un velero que aparece abandonado en el delta del río Paraná sin dejar rastros de sus ocupantes.
En su interior el "Agresivo" tiene un compartimento principal con mesa y cuchetas a babor, una cocina y una mesa de navegación a estribor, otras dos generosas cuchetas hacia la popa en ambas bandas, mientras que en la proa tiene un baño y el camarote principal. El Capitán Fer camina casi parado. Apenas tiene que agacharse un poco para moverse adentro del velero. El barco es la síntesis de dos pasiones: la fotografía y el cine, y la navegación a vela. Fernando Méndez es fotógrafo y navegó gran parte de su vida con sus amigos de la Escuela de Cine de Rosario, donde trabajó hasta jubilarse. Luego se dedicó a disfrutar de la vida a bordo. Lo sigue haciendo.
Agresivo. El velero es un viejo Alpha 25 al que Méndez considera su hogar. Crédito: Mauricio Garín.
"Esta aventura comenzó cuando me di cuenta que tengo 70 años, el barco está viejito, así que me decidí a recorrer el río Paraná", dice el Capitán Fer, de ojos claros, cejas pronunciadas, barba canosa candado de navegante y boina de capitán. "Antes había navegado todo el litoral uruguayo, el norte de Brasil, crucé el océano Atlántico, hice muchas travesías, hasta que me di cuenta que no podía ser que siendo rosarino, nacido a la orilla del Paraná, no conociera este río hasta más al norte de la ciudad de Paraná", relata el hombre que el 23 de agosto próximo probablemente celebre sus 71 años a bordo. Y ceba otro mate.
"Entonces me dije: tengo que llegar al menos hasta Corrientes. Tengo que izar velas y subir, subir y subir todo lo que pueda contra la corriente y conocer el río -dice Capitán Fer, trepado a la aventura-. Es un viaje de placer, sin tiempo, parando en distintos lugares, conociendo gente y disfrutando la navegación".
Como los antiguos navegantes
La travesía es a la antigua, poco usual, como lo hicieron los primeros expedicionarios exploradores de las Américas. Navegar a vela contracorriente el Paraná parece, a priori, cosa fácil. Pero lento. Muy lento. Lleva tiempo. Mucho tiempo. Demanda paciencia y templanza. La lucha es contra la fuerza del agua, a la espera de vientos favorables, las buenas condiciones climáticas, a sabiendas de que todo es incierto. Que cada día es algo nuevo.
El viaje del Capitán Fer iba a comenzar en marzo pero se fue postergando por distintas razones. Hasta que el domingo 4 de junio pasado dijo: "No postergo más". Así que el lunes 5 bien temprano ya estaba en el club soltando amarras para lanzarse río arriba. "No había viento propicio, pero dije 'salgo, porque si no salgo ahora no salgo más'. Aquella primera jornada hice unos 20 kilómetros y pasé la primera noche". En la bitácora escribe: "Otro pasito. Amarrado en la Boca del Bobo. Esperando que entre viento del sur. Mientras, desayunar, limpiar, comer, matear, leer y disfrutar".
Comienzo. Este es el momento en el que el Capitán Fer iza velas en Rosario al iniciar la travesía y se retrata para inmortalizar el momento. Crédito: Gentileza Fernando Méndez.
Lo que vendrá al día siguiente será el esperado frente de viento sur. Frío e intenso, que exigirá al "Agresivo" al punto de cortar la driza de la vela mayor. El Capitán Fer la reemplazará entonces con la driza de spinaker (otra vela) para izar nuevamente la mayor y continuar así su travesía náutica. "Fui subiendo de a poco a medida que se prestaba el viento, hasta llegar a Diamante (Entre Ríos)". Así fueron los primeros 110 kilómetros de navegación.
En Diamante aparecieron algunos problemas de motor, algo que debía reparar para poder viajar tranquilo, debido a que el Paraná tiene un gran tráfico comercial y se necesita ese resguardo por seguridad. "Subí a la ciudad en busca de un mecánico, pensé en volver a Rosario por tierra, pero antes de hacerlo abrí el motor y como pude empecé a desarmar y armar todo de nuevo hasta que lo hice arrancar. Entonces continué viaje rumbo a Santa Fe", cuenta. Otros 50 kilómetros de navegación durante una jornada.
Arribado
"Hace diez días que estoy arriba del barco", apunta Capitán Fer, antes de descender en el Club Marinas y darse la primera ducha caliente. En 2017, cuando cruzó el Atlántico, fueron seis meses sin ducha. Aquella vez fue a bordo del "Disvarat", un velero Bavaria de 36 pies. La aventura fue subirse al sueño de su amigo "Coqui" Gazze, quien quería comprarse un velero y como en Europa le costaba mucho más barato se fueron en avión a buscarlo a Barcelona y regresaron navegando a Argentina.
En esta nueva singladura por el Paraná "llevo provisiones para comer, tengo agua potable, un panel solar para la energía", enumera el Capitán Fer y rememora una anécdota: "Hay un gran navegante que una vez me impulsó a iniciar estas aventuras", cuenta. "Ese navegante estaba arribando a la Polinesia cuando vio a lo lejos una luz. Era otro velero. Se comunicó por radio y era un francés que viajaba al mismo destino. Quedaron en verse en el puerto. Pero al llegar a la Polinesia, pasaron los días y el francés no llegaba. Entonces fue a dar aviso a la policía. Se comunicaron con el francés y les contestó que estaba todo bien. Dos días más tarde el francés arribó a la Polinesia y al encontrarse le preguntó qué le había pasado. El francés le contó que permaneció despreocupado en medio del mar a la espera del viento, y lo resumió diciendo 'estaba en mi casa'. Esa anécdota me quedó muy grabada -dice Capitán Fer-. ¿Qué quiero decir con esto? Que yo vivo en mi casa. Demoré diez días en llegar a Santa Fe. Pero acá tengo todo lo que necesito".
Amarrado en Boca del Bobo. Navega solitario por el río Paraná. Crédito: Gentileza Fernando Méndez
Desde que zarpó de Rosario, el navegante solitario leyó tres libros, cocinó variado, descansó en cada atardecer, escribió la bitácora de viaje, escuchó música o la radio, cuidó y limpió el barco y contempló la naturaleza. "Lo mismo que vos en tu casa", dice. "Lo que no tengo es heladera, pero llevo latas y a esta altura del año la comida aguanta".
Para llegar desde Rosario a Santa Fe el "Agresivo" debió atravesar gran parte del humedal del río Paraná, esquivar los antiguos barcos hundidos y penetrar el Parque Nacional Islas de Santa Fe. "El paisaje es impagable", dice Capitán Fer. "La gente no se da cuenta de lo que es el río Paraná. Es un humedal hermoso que hay que proteger. Es innumerable la cantidad de riachos y arroyos que tiene para guarecerse, pescar y dormir", describe mientras ceba mate. "Y ahora con la bajante he descubierto cosas que no había visto nunca. Hay un montón de nuevas playitas vírgenes para disfrutar".
-¿Cómo continúa el viaje?
-Voy a ir hasta Rosario por tierra para compartir el Día del Padre con mis hijos y a mi regreso zarparé rumbo a Paraná. Allí creo que se va a subir mi hijo para acompañarme un tramo. Y después tengo amigos que se piensan ir sumando en algunos otros tramos. Pero la mayor parte del tiempo voy a navegar solo. Cuando llegue a Corrientes, quizá me anime a seguir hasta Paraguay. Hoy no lo tengo decidido.
Hundido. Sólo asomaban el mástil y el stay de proa con el enrrollador de vela. Lo reflotaron. Crédito: Gentileza Fernando Méndez
Derrotero
Desde Rosario hasta Corrientes serán un total de 780 kilómetros de navegación por el Paraná. Todavía le queda atravesar la capital entrerriana, Pueblo Brugo, Hernandarias, Santa Elena, La Paz, Esquina -ya en Corrientes-, Goya, Lavalle, Bella Vista y Empedrado. Varios puertos, muchos paisajes, cientos de anécdotas en la proa.
-Son muchas horas en soledad, ¿qué persigue el hombre que navega aguas arriba el Paraná?
-Navegar en solitario es encontrarse con uno mismo y es muy sanador. En verdad nunca se está solo porque siempre se está en contacto con un montón de gente, más en el río Paraná, que no estás cruzando el océano. Así que es muy seguro. Pero por otro lado, al estar solo se puede pensar, recapacitar y plantearse cosas muy sanadoras. Es como estar con un psicólogo.
Pronto el "Agresivo" soltará amarras nuevamente para continuar viaje. Antes de ello el Capitán Fer dejará un pedido a sus amigos navegantes: "Que los barcos no estén en los puertos".