Cinco de la tarde de un día cualquiera en Santa Fe. Operativo de control de seguridad de la Prefectura Naval Argentina por las calles de la ciudad.
Nunca tuvo documento hasta hace un mes. Se crió en las sombras y el abandono social, fue condenado a prisión en Coronda y recién hoy tiene nombre y apellido. Qué pasa cuando el Estado se olvida de vos.
Cinco de la tarde de un día cualquiera en Santa Fe. Operativo de control de seguridad de la Prefectura Naval Argentina por las calles de la ciudad.
Aquella tarde fue la gota que rebalsó el vaso lleno de abandono, postergación y locura en la vida de Federico Monges, un joven de 31 años de Villa del Parque que llegó hasta ese momento como pudo y había pasado toda su vida sin identidad.
"Yo no se quién soy, yo no se quién sos / Entendé, el rebaño se descarriló"
La infancia y la adolescencia de Fede, "Facha" o "Vaquita", como lo apodaron en Villa del Parque, transcurrió en las calles y pasillos de tierra de ese barrio del cordón oeste. Pasaje Vecinal 4370. A la vuelta de la calle principal Osvaldo Catena. El nombre del cura que unas décadas atrás trató de darle dignidad a los más desprotegidos que sobreviven en los márgenes del sistema. Allí donde los lazos sociales se cortan con el machete de la pobreza y la exclusión.
"El tema de la delincuencia tiene que ver con las adicciones. Y hoy no se está hablando fuertemente de esto. Es un tema relegado. No lo quieren hablar en los centros de salud, ni en los hospitales", se queja Susana Bravo desde la Mutual Solidaridad Barrial Santafesina. "Acá recibimos chicos con ataques psicóticos a los que no sabemos a dónde llevarlos", describe, con los pies en el barro.
"Cuando era pibe era enanito y me agarraban de máquina", dice después Fede. "Era adicto. Tomaba esa porquería y salía a robar. Porque así yo era alguien, era mi orgullo. Quién me iba a decir algo a mí", dice. "Ahora ya no ando en esa, tengo trabajo y quiero un futuro para mis hijos", reflexiona. "Ya no le doy bola a los que me miran".
"Yo soy el error de la sociedad, soy el plan perfecto que ha salido mal"
El cura Catena fundó en esas calles hace más de medio siglo la escuela Cristo Obrero. Ese fue el primer hogar que años más tarde cobijó a Federico para tratar de sacarlo de todo lo malo que vendría después. Allí conoció a la otra Susana de su vida, su angelada maestra Susana Bravo. Porque fue ella quien años más tarde, cuando Federico salió de la cárcel y volvió al barrio, lo buscó para rescatarlo. "Fede era inteligente, buen pibe, un chico capaz", lo recuerda hoy esa mujer que confiesa: "Yo siempre lo quise como a un hijo". Y que además de maestra es quien se puso al frente de la Mutual Solidaridad Barrial Santafesina, encargada de rescatar a los pibes de la droga y la violencia. Lo hacen para que levanten la cabeza y miren más allá de las balas y de la blanca.
Otras de las organizaciones sociales que hizo pie en Villa del Parque hace unos años atrás es la Corriente Clasista y Combativa (CCC), con el programa "Ni un pibe menos por la droga". Es que la cosa está brava ahí. Y hacer algo es urgente. En voz baja se cuenta por esas calles que el cura de la Cristo Obrero tuvo que rajar del barrio apretado por los narcos.
"Voy a salir de caño, ya estoy re duro, estoy re pasado / Como ya estoy jugado me chupa un huevo matarte o no"
"Esperame un minuto que me pego un baño", contesta Federico un mensaje por WhatsApp en el que pautamos encontrarnos en el barrio para conversar sobre su vida y contarle al mundo que ahora tiene DNI, y quiere tener futuro. La historia de Fede llegó a la redacción de El Litoral cuando estábamos elaborando el documental especial "Días de furia", para recordar la crisis de 2001, a 20 años de aquellos sucesos trágicos. Ahora son las 10 de la mañana de este caluroso jueves de mediados de diciembre 2021 en Santa Fe. Antes del encuentro Fede estuvo cavando un pozo en el predio que está al lado de la radio comunitaria, sobre la calle Catena, a donde la Mutual levanta un Salón de Usos Múltiples. Son varios los pibes del barrio que trabajan ahí como albañiles. Para muchos es su primer trabajo. Levantan con sus manos ese salón que más tarde ocuparán para recibir contención social en busca de un futuro posible.
"Vengo de la cabeza, soy una banda descontrolada"
Al rato cae Federico a la casita de la Mutual, a donde junto a Susana varias personas forman una ronda alrededor de una mesa con mates y gaseosa. Son la psicóloga Georgina Braida, el abogado Gonzalo Marel y un escuadrón de mujeres amorosas que brindan asistencia social en Villa del Parque. Federico luce la pilcha cargada con el estigma social de un "pibe chorro", como les dicen los que los odian. Visera hacia un costado de su rostro de tez oscura, del que se desprende una sonrisa con ventanita (le falta el diente incisivo central izquierdo), musculosa de la NBA, bermuda hasta abajo de las rodillas y zapatillas blancas. "Altas llantas". En una mano trae una bolsa de plástico con otra remera. "Esta me la regalaron", dice, y despliega con orgullo la casaca sabalera que más tarde se pondrá para los retratos que tomará el reportero gráfico Flavio Raina. Antes de las fotografías se acomodará nuevamente la gorrita. Por algo le dicen "Facha". "A la camiseta me la dieron porque tiene la publicidad al revés" (se ríe).
"Vos me despreciás, vos me buchoneás, pero fisurado me necesitás"
La mayoría de los pibes excluidos de Villa del Parque no salen del barrio. Cuando van al centro de la ciudad son señalados, perseguidos, como si su presencia incomodara o desentonara en el paisaje, como si no tuviesen derecho a ser uno más. Entonces se quedan en el barrio. A donde mandan los narcos. Donde hay hasta dos o tres dealers por cuadra. Y esos escuadrones son los que cazan a los pibes y los meten en esa basura. Sin oportunidades, sin siquiera documentos, como Federico, muchos de estos pibes terminan en esa. Y de ahí a la cárcel. Porque el circulo vicioso los lleva de la droga a la delincuencia para hacerse del mango y poder escaparse de su realidad. Y así caen. O mueren.
"Vengo del basurero que este sistema dejó al costado, las leyes del mercado me convirtieron en funcional"
Eso fue lo que le pasó a Federico hace cinco años. Cayó por robar un auto. Fue tras un derrotero de cientos de delitos previos cometidos desde su infancia, si vale el término infancia. Un juez lo mandó a cumplir condena a la cárcel de Coronda. Cinco años. "Ese fue el peor día de mi vida, no tenía a mi familia, no tenía a nadie", confiesa. "Y el día más feliz fue cuando salí. Cuando abrieron la puerta no me esperaba nadie. Tomé un colectivo y me vine al barrio. Con 27 años estaba solo y todos me miraban mal. Iba a volver a la misma cuando me encontró Susana y me trajo acá", cuenta. "Ahí empezó todo esto".
"Cargo con un linaje acumulativo de misiadura / y una alma que supura veneno de otra generación"
¿Qué es todo esto? Lo primero fue tramitar su Documento Nacional de Identidad. Cuesta creerlo. Pero sin ello no tenía acceso a una asistencia social, a la salud, al trabajo, nada. ¡Ni a las vacunas contra el coronavirus tuvo acceso! Ni siquiera sus hijos llevaban su apellido. Porque para el Estado no existía. "Entendía que sin el documento no puedo vivir, no puedo hacer ningún trámite, ni ir al hospital".
El trámite para ser alguien lo inició gracias a la asistencia de los profesionales de la Mutual Solidaridad Barrial Santafesina y del Movimiento Evita. Ellos lo convencieron de hacerlo. Y le explicaron los beneficios. Para él daba lo mismo. Todavía no lo entendía. "Hoy pienso ¿cómo pudo ser que haya estado en la cárcel sin tener documento? ¿Cómo pudieron condenarme sin siquiera saber quién soy?", piensa en voz alta.
Su documento llegó hace poco más de un mes, el 12 de noviembre. Pasaron cuatro años de trámites y burocracia en los que los profesionales que lo asisten debieron comprobar fehacientemente ante distintos estamentos del Estado lo que el sistema había dejado de hacer con él. Quién era Federico Leonardo Monges. Y todavía no se sabe de memoria su número de documento. 19.093.348. Todavía repite el que alguna noche le asignó un policía en una comisaría, de forma absurda, según su versión de las cosas.
-¿Cómo es eso de que tenías un número de documento antes de tener documento?
-Es que la yuta, de tantas veces que caí, una vuelta me puso un número -dice-. Entonces desde ese momento, cada vez que me agarraban yo decía ese número para evitar que me den la biaba, porque se enojaban si les decía que no tenía. Me lo sé de memoria: 36.317.913 -repite Fede.
"Mi vida es un infierno, mi padre chorro, mi madre puta / Vos me mandás la yuta y yo te mando para el cajón"
-¿Y cómo pudiste ir a la escuela sin DNI?
-Me anotaron igual, de otra mano. Me acuerdo que mi mamá presentaba siempre un papel. Y cuando me preguntaban mi documento no sabía qué decir.
¿Cómo llega el Estado a condenar a una persona a prisión sin siquiera saber su DNI? Esa pregunta la responde el asesor legal de la Mutual, el abogado Gonzalo Marel. Trata de explicar lo que a priori parece inexplicable. "La realidad es que cuando el Estado, a través de la Justicia, logra penar a alguien por un delito y genera la privación de la libertad, está penando la conducta de la persona más allá de su identidad. Ahora bien, lo que llama poderosamente la atención es que el mismo Estado, tras condenar a esa persona, no brinde las herramientas para que a partir de ese momento pueda dejar de ser NN y tenga una identidad".
Y así pasó. Federico transitó como NN cuatro años en prisión (le condonaron uno de los cinco por buena conducta) y cuando salió con libertad condicional seguía siendo nadie para el Estado, sin DNI, sin garantías de una re inserción social. "Cuando ingresé me dieron una matrícula de cinco números. Esa era mi identificación ahí adentro. Y sobrevivía en el pabellón como podía", recuerda Federico.
"Soy un montón de mierda brotando de las alcantarillas / soy una pesadilla de la que no vas a despertar"
En Villa del Parque se reencontró con la madre de su hijo Thiago (6), con quien luego tuvieron a Nehemías (5). Después conoció a otra mujer con quien tuvo a Serena (4). Ahora ya no está en pareja. "Estamos en busca de otra", dice (risas). Y Susana también se ríe y apunta: "Por algo le dicen Facha". Pero ya le pedimos que no tenga más hijos (siguen las risas).
-¿Qué vas a hacer ahora?
-Cuando salí de la cárcel supe que no quería volver a ser el mismo. Antes nadie me acompañaba. Acá me ayudaron, hay gente que me apoya. Ahora soy otro. Tengo trabajo, tengo identidad. Aprendí de los errores.
-A quienes estigmatizan a gente como vos, a los que dicen que son unos choros y hay que matarlos a todos, ¿qué les decís?
-Les digo que yo me llamo Fede y estoy agradecido de todas las cosas que me han pasado en la vida, buenas y malas, porque me hicieron llegar hasta acá. Nosotros necesitamos apoyo para salir adelante, para no decaernos, porque todo se puede. No queremos tirarnos a las adicciones porque es difícil salir. Pero aprendí. Y gracias a Dios estoy saliendo adelante, con la gente que me acompaña y apoya en el barrio. Porque sin ellos no se qué sería de mí, sería el mismo de antes o una tumba. Pero abrí los ojos y salí adelante. Y voy a seguir para adelante.
"Soy parte de un negocio que nadie puso y que todos usan / en la ruleta rusa yo soy la bala que te tocó"
-¿Perdiste amigos?
-Sí, algunos están muertos y otros están guardados (en la cárcel), es la vida de un barrio como Villa del Parque. ¿Qué te vas a sorprender? Acá nada te sorprende. Pero los chicos son mis amigos y lo van a seguir siendo.
-En este último mes, ¿te volvió a parar la policía?
-No, hasta ahora no, y espero que no me paren. No quiero estrenar el DNI (risas). Que hagan su trabajo, nomás.
-Fede, ¿qué es tener identidad?
-Un paso re grande. Grandísimo. Ahora puedo hacer un trámite, hacerme el diente que me falta, voy a anotar a mis hijos con mi apellido y tener un trabajo.
-¿Qué sentiste cuando te dieron tu documento?
-¡Oh!, fue un gran paso hacia adelante. Volví a nacer. Ahora se me van a abrir más puertas. Voy a tramitar para que mis hijos lleven mi apellido, para que tengan los beneficios sociales. Y tengo que hacerme socio de Colón.
-Pero este barrio es Tatengue…
-Sí, olvidate, pero ahora el campeón soy yo (risas).
*Las citas son de "La violencia", una canción compuesta por los hermanos Tabaré y Yamandú Cardozo (Murga Agarrate Catalina, Uruguay).