Una noche en Tudor, el refugio de personas trans y gays santafesinas de los '90
Las diversidades sexuales se encontraban en esa taberna de barrio Guadalupe a fines del siglo pasado cuando eran perseguidas por la policía. Allí nacieron los primeros movimientos de lucha por la identidad de género de la ciudad. "Yo me cambiaba fuera de mi casa y me maquillaba en el colectivo para ir", recuerda hoy Shendell Spingola.
Identidad. Shendell se mira en ese mismo espejo en el que se maquillaba por primera vez y le devolvía su rostro en la adolescencia. Crédito: Fernando Nicola.
La historia de la lucha por la reivindicación de los derechos de las diversidades sexuales y de género santafesinas tiene un recordado espacio de encuentro y contención que este sábado será distinguido en la ciudad. Se trata de la taberna Tudor, que funcionaba en el residencial barrio de Guadalupe, sobre calle Javier de la Rosa 325, a metros de la Costanera, hacia el Este, y de la Basílica de Guadalupe, al Oeste.
Hasta esa casona de altos llegaban casi a diario, siempre de noche, personas trans, gays y demás diversidades en busca de contención o para poder desplegar su identidad en un baile, un encuentro amoroso o iniciar una amistad. Es que muchas de ellas o ellos iban a la taberna vestidos con la ropa "asignada" según su sexualidad para evitar ser perseguidos y demorados por las fuerzas de seguridad -que se amparaban en la ley vigente de entonces-, pero una vez que llegaban a Tudor, podían manifestarse y vestirse según su identidad de género.
Eran los '90 en la ciudad de Santa Fe. Y las cuestiones de identidad de género no se discutían, ni puertas adentro de los hogares, ni en los bares o en la calle. Nadie podía pedir que le cambien su identidad en el documento, ni podía casarse con otro del mismo género. No había derechos.
En cambio Tudor era un espacio de encuentro multicolor cuando la realidad se veía en "blanco y negro". "Yo tenía 16 años. Salía de mi casa en barrio San Lorenzo vestida de varón y me iba maquillando en colectivo a casa de mis amigas, para 'montarme' (cambiar de ropa) e ir a Tudor. Nunca dudé de mi identidad. Pero debía esconderla. Porque hasta mis padres la rechazaban", recuerda Shendell Spingola, que hace varios años puede mostrarle al mundo quién es. "Llegaba al boliche vestida de mujer y me encontraba con mis pares, que debían atravesar el mismo calvario. Pero estando acá adentro todo era libertad, era una fiesta, y fuimos muy felices".
Shendell es la primera mujer trans que asumió como asesora del gobierno provincial y está especializada en temas de género. Ella fue quien promovió que se le otorgue una distinción a los antiguos propietarios de la taberna Tudor, una osada apuesta para la época, en una Santa Fe muy conservadora. Para ello conformó una comisión organizadora. Y fue el senador provincial por La Capital, Marcos Castelló, quien formalizó dicho reconocimiento con una placa, la que será entregada durante una ceremonia a realizarse este sábado 25 de junio desde las 20.30.
"Para nosotros es un halago, porque en aquellos años Tudor fue un espacio al que llegaban todas las diversidades, cuando ni se hablaba de diversidades, ni estaba 'permitido' hacerlo. Y muchos de ellos y ellas no sólo venían a encontrarse y divertirse, sino que además recibían asesoramiento en salud, cuidados de VIH, algunos hasta pernoctaban acá cuando eran expulsados de sus hogares", cuenta Walter Lauría, propietario de la taberna en sociedad con Carlos Santangelo.
Hoy la antigua casona está casi igual. El salón principal está en el primer piso desde el que se accede a una terraza en la que recientemente pintaron un mural sobre un paredón, en relación al nuevo nombre del local que reabrió sus puertas, "Blue Moon". Luego hay una pequeña escalera que viaja hacia un segundo piso y más arriba una terraza, "que era como un reservado a la luz de la luna", confiesa Shendell.
"Aquí nacieron las primera agrupaciones LGBT y confluían las diversidades", recuerda Shendell. "Hay que recordar que no había perspectiva de género en la sociedad santafesina, ni políticas inclusivas; había un Estado ausente", enfatiza. "Era todo muy tirano. Incluso había leyes en contra nuestra, y niñas de 16 años como lo era yo debíamos circular por la calle con un habeas corpus en el bolsillo porque estaba prohibido usar ropa de otro género".
"Era muy jodido, porque no nos vestíamos de mujer como un disfraz, era nuestra identidad", explica Shendell, como si fuese hoy necesario hacerlo. Y justamente por ello es que los propietarios de Tudor colgaban en las paredes carteles que decían "Fiesta de disfraces". "Lo hacíamos para que si caía una redada policial no se escandalicen ni se lleven a nadie", recuerda Walter, y sonríe. "Éramos pendejas que queríamos ser nosotras mismas", resume ella, "contra un Estado atrasado, con políticas conservadoras".
Osado. Walter Lauría era uno de los dos propietarios de Tudor. La suya fue una riesgosa apuesta para la época, en una Santa Fe muy conservadora. Crédito: Fernando Nicola.
Activismo
Durante sus primeros años Shendell debió lidiar no sólo con el rechazo de sus padres y del resto de la sociedad. "En el barrio éramos tres las chicas trans. Teníamos apenas 11 años cuando lamentablemente una no aguantó esa presión y se quitó la vida", recuerda y se conmueve. "Padecimos infancias robadas. Por eso queremos dimensionar hoy el valor que tuvo este espacio, porque el Estado nos daba la espalda, no había políticas de inclusión como ahora, y acá estábamos contenidas".
Guadalupe. La recordada taberna no pasaba desapercibida sobre calle Javier de la Rosa, a metros de la Costanera Santafesina. Crédito: Guillermo Di Salvatore
Eran luchas primitivas que hoy dieron sus frutos con la ampliación de derechos vigente. Muchas de estas personas fueron protagonistas del cambio social. "Queremos contar esta parte de la historia de Santa Fe, porque la merece", dice Shendell, la primera en acceder a un trabajo digno en el Municipio, en orden de mérito, gracias a la ley de cupo laboral trans. Y luego pasó a la función pública provincial. Esa es otra de las conquistas.
Entre las distintas actividades sociales, los dueños de Tudor entregaban unas estatuillas como premios. Esas estatuillas todavía están en el salón principal, una dorada, otra de plata y la de bronce. Son recuerdos de una época añorada para este colectivo. "Este espacio nos vio crecer, aquí conocimos a nuestros amores, era mi hogar", dice Shendell.
-¿Qué noche es la que más recordás?
-Hubo muchas lindas noches. Pero la que más recuerdo fue la que me enamoré por primera vez, y descubrí ese sentimiento que desconocía.
-¿Qué palabra resume este camino de lucha por la reivindicación de tus derechos?
-Orgullo. Es lo que una tiene que sentir. Y es lo más difícil de conseguir. Me siento orgullosa de haber podido abrir camino y de seguir siendo hoy una referente para las nuevas generaciones. Soy realmente feliz -finaliza Shendell.