Viernes 29.4.2022
/Última actualización 10:22
En “20.000 leguas de viaje submarino”, su libro publicado entre 1869 y 1870, Julio Verne imaginó al Nautilus, el famoso submarino comandado por el capitán Nemo. Si hubiera estado en Santa Fe el 13 de febrero de 1929, el escritor francés precursor de la ciencia ficción se hubiera interesado sin lugar a dudas por un hecho que sorprendió a los ciudadanos que paseaban durante aquella tarde estival. Es que, ante decenas de ojos maravillados, un vehículo nunca visto (un cronista lo describió como un “monstruo”) empezó a recorrer las calles.
La explicación: Eugenio Bebión, un inventor de Entre Ríos había llegado desde la vecina ciudad de Paraná, tras un viaje fluvial de dos horas, montado en un aparato especial capaz de surcar tanto las aguas como las calles. La apariencia del vehículo -según consignó el diario El Orden en su edición del jueves 14 de febrero de 1929- hizo sospechar a los testigos que se trataba de una especie de automóvil-cohete. “Alguien supuso que el inventor intentaba realizar algún raid interplanetario y buscaron la luna en el cielo de la tarde aburrida”, afirmó el matutino santafesino, en un giro humorístico y poético ante la insólita situación.
Archivo El Orden / Hemeroteca Digital Castañeda D.RFoto: Archivo El Orden / Hemeroteca Digital Castañeda
Pero Bebión vertió, entonces, una explicación racional que echó por tierra todas las especulaciones fantasiosas que se empezaban a gestar: “Esto, dijo, dándole una palmada al vehículo, es un auto anfibio. Como ustedes han visto, circula como cualquier otro auto por las calles de la ciudad y tiene la ventaja de que con un golpe de palanca bajan unos flotadores y se entra en el agua. Se hace un breve cambio con otra palanca y en lugar de moverse las ruedas se mueve la hélice que lleva bajo el eje posterior. Y ya estamos navegando”.
Al parecer, según lo afirmado por el inventor, el coche era capaz de trasladar hasta ocho pasajeros y una carga de tres mil kilos. Para lograrlo, este “monstruo” contaba con dos flotadores móviles, ubicados en los lados. El “padre de la criatura” había obtenido, según consta en la mencionada nota de El Orden, una patente nacional por 15 años por su creación. Y el viaje a Santa Fe formaba parte de las primeras demostraciones prácticas del hombre para difundir su trabajo.
Archivo El Orden / Hemeroteca Digital Castañeda D.RFoto: Archivo El Orden / Hemeroteca Digital Castañeda
Imperturbable y sereno, Bebión contó que el viaje realizado para unir Paraná y Santa Fe al volante del curioso “auto anfibio”, ocurrido cuarenta años antes de la inauguración del Túnel Subfluvial, se produjo de un modo “feliz, sin accidentes de ninguna naturaleza”.
El 15 de febrero de 1929, El Orden publicó una foto del vehículo con el siguiente epígrafe: “Cuando, en edades futuras, se encuentre un monstruo como este, los geólogos pensarán lo que nosotros pensamos ahora del gliptodonte, el dinosaurio o el mamut. Que se trata de un ser intermedio en la escala evolutiva de los autos. Y como este es anfibio”.
Archivo El Orden / Hemeroteca Digital Castañeda D.RFoto: Archivo El Orden / Hemeroteca Digital Castañeda