Cada 12 de noviembre se conmemora el Día de Lucha contra la Obesidad a nivel mundial, con el objetivo de concientizar sobre la importancia de una alimentación saludable.
En la ciudad de Santa Fe, el Cemafe cuenta con un programa muy completo para tratar a pacientes con sobrepeso. Se promulgó la Ley de Etiquetado Frontal, otra herramienta para combatirla.
Cada 12 de noviembre se conmemora el Día de Lucha contra la Obesidad a nivel mundial, con el objetivo de concientizar sobre la importancia de una alimentación saludable.
Según la Organización Mundial de la Salud en el mundo hay más de 1900 millones de personas con exceso de peso, de los cuales 650 millones tiene obesidad. Además, se estima que unos 30 millones de personas mueren cada año a nivel mundial, por malnutrición en exceso, mientras que 3,5 millones lo hacen por desnutrición.
En Argentina, seis de cada diez adultos tienen exceso de peso y más de la mitad tiene obesidad. Esta patología tiene asociadas otras enfermedades complejas como la diabetes tipo II, hipertensión, enfermedades vasculares y coronarias, hígado graso, entre otras.
En la ciudad de Santa Fe, un equipo de profesionales trabaja en el Cemafe para brindar atención de forma interdisciplinaria a los pacientes que padecen la obesidad. Se trata de una enfermedad crónica, no transmisible y progresiva en la cual influyen diversos factores que contribuyen a esta patología, incluida la genética, el medio ambiente y el nivel socioeconómico. Estos factores provocan exceso de grasa corporal acumulado hasta el punto de tener un efecto adverso sobre la salud.
“Cuando el contenido de grasa empieza a aumentar se ubica en lugares del cuerpo que no son convenientes, como puede ser alrededor de los órganos centrales del abdomen -hígado, páncreas- dentro de otros órganos como el hígado, también los músculos. Básicamente en casi de todos los tejidos y órganos”, explica José Echagüe, médico Clínico y Endocrinologo, en diálogo con El Litoral.
Se considera sobrepeso y obesidad cuando hay exceso de kilos de peso, eso se determina en base al Índice de Masa Corporal (IMC) que se calcula “midiendo el peso dividido por la talla al cuadrado. Si da más de 25 se considera sobrepeso, más de 30 obesidad y más de 40 es obesidad mórbida”, aclara Echagüe.
El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) define la obesidad como una "acumulación anormal o excesiva de grasa que puede afectar la salud". Las afecciones médicas relacionadas con el peso incluyen enfermedades cardíacas, derrames cerebrales, diabetes, trastornos del sueño, apnea del sueño, depresiones y osteoartritis, entre otros.
Por otra parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) cataloga la obesidad como una pandemia, dado que más del 60 % de la población a nivel mundial tiene un índice de sobrepeso u obesidad. Esta enfermedad no es contagiosa, pero es multifactorial, porque “está la parte genética por un lado y la medioambiental -consumo de alimentos y la falta de actividad física- por otro.
La encuesta nacional de Factores de Riesgo, que se hizo en el 2018, mostró que sólo el 6% de la población consume las cinco porciones diarias que se recomiendan de verduras y frutas”, cuenta Carolina Cuffia, médica Clínica especialista en Nutrición.
Etiquetado frontal
Este 12 de noviembre el gobierno nacional promulgó la recientemente sancionada Ley de etiquetado frontal, que representa un avance en la lucha contra el sobrepeso, la obesidad, la hipertensión y los riesgos cardíacos derivados de una mala alimentación.
Esta ley, que debe implementarse en un plazo máximo de seis meses, se trata de advertir con octógonos negros visibles para el consumidor aquellos alimentos procesados con exceso de sal, azúcar y grasas. Esos alimentos no podrán incluir publicidad que llame la atención de los niños.
También establece que los productos que contengan edulcorantes o cafeína deberán informar que su consumo no se recomienda en menores de edad. Esta legislación tuvo gran éxito en otros países de la región, como Chile y Uruguay.
Con la implementación de la ley, el consumidor podrá elegir de manera sencilla el producto alimentario, generando una actitud activa y positiva sobre su nutrición y salud, como así también estimular la reformulación de alimentos para el desarrollo de productos más saludables por parte de la industria.
Educación alimentaria
En el Cemafe, un equipo interdisciplinario conformado por nutricionistas, psicólogos, profesores de educación física, kinesiólogos y una psiquiatra que acompaña en el tratamiento de algunos pacientes, trabaja con aquellos pacientes que tienen obesidad mórbida. “En un año regular, como lo fue el 2019, se atendieron aproximadamente 6.500 consultas anuales, entre ingresos de primera vez y pacientes de control”, contabiliza Carolina Cuffia.
El centro de salud hace un ingreso grupal de personas con esta enfermedad, donde se presenta el equipo de profesionales y después se aborda al paciente desde el punto de vista clínico nutricional en forma individual. Además se brindan talleres nutricionales específicos y las psicólogas trabajan de forma grupal, con encuentros cada quince días. También cuentan con un gimnasio donde trabajan en conjunto una profesora de educación física y un kinesiólogo.
Lo que se busca desde Cemafe es lograr un cambio de hábitos. “Pensá lo que sale un cuarto de kilo de bizcocho comparado con lo que sale un kilo de fruta”, compara Agustina Katz, que es licenciada en Nutrición. “Entonces el paciente consume harinas porque es algo que tiene dentro del hábito, de pasar por la panadería y comprar. No se fija cuánto sale un kilo de mandarina. Y ahí está el trabajo que hacemos, al invitar al paciente a dejar de consumir estos alimentos y reemplazarlos por los de verdulería”, explica.
Son alimentos que el paciente los tiene como normales y que forman parte de su vida cotidiana “comprar una gaseosa por día de dos litros, que tiene muchas calorías y azúcar, a eso lo tiene como algo indispensable y no ve la posibilidad de consumir agua. El costo de esa gaseosa, se puede invertir en otro alimento que sea saludable y que lo ayude a bajar de peso”, remarca la nutricionista.
La actividad física que se recomienda durante el proceso es evaluada para cada caso. Hay veces que se empieza con un programa de ejercicios de movimientos con pequeños pesos, o sentados -sin mucha complejidad- y después van aumentando la intensidad.
Además, “es necesario tratar de reducir la cantidad de horas de sedentarismo -dice Echagüe-, porque por más que haga una hora de un ejercicio muy completo, si después las otras 23 horas del día uno está quieto, no es suficiente”. Son pequeñas cosas como cambiar la moto por la bici, caminar un poco más -cuando se va hacer algún mandado o ir al trabajo, moverse un poco más en las cosas de la vida diaria.
Encarar un cambio de hábito requiere de mucha voluntad y decisión. Es un camino que se emprende y se va haciendo paso a paso, por eso es importante el acompañamiento del entorno familiar, para incentivar y brindar apoyo durante el proceso.