Jueves 13.7.2023
/Última actualización 22:33
Muchos vecinos de barrio Santa Rosa de Lima se alimentaron durante su niñez del pan caliente que salía del horno de la panadería La Sarita, ubicada en la esquina de Lamadrid y Vera. Era el sueño cumplido de un tal Boris Furman, un empresario barilochense que había nacido en Santa Fe y le quiso dejar una obra de beneficencia a la ciudad.
Desde 1988, todos los días la panadería elaboraba el alimento para regalárselo a los más pobres. Sus instalaciones eran un lujo; el edificio de dos plantas y 500 m2, nuevo; las máquinas, de primera. Hoy todo luce abandonado. Un cartón sostenido por una madera disimula un vidrio roto en la vidriera. Por allí ingresaron hace un tiempo atrás a robarse todo lo que había. Sólo quedaron las máquinas pesadas, imposibles de trasladar sin grúas. Un cartel clavado al frente ofrece el inmueble a la venta.
Saqueo. La vandalizaron, se robaron todo y sólo quedaron las máquinas pesadas. Crédito: Flavio Raina"Hace más de dos años que acá no se hace nada", cuenta Eric Mansilla, el verdulero que está pegado al edificio, sobre calle Lamadrid. "Acá nos entraron a robar desde la panadería. Se meten, se roban todo y después entran a nuestras casas", cuenta. Al frente del edificio no quedó ni la tapa de la cabina del gas.
Vecindario preocupado
"¿Ustedes vienen por lo de la panadería?", pregunta al rato una señora, parada en la esquina del edificio abandonado, a la espera del colectivo. "Yo vivo al lado, sobre Vera", agrega. "Ya me entraron a robar por el fondo de la panadería", cuenta, sin que le pregunten. Todo el vecindario está preocupado por la inseguridad que genera el imponente inmueble vacío. También da tristeza saber que ya no es lo que fue.
Un llamado telefónico a la inmobiliaria que lo ofrece en el cartel del frente lo confirma. El edificio de La Sarita está a la venta. Ya no hay chances de que vuelva a abrir sus puertas para seguir ofreciendo pan gratis a la barriada. Ya no alimenta a los más necesitados.
El sueño de Boris
La Sarita era el sueño hecho realidad de don Boris Furman, hijo de inmigrantes rusos con ascendencia judía, que vivía en Bariloche. El hombre creó en 1980 la Fundación Sara María Furman, en homenaje a su madre. La finalidad era tenderle una mano a los más necesitados. Primero, con la creación de un telesférico en un complejo turístico, el Cerro Otto, en Bariloche. Y más tarde con la construcción de la panadería La Sarita en su ciudad natal, Santa Fe. El destino de ambos proyectos era la beneficencia. Parte de los fondos recaudados en el telesférico eran donados a hospitales y hogares de Bariloche. El pan caliente de La Sarita llegaba a la mesa de los más pobres del cordón oeste de Santa Fe. 1.200 kilos diarios de harina amasada, cocida y transformada en amorosidad para 1.200 familias.
La crisis del 2000 en el país provocó el cierre de la panificadora que ya no pudo sostenerse. Tres años más tarde, sus instalaciones y maquinarias sufrieron las consecuencias de la inundación de los barrios del oeste santafesino.
Fachada. Hoy está sucia, abandonada y cubierta por chapas. Crédito: Flavio RainaFurman murió el 13 de abril de 2007. Había nacido en el '16 y dedicó gran parte de su vida a hacer obras de bien. Con él se fue el vértigo de un sueño. La Sarita había cerrado sus puertas. Pero más tarde un acuerdo entre los herederos y el gobierno provincial la reactivó. En esa segunda etapa iniciada en 2009 lo que se buscaba era producir pan para ser entregado a los sectores más necesitados, brindar la posibilidad de que un grupo de ciudadanos aprenda un oficio digno, y generar una herramienta para facilitar el proceso de inclusión y reintegración social de quienes salían de la cárcel. En 2013 le sumaron la venta al público al 50 por ciento del costo del pan que había en el mercado.
La ilusión de una continuidad en el tiempo para La Sarita duró poco. Con el cambio de color político en el gobierno provincial aquel convenio se terminó y en 2019 la panadería cerró sus puertas. Para siempre. Fue entonces cuando cayó en el abandono, comenzaron las intrusiones, daños y saqueos al inmueble, hasta que llegó el día en que le colgaron ese cartel: "Venta".
Por la puerta de La Sarita siguen pasando hoy en bicicleta muchos de aquellos que fueron pibes y viven en el barrio Santa Rosa de Lima. A más de uno se les pianta un lagrimón al continuar viaje por Lamadrid hacia el centro de la ciudad.
"El proyecto terminó porque se terminó el contrato con el gobierno. Hicimos algunas gestiones y no logramos avanzar", se lamenta Oscar Borrelli, gerente de la Fundación Sara Furman, en contacto telefónico desde Bariloche con El Litoral. "Estuvo cerrada totalmente equipada hasta que hace unos meses la vandalizaron, entró gente a romper todo y a robarse lo que había. Así que no nos quedó otra. Está a la venta", describe. "En mayo fuimos a Santa Fe, analizamos la situación, verificamos el estado de todo y lo resolvimos, muy a nuestro pesar".
"Para nosotros la panadería La Sarita era un orgullo muy grande", dice Borrelli, "en dos sentidos: uno por la producción de pan que se entregaba en el barrio, y por otro lado, porque enseñaba el oficio a personas que habían tenido conflicto con la ley penal", cuenta. "Tenemos el orgullo de que algunas de las personas que trabajaron allí continuaron luego trabajando en otras panaderías. Lamentablemente no se pudo continuar. La vandalización nos destruyó. Lo pusimos en venta porque para nosotros administrarlo desde Bariloche nos es imposible". Con esas palabras cierra la conversación el gerente de la Furman. Y para la ciudad se cierra una historia generosa, solidaria, esa de las que valen la pena y hay que tener siempre presente.